¿En qué momento mezclamos la ciencia con la cultura pop? ¿En qué momento creímos que ver Star Wars era algo aparte de trendy, intelectual? No lo sé, pero esta idea de que ver la nueva película de la saga que ya ha abandonado George Lucas es algo fashion, me da flojera, por eso no he acudido al cine, esperaré algún tiempo para ello. Una serie como The Big Bang Theory que se ha distinguido por esta mezcla entre ciencia y pseudociencia, no podría dejar de hablar del estreno de la película en su capítulo once de la temporada nueve. Y digo que ha mezclado ciencia y pseudociencia porque lo mismo vemos referencias bastante científicas sobre teorías matemáticas, guiños a películas verdaderamente de culto (Apocalypse Now, por mencionar una de tantas) que a culebrones hollywoodenses.
En este capítulo los intérpretes nerds van al estreno de El despertar de la fuerza, y deciden invitar, ante la ausencia del maravilloso Sheldon, a Wil Wheaton, el actor que se interpreta a sí mismo en la serie y que es famoso por ser el alférez Wesley Crusher de la serie Star Trek The Next Generation. Y justamente cuando entran al cine, lejos de ir disfrazado de los avatares clásicos de la saga, Wheaton acude con su uniforme del Enterprise, recibiendo sonoros abucheos de los asistentes, y es que es añeja la rivalidad entre ambos tipos de fans.
Es significativo esta rivalidad reflejada en el cameo de Wheaton, porque en el fondo encierra una diferencia entre ciencia y pseudociencia, mientras que Star Wars se basa en ideas de energía, o “la fuerza”, Star Trek siempre parte de un principio científico o al menos tiene pretensiones de ello, en pocas palabras la primera pertenece al género de fantasía, la segunda al de ciencia ficción. Es por esta idea que grandes filósofos del derecho, como Robert Alexy y Alfonso García Figueroa, prefieren teorizar utilizando el mundo del capitán Spock. Ambos son coautores del libro Star Trek y los derechos humanos que apareció en una excelente colección de cine y derecho publicada por Tirant Lo Blanch, en su obra lo dejan muy claro, de tal forma que “la ideología ilustrada o positivista parece ausente en los personajes de Star Wars inmersos en contiendas bélicas que presentan (y esto es lo importante) un considerable trasfondo místico-religioso. En otras palabras, en Star Trek el puesto central de la ciencia y la racionalidad es reemplazado en Star Wars por la fe y el misticismo”.
La idea de “que la fuerza te acompañe” me parece que es parecida o da pie para opinar por opinar, sin una base objetiva, sólo en la medida que un sexto sentido ayude. Me suena, por ejemplo, el caso del sospechosista Martín Moreno, el martes 29 de enero de 2015, en un excelente artículo publicado en La Jornada (El falsificador y los historiadores) Pedro Samperio desenmascara a este pseudo historiador, y da una larga lista de ejemplos y de investigadores sólidos que rechazan cualquier probabilidad de que lo que dice el autor de la pésima México Negro, tenga el mínimo fundamento científico, incluso Sampiero señala “Manuel Olimón dice de México ante Dios: ‘Su pertinencia científica es cercana a la nulidad, pues ni el método histórico ha sido usado para su confección ni la estética literaria que sería propia de una buena novela aparece’; además, miente: ‘con documentos inventados (de los que Olimón aporta varios ejemplos), puede uno probar lo que se quiera’”.
Nunca entendí por qué no me gustaba Star Wars, no traté de concientizar durante mi vida de cinéfilo la razón, hasta que leí el libro de Alexy y García Figueroa, aún más de mi poca falta de atención para acudir al estreno del episodio siete apenas descubrí el motivo al leer la reciente entrevista a Alejandro Iñárritu al respecto de su nueva obra The revenant, “hay películas que, como pizzas o hamburguesas, son muy predecibles” sin hacer una referencia clara a The force awaken, me parece que es a lo que se refiere. Pero más aún, para mí no vale la pena la saga porque, en un mundo donde la “fuerza” es lo único que basta, ¿dónde queda el derecho? Pero a este argumento volveremos después.