Las tiranías fomentan la estupidez
J. L. Borges.
Pude haber escrito mentecativacuo o anodinolelo, pero para qué inventar si el adjetivo ya existe. No es un neologismo; la palabra aparece por primera vez en un diccionario de la lengua española en 1899. Tontivano. 1. adj. Tonto vanidoso. Resulta curioso que la definición que ofrece el diccionario de la RAE para la acepción única del vocablo no ponga una conjunción entre ambos términos, ni siquiera una coma, así que uno debe entender que un tontivano es un tonto que, además, adolece de vanidad. Tonto es una palabreja que conocemos bien y usamos profusamente: la encontramos por primera vez en un diccionario desde hace casi 450 años, en el Vocabulario de las dos lenguas toscana y castellana de Cristóbal de las Casas (Sevilla, 1579). En su primera acepción expresa, de acuerdo a la versión más reciente del diccionario de la Real Academia Española, falto o escaso de entendimiento o razón. Es un adjetivo marcado como Ú. t. c. s., es decir, que puede usarse también como sustantivo. Por su parte, el Espasa Calpe da cuenta del ensanche semántico que a lo largo de los años ha tenido la palabra: carente de lógica o de sentido común; absurdo, sin sentido, inútil; pesado o molesto; pasmado, totalmente asombrado; de poco entendimiento o inteligencia; falto de picardía o malicia; presumido o engreído. Todos estos significados son apropiados para retratar al periodismo al que voy a referirme, salvo uno: intútil. Porque por más palmariamente tonto que sea, no es inútil; al contrario, sirve y mucho: engaña, distrae, entretiene, confunde a quienes lo consumen, mientras que enriquece, empodera a muchos de los que lo producen y, sobre todo, contribuye y mucho a mantener el status quo. Además, la última acepción -presumido o engreído- se acerca al segundo término hasta la sinonimia: vanidoso, es decir, que tiene vanidad y la muestra. Si bien es cierto vanidad se emplea mucho más como sinónimo de arrogancia, envanecimiento o presunción -un uso correcto-, en su origen y primera acepción se refiere a la cualidad de vano, y vano proviene del latín vanus, que significa vacío, vacuo, sin sustancia, de tal manera que su significado en español es, en principio, falto de realidad, sustancia o entidad, y hueco, vacío y falto de solidez, aunque por ahí, digamos que por los caminos de la lógica, se va al sentido de inútil, infructuoso o sin efecto… Pero aquí lo que menos importa es la lógica: ya decíamos, un periodismo memo y tirado a la vacuidad, al vacío de contenidos, puede ser muy útil.
Desde hace años, en México, el periodismo hegemónico -quiero decir, el que más afecta a la llamada opinión pública, cualquier cosa que eso pueda significar- es fundamentalmente tontivano. Desde hace décadas el gran público construye la realidad a partir de la mediatización que de la misma se divulga a través de la televisión, al menos primordialmente. Y en la pantalla chica -cada vez más grandes- no hay novedad: la banalización, esto es, el proceso de hacer cada vez más triviales e insustanciales los contenidos, lleva largo trecho andado. El asunto es que la vacuidad y la estupidez que últimamente se está colando a los medios impresos y digitales que hasta hace poco podían considerarse más o menos serios se está imponiendo. Tampoco es nada nuevo leer basura y no-noticias en los periódicos; sin embargo, durante los últimos días hemos presenciado una acometida furiosa del periodismo tontivano. A partir de la re-re-captura de el Chapo Guzmán, y específicamente conforme fue surgiendo información -bueno, es un decir- acerca de la entrevista -también es un decir- que le hizo Sean Penn al capo, contactado por mediación de la actriz Kate del Castillo, se han difundido de las peores páginas del periodismo escrito mexicano. Para presentar con prontitud el argumento: ¿ha considerado usted qué tan relevante puede ser para los destinos nacionales que el señor Joaquín Guzmán Loera se haya operado los genitales, a efecto de mejor su desempeño sexual? La noche del viernes 15 de enero, jornada que cerró con la peor devaluación del peso mexicano en cuatro años -al final, 18.55 pesos por dólar-, y cuando ya se sabía que la policía nacional de España, a petición del gobierno norteamericano, había encarcelado en Madrid a Humberto Moreira, en el sitio web del diario El Universal seguía apareciendo en la posición más prominente, el banner cabezal, la nota “La otra guarida del Chapo”. Ciertamente, para ese periódico la historia se detuvo en Los Mochis con la re-re-captura del delincuente oriundo de La Tuna. Y mucha, mucha leña a la hoguera: las “filtraciones” -como se le dice aquí a la entrega de una autoridad a un medio de información que no deberían entregarse- del chateo entre Kate del Castillo y el Chapo consiguió que el empuje globalizante del narco en Mexico ganara más posiciones: ya no sólo es nota roja, también rosa. Mi amigo el Autorcantor sentenciaba en twitter: “El periodismo depauperado: de la fascinación de la nota roja al hipnotismo de la nota rosa”.
Creo que la monstruosidad que anuncia el periodismo tontivano en que seguiremos despeñándonos apareció en Milenio: “El relicario con la foto de El Chapo”. Dos dedos con sendas uñas pintadas de rosa sostienen un relicario con la foto del susodicho delincuente, no más. Y la información: “Una foto de Joaquín El Chapo Guzmán adorna el relicario que presuntamente sostiene la actriz, Kate del Castillo”. Las cursivas en el adverbio, claro, las puse yo.
@gcastroibarra