Nuestra historia narcótica. Pasajes para (re)legalizar las drogas en México. La historia contada por un periodista e historiador sinaloense - LJA Aguascalientes
12/04/2025

  • Froylán Enciso reúne una serie de textos para recordarle al país que no siempre las drogas causaron violencia y muertes

¿Usted recuerda que México ya había pasado por un proceso de legalización de las drogas; o que en algún tiempo la morfina y heroína no eran consideradas drogas ilegales sino de consumo medicinal? Pues el historiador y periodista mazatleco Froylán Enciso reúne una serie de textos narrativos para recordarle al país que no siempre las drogas causaron violencia y muertes. Nuestra historia narcótica. Pasajes para (re)legalizar las drogas en México es el último libro de este joven investigador como un subproducto de su tesis doctoral.

Desde que inició sus estudios en el Colegio de México en relaciones internacionales comenzó su interés por el tema del narcotráfico y las drogas, luego cursó el doctorado en historia en la Universidad Estatal de Nueva York con una investigación en la materia. Al ser originario de Mazatlán, Sinaloa, destaca que desde la adolescencia le tocó vivir las consecuencias del narcotráfico mucho antes de que se hiciera un problema nacional y hasta un asunto de moda.

Durante su visita a este estado, recibió a La Jornada Aguascalientes con una frescura y amabilidad que lo caracteriza como un joven intelectual distinto de los demás; reconoció que cuando inició sus estudios no esperaba nada más que aprender: “yo tenía 17 años y había llegado a la Ciudad de México con mis cajas de huevo Bachoco como maletas y lo único que se había pensado era empezar a estudiar el narcocorrido”. Para el caso específico de Nuestra historia narcótica tenía ya una intención muy definida pues cuando empezó a escribirlo ya tenía muchos años de estudiar el tema de drogas y el narco.

Este libro surgió de una serie de textos que empezó a escribir en 2010, justo en el clímax del periodo de violencia del sexenio de Felipe Calderón con la famosa guerra contra el crimen organizado; “fue todo un momento de drama y violencia, los índices de homicidios en Ciudad Juárez, las balaceras y matanzas en todos lados”, un grupo de periodistas, literarios y escritores convocaron a una página de activismo contra la violencia  en México, ahí comenzó la historia pensada en medio del ambiente de violencia terrible, “la idea era escribir textos históricos que nos ayudaran a imaginarnos otras maneras de relacionarnos con las drogas”, a este movimiento se integraron madres de desaparecidos, líderes de movimientos de víctimas, gente que llegaba a buscar compañía porque le habían matado a algún familiar inocente.

El producto final incluye 30 textos muy cortos escritos con mucha agilidad por su carácter de narrativa, “son de divulgación para que cualquiera puede entenderlos”, en ellos no se encontrarán historias de moda como “El señor de los cielos” sino otros vínculos que los mexicanos han olvidado como la violación a los derechos humanos que ha provocado el ejército y las policías, pues las drogas no siempre produjeron violencia en el país. Por ejemplo, durante la colonia los grupos indígenas utilizaron sustancias psicoactivas con motivos espirituales y por motivos médicos, “los grupo indígenas no tienen una guerra por sustancias como el peyote, entre ellos no se están matando ni nada de eso”.

Su intención es recordar que muchas de las sustancias que ahora producen la guerra, antes eran medicinas, en su primer título “Primeras noticias sobre la cocaína” se narra cómo la primera sustancia llegó a México no era ni de Colombia ni del Cártel de Sinaloa, sino de Alemania; “La cocaína fue un invento a partir de una tesis doctoral de un químico alemán que vendió la fórmula a la farmacéutica Merck”, quienes eran los encargados de distribuirla en todo el mundo. Otro texto está dedicado a la heroína y a la morfina y su historia de distribución por la farmacéutica Bayer; en ellos deja en claro que hubo otros tiempos en donde en lugar de desapariciones, desplazamiento forzados y muertes, las drogas eran parte de tu derecho a la salud: “En el constituyente del 17, por motivos de salud y racismo, introdujeron en las leyes la prohibición de las drogas; aquí cuando el lector se adentre a la historia se percatará que cuando se metieron las fuerzas represivas del estado a tratar de controlar estos mercados, fue cuando surgió toda la ola de violencia”.

En los años 30 no se tenían acuerdos sobre cuáles eran drogas buenas y cuáles las malas, aparece aquí el héroe de la historia: Leopoldo Salazar Viniegra, un médico que con base en el conocimiento científico llegó a la conclusión de que la idea de que mariguana provocaba la muerte y la locura, era mentira; además de que logró que se legalizara junto con la heroína y morfina.

Este personaje logró que el gobierno mexicano legalizara las drogas en 1940, de ahí el subtítulo del libro “Pasajes para (re)legalizar las drogas en México”, pues no es una situación nueva el que el país hable del tema y lo debata en la autoridad como la Suprema Corte de Justicia de la Nación; “esto ya había pasado sólo que a los mexicanos se nos había olvidado”, es por ello que decidió plasmar esta investigación con las bases para que a las autoridades de hoy tomen en cuenta, pues incluso para 1940 Lázaro Cárdenas legalizó las drogas con la apertura de dispensarios médicos en los que el gobierno distribuía sustancias como morfina para quienes tenían alguna toxicomanía (drogadicción) a bajo costo y con la seguridad de que era de calidad, “en ese tiempo había una tal Lola la Chata, que era como el Chapo Guzmán de ahora, a ella se le cayó el negocio de inmediato”, durante ese tiempo el mercado de las drogas ilegales fue destruido exitosamente, sin embargo Estados Unidos se opuso porque iniciaba la Segunda Guerra Mundial y había algunos funcionarios que empezaban a promover instrumentos jurídicos internacionales para prohibir las drogas y reprimir este tipo de iniciativas. A partir de ahí es cuando inicia la segunda parte de la historia narcótica del país, “ahí es donde estamos inmersos, en ese periodo histórico de consolidación del prohibicionismo de drogas en México”.

El surgimiento de operativos policiales y militares alrededor del país es explicado con la historia de la Operación Cóndor en 1970, con los cuales se violentaron gravemente los derechos humanos de muchos pueblos productores, de hecho el autor recupera algunas fotografías inéditas de estos operativos con policías vestidos de civiles armados amedrentando campesinos; del Archivo General del Nación se encontraron algunas que muestran el helicóptero con soldados bajando de la sierra y la erradicación de plantíos de amapola así como de posibles estudiantes que participaban en movimientos opositores del gobierno.


Caro Quintero y el pago de la deuda externa

Si bien la historia popular señala que el capo Caro Quintero pretendía pagar la deuda externa, este personaje tomó el poder como lo tiene ahora Joaquín Loera el Chapo Guzmán, lo que causó que se generara una serie de mitos a su alrededor, uno de ellos era justamente lo del pago de la deuda externa en medio de la crisis de los años 80; este historiador nos cuenta que en su época apareció un comediante llamado José Materas quien hizo una parodia (que uno puede encontrar en YouTube) donde atribuye a Quintero el dicho pago, pero cuando se analizan las entrevistas y notas periodísticas de la época, se encuentran que en realidad el capo señaló muchas cosas pero nunca que pagaría la deuda externa. Al final del capítulo incluye una de las entrevistas con revelaciones importantes.

¿Cómo fue su proceso de realización?

“Este libro es un subproducto de mi tesis doctoral, después de años de interesarme en el tema del narcotráfico y drogas, y este es una entrega más mis investigaciones de más de 18 años -y que seguiré entregando- consultando el Archivo General de la Nación, los archivos de la Secretaría de Salud, de Economía, la Biblioteca Lerdo de Tejada, archivos jurídicos de la SCJN, Congresos, la hemeroteca nacional, la UNAM y archivos estatales como el de Veracruz, Sinaloa y Chihuahua.”

Froylán eligió historias breves que funcionaran casi como parábolas narrativas como pequeños cuentos con una moraleja al final; así creó una colección que ayuda al lector a entender de manera muy pedagógica cuáles fueron las diversas relaciones que México tuvo con las drogas desde el siglo XIX hasta nuestro días.

Al final del libro establece una agenda para la reforma de políticas de drogas, que se sintetiza básicamente en la idea de que la legalización ya está ocurriendo, que ya no es un tema de rebeldes o hippies, sino que se discute entre ministros funcionarios públicos de diferentes niveles de poder, e inclusive en el ámbito internacional.

Algo que el autor pidió que como mexicanos no olvidáramos: Las víctimas de la guerra contra las drogas. Si bien reconoce que legalizar las drogas sí será un golpe para el narcotráfico, no le regresará a las familias aquellas asesinadas en el camino, no regresarán las casas a los millares de desplazados por la violencia, ni tampoco parará la diversificación criminal. “Legalizar las drogas no es suficiente, también tenemos que trabajar para crear mecanismos donde las víctimas de la guerra contra las drogas puedan acceder a la justicia”.

En el libro hay una anécdota en la cual habla que en 1974 llegaron policías y militares a un ranchito en la frontera entre Sinaloa, Chihuahua y Durango, bajaron para crear un caos con violaciones a las mujeres, golpes a menores, balazos a jóvenes, todo un desastre y violación a los derechos humanos. Una mujer bajó a Culiacán a buscar a un licenciado que le ayudara a presentar la denuncia, sin embargo a 40 años de distancia no se ha resuelto el caso. En ese ranchito, La Tuna Badiraguato, Sinaloa, vivía Joaquín Loera El Chapo Guzmán. Cuenta esto por una conclusión sencilla: “Es una muestra que la guerra contra las drogas es como la serpiente que se muerde la cola, los victimarios de hoy, los grandes criminales, son quizá hasta cierto punto resentidos sociales, víctimas de la guerra contra las drogas en el pasado que no recibieron justicia, y que canalizaron su resentimiento por vías violentas y criminales. Si seguimos esta visión militar y policiaca, si no reparamos los daños de la guerra contra las drogas, me pregunto ¿cuántos más Chapos Guzmán estaremos formando en México?”.

 


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