“Leer evitará que creas que tener hijos es lo mejor que pueda pasarte en la vida”, decía una imagen que retomaba el diseño de librerías Gandhi y generó múltiples comentarios, algunos señalaban que un hijo o hija era siempre una bendición inigualable, otros se burlaban de las “mamá luchona” haciendo referencia a madres solteras, mientras que otros aplaudían la osada frase; ya sea una u otra la expresión, lo interesante es que los cuestionamientos giraban únicamente en torno a las mujeres. Los hombres en el tema del embarazo, en especial del embarazo adolescente, parecen invisibles, y si éste último tópico se ha convertido en un asunto de agenda pública, también se requiere considerar su existencia para estrategias de contención.
Pero ¿por qué es un problema el embarazo adolescente? Anteriormente era común que los matrimonios se dieran a temprana edad, sin embargo, a partir de la década de los 60 del siglo XX, durante la época de la revolución sexual, se identificó la sobrepoblación como una problemática a resolver, por lo que se desarrolló la planificación familiar. Por otra parte, gracias a la investigación social y los estudios de Género se identificó que el embarazo a temprana edad era un fenómeno que daba continuidad a diversas circunstancias de desigualdad y violencia para las mujeres, por ejemplo, reducía su trayectoria escolar, les impedía el acceso al mercado laboral y les implicaba un tipo de encarcelamiento en el hogar, por mencionar algunos ejemplos. Algunas de las causas que se han señalado son el amor romántico, el “vivieron felices por siempre”, y especialmente el obtener el estatus de madre, para lograr respeto, reconocimiento e irónicamente libertad ante los progenitores. Y si se ha mencionado por diferentes medios, estudios y publicaciones que Aguascalientes es una de las entidades de la República mexicana con mayor índice de embarazo en adolescentes es un reflejo de su ambiente en el que existe machismo y un ensalzamiento de la maternidad, de la familia tradicional.
Los proyectos implementados para reducir la incidencia del embarazo en adolescentes han sido múltiples, pero la mayoría han estado bajo la coordinación de instancias gubernamentales de salud que sólo promueven el uso de métodos anticonceptivos sin considerar otras circunstancias y hechos sociales. Por otra parte, la mayoría de las acciones integrales han sido destinadas para las mujeres, lo cual es de suma importancia pues son quienes transitan por el proceso de gestación con sus implicaciones y en especial porque son quienes se enfrentan a diversas problemáticas. Sin embargo, la reproducción en este tipo de casos no es asistida, por lo que también se deben cuestionar los imaginarios, las acciones y el papel de los varones adolescentes, pues simplemente negar su existencia como público, mensaje y sujeto de análisis reduce nuevamente a las mujeres a víctimas-victimarias, a las únicas responsables, a “calientes” que “salieron con su domingo siete”.
A diferencia de las mujeres, a los hombres se les educa para tener novias, llegar a tener una esposa, amantes, aventuras, por lo que la iniciación en la vida sexual se busca a muy temprana edad con un alto grado de irresponsabilidad, es así que mientras que a los hombres se les forja en el placer a las mujeres en la maternidad beatificada, por lo que se cree y acepta que ella debe cuidarse, protegerse; pero es urgente virar hacia los jóvenes y las masculinidades.
Por ejemplo, en un estudio de 2011 sobre la organización social del riesgo sexual entre migrantes mexicanos en New York, realizado por investigadores de la Columbia University, se identificó que las razones para que los varones indocumentados no utilizaran condón u otros métodos anticonceptivos durante sus relaciones sexuales radicaba en que consideraban a la pareja sexual como “limpia”, “sana”, “virginal”, en suma, buena mujer, por lo que las posibilidades de infecciones no eran pensadas y los embarazos no representaban importancia pues estaban de paso.
Para atender el embarazo adolescente es necesario que las actividades de concientización, de promoción de la salud sexual y reproductiva, así como de prevención no sólo consideren lo biológico, sino que también lo sociocultural debe ser una base sustancial de análisis, además de ampliar las diversas políticas a los varones adolescentes. Además se deben considerar protocolos de intervención por el que se hagan responsables de la paternidad, lo cual no significa el promover el matrimonio que sólo reproduce el problema, sino modelos por los cuales se puedan ejercer procesos legales y tal vez, sólo tal vez, de esta manera se piense dos veces el no utilizar condón u otros métodos anticonceptivos.
También está pendiente el debate sobre cuántas relaciones sexuales entre adolescentes inician por consentimiento mutuo pero, ante la negación de usar condón o por la falta de uno, se convierten en una violación que termina siendo aceptada por la propia víctima como algo que “propició”. Es urgente reflexionar sobre el embarazo adolescente a un mayor nivel.
Si para las mujeres son incontables las problemáticas relacionadas con el embarazo adolescente, a los hombres tampoco se les debe estigmatizar, pues en caso de hacerse responsables de un embarazo a temprana edad, siendo también adolescentes, se enfrentan a un duro escenario en el que deben buscar empleo, algunos dejar sus estudios y transformar su estilo de vida. Por ello es que la prevención del embarazo adolescente y la despenalización del aborto son un asunto de reconocimiento de la pobreza y las situaciones económicas adversas, pues las personas con mayor poder adquisitivo pueden recurrir a otras opciones: aborto en clínicas salubres del DF o en el extranjero, el refugiarse en sitios lejanos para parir y entregar en adopción a las o los hijos o a casas-hogar, o dejar el cuidado y manutención a los abuelos.
Por otra parte, además del embarazo adolescente, que se puede prevenir con múltiples métodos anticonceptivos, es importante generar una mayor conciencia entre las generaciones jóvenes sobre las infecciones de transmisión sexual, sin considerar que las acciones de concientización sobre éstas sólo se han focalizado a las personas que sostienen relaciones sexuales con otras del mismo sexo a causa del estigma, incluyendo a hombres que se asumen como heterosexuales pero tienen sexo con otros de manera esporádica.
Aunque el embarazo no debe ser satanizado, tampoco enaltecido, y lo preocupante son las circunstancias en que las mujeres y los hombres realizan prácticas por las cuales podrían embarazarse, pues a pesar de la sátira y burla de las “mamá luchona”, que carga con el imaginario de una madre soltera que deja el cuidado total de las y los hijos a la abuela mientras se va de “farra”, existen mujeres sin pareja quienes deciden libremente y en condiciones pertinentes el reproducirse, lo cual es respetable; pues el problema no es el embarazo en sí, sino sus implicaciones, y el embarazo adolescente representa para las mujeres introducirse en una serie de situaciones de desigualdad, injusticia y violencia sistemática.
Tal vez hasta que también sea un problema para los hombres habrá empatía y se dejará de enjuiciar, castigar y poner en cadalso a las mujeres, simplemente por tener el útero, olvidando que, a menos de que se trate de reproducción asistida, se requiere de espermas.
@m_acevez