La cara virtuosa del rock / El Banquete de los Pordioseros - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Durante los años 80, los años en los que yo tenía entre 17 y 27 años, es decir de 1980 a 1990, mi década de juventud, el rock solía ser atacado y señalado con dedo acusador como un cómplice incondicional del satanismo, recuerdo cómo me angustiaba aquellas acusaciones, de verdad, me las tomaba muy a pecho e intentaba demostrar, dentro de mi modesta y humilde trinchera, que el rock no tenía nada que ver con esos señalamientos que yo consideraba injustos, esa trinchera era mi programa de radio llamado “El rock y sus intérpretes” en Radio Instituto Cultural de Aguascalientes, ese fue mi primer programa de radio, fue el programa que marcó los inicios de lo que en ese momento no era más que una razón para pasarla bien y compartir con alguien, no sé con cuántos, mi desmedida pasión por la música, específicamente por el rock. Ese programa inició en febrero de 1985, aunque lo empecé a grabar desde el 23 de julio de 1984, por cierto, y te lo comento solamente como anécdota, aunque posiblemente para ti no tiene la menor importancia, ese primer programa que significó mi inicio en los medios y que un poco más tarde se convertiría en mi proyecto de vida, fue dedicado a The Doors, inicié el programa recitando con voz que pretendí que sonara lúgubre y melancólica, los versos finales de The End de Jim Morrison: “Este es el fin, hermosa amiga, este es el fin, mi única amiga, el fin. Me duele dejarte libre, pero sé que nunca me seguirás, es el fin de las risas y las dulces mentiras, es el fin de las noches en que procuramos morir, este es el fin”. Cómo me estimulaba y me motivaba aquel poema de Morrison. Recité aquel poema con el fondo musical de la sitaresca guitarra de Robby Krieger, el guitarrista de los Doors y compositor de algunos de los temas más emblemáticos de aquel cuarteto del sur de California, como es el caso de la canción Light my fire de la primera producción de las Puertas, a la que por cierto, también pertenece el poema de The End.

En fin, ya ves con qué facilidad me distraigo y doy muchos rodeos antes de llegar al punto, pero de repente se me ocurren cosas que me gusta compartir contigo, amable, paciente y generoso lector. El asunto es que un buen día me di cuenta que perdía el tiempo defendiendo al rock de esas tonterías, finalmente, el rock tiene argumentos sólidos para defenderse, y fue entonces cuando fijé mi atención más en las facultades musicales de algunos exponentes del rock y, obedeciendo a mi sentido común al apreciar la música, más que a un conocimiento erudito de ella, del cual carecía, y sigo careciendo, me encontré con obras maestras de inobjetable belleza y valor musical inconmensurable, claro, no estarás conmigo de acuerdo en que no todo en el rock es virtud y talento, por el contrario, hay expresiones dentro del rock que en todo caso se presentan como la antítesis del buen gusto y de cualquier síntoma de virtuosismo y talento, por ejemplo, el punk, en donde la música se logra con un par de acordes, tocar a la mayor velocidad posible y vestir sucio y desaliñado. No cuestiono el valor social del punk, no lo comparto, pero tampoco lo satanizo, simplemente estoy diciendo que desde la perspectiva de la propuesta musical, hay muy poco, o nada que decir en el movimiento punk, entre otros, pero prefiero que nos ubiquemos en los virtuosos que encontramos en el rock.

Generalmente, cuando hablamos de virtuosos en la música, nos referimos, claro, a compositores o intérpretes en la gran música de concierto o en el jazz, en donde los virtuosos se dan como en racimo de uvas, y tenemos la idea de que los roqueros son despreocupados, desaliñados y que basta con rascar una guitarra distorsionada para hacer surgir el rock, pero ya ves, nada más falso que esto.

Dentro de los grandes clásicos del rock encontraremos verdaderos virtuosos y talento desbordante, recordemos que es posible ser talentoso sin llegar forzosamente a la virtud, ahí está, por ejemplo, Jon Lord, tecladista de Deep Purple, o Robert Plant, cantante de Led Zeppelin, o Neal Peart, baterista de Rush, o Jimi Hendrix, el mejor guitarrista en la historia del rock, entre una cantidad verdaderamente incontable, pero creo, salvo tu mejor opinión, que es en el rock progresivo en donde nos topamos de frente y violentamente con auténticos virtuosos, muchos de ellos con formación musical académica, además de una dosis de talento, con “eso” que no se aprende en los conservatorios de música.

No quisiera nombrar a algunos porque consecuentemente dejaría a muchos sin mencionar, pero no puedo soportar la tentación, así que, con humildad, te nombro a mis favoritos, inicio con Tony Pagliuca virtuoso tecladista de Le Orme, grupo italiano de rock progresivo; Keith Emerson, pianista y tecladista inglés en donde, salvo tu mejor opinión, encuentro el equilibrio perfecto entre rock y música de concierto. Robert Fripp, guitarrista y líder de King Crimson, de altos niveles de experimentación e incansable búsqueda sonora. Frank Zappa, cuyo pensamiento musical me hace imposible ubicarlo en algún estilo determinado, justamente es su sapiencia y concepción musical lo que lo hace virtuoso, en su música encontramos desde el más ortodoxo blues, hasta los intrincados caminos del discurso musical de Eric Satié, Edgar Varése o Karlheinz Stockhausen.

En fin, seguro tienes en mente muchos más que no mencioné, te repito, tú tienes la mejor opinión.

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