Intolerable pobreza / El Peso de las Razones - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Conocemos los números. Son, por decirlo poco, escalofriantes: 868 millones de personas en el mundo padecen desnutrición (FAO, 2012); 2,000 millones no tienen acceso a medicinas esenciales (www.fic.nih.gov); 783 millones no beben agua potable (MDG Report 2012, p.52); 1,600 millones no poseen una vivienda adecuada (UN Especial Rapporteur 2005) y carecen de electricidad (UN Habitat, “Urban Energy”); 2,500 millones carecen de los medios para tener una higiene adecuada (MDG Report 2012, p. 5); 796 millones de adultos son analfabetas (www.uis.unesco.org); y 218 millones de niñas y niños (de entre 5 y 17 años) trabajan fuera de su hogar, normalmente bajo condiciones esclavistas, como soldados, prostitutas, sirvientes domésticos, o en agricultura, construcción o producción textil (ILO: The End of Child Labour, Within Reach, 2006, pp. 9, 11, 17-18). Según Unicef, en 1960 morían a causa de la pobreza 20 millones de niños menores de 5 años; en 2007 anunció que, por primera vez desde que se registran estos datos, el número de muertes había caído por debajo de la cifra de 10 millones anuales (Donald McNeil, “Child mortality at record low: Further drop seen”, The New York Times, 13 de septiembre de 2007). No obstante, cada año siguen muriendo 9,7 millones de niños menores de 5 años por causas directamente relacionadas a la pobreza: ¡casi 27,000 al día! No vayamos más lejos: al año se registran 18 millones de muertes (50,000 muertes diarias) por causas directamente relacionadas con la pobreza. Y ésta es una estadística conservadora, relacionada sólo con causas de muertes desconocidas o inusuales en los países desarrollados: diarrea, malnutrición, tuberculosis, meningitis, malaria, infecciones respiratorias (principalmente neumonía), etc. Thomas Pogge ha realizado una comparación alarmante relacionada con estas estadísticas: el número de muertes causadas por la pobreza entre 1920 y 2012 es de al menos cuatrocientos millones de personas, un número mucho mayor a la suma del número de muertes en la Primera y Segunda Guerras Mundiales, el Gran Salto Adelante de Mao, el Régimen del Terror del Congo, la Guerra Civil Rusa, la represión estalinista, y las guerras de Vietnam y Corea, que en total causaron 150 millones de muertes.   

Alguno podrá objetar ya: se trata de números, ¿y las experiencias de las personas? Hace algunos años el Banco Mundial pidió a un grupo de investigadores que escucharan a los pobres. Este grupo consiguió entrevistar y documentar las experiencias de 60,000 hombres y mujeres de 73 países. Peter Singer resume lo que para ellos significa ser “pobre”: falta sustento durante todo el año o parte de él y, por lo general, sólo se ingiere una comida al día, y algunas veces hay que elegir entre calmar el hambre de un hijo o la propia, otras sin ser capaz de acallar ninguna de las dos; no se puede ahorrar: si un miembro de la familia enferma y hace falta dinero para ir al médico, o si la cosecha se pierde y no hay nada para comer, es necesario pedir dinero a un prestamista local, que cobra unos intereses altísimos mientras la deuda continúa aumentando y, tal vez, nunca pueda saldarse; no es posible mandar a los hijos al colegio o, si empiezan a asistir, hay que volver a sacarlos si la cosecha es mala; se vive en una casa inestable, hecha de adobe o de cañas, que hay que reconstruir cada dos o tres años, o cuando el clima es riguroso; no se dispone de ninguna fuente de agua potable con garantías de salubridad: es necesario acarrear agua desde muy lejos y, aun así, si no se hierve, probablemente caiga uno enfermo.

La pobreza es un problema de inequidad, por tanto de injusticia. Vivimos otros muchos problemas de este tipo en México y en otros países del mundo: vemos inequidad de género, segregación de clase o racial, segregación religiosa, nepotismo, enorme desigualdad social y económica… Todos estos problemas comparten con la pobreza el hecho de que son injusticias en tanto inequidades. Lo que suele suceder es que las personas preocupadas por uno o más de estos problemas delinean en conjunto planes de acción: iniciativas de ley, propuestas de políticas públicas, etc. Algunas veces lo logran, otras no. Pero las agendas de cada grupo minoritario, o de cada grupo activista particular, suelen estar desintegradas de una propuesta más general que combata la inequidad (sea del tipo que sea). Por tanto, las más de las veces vemos esfuerzos bienintencionados que logran poco o nada o, a lo sumo, logran paliar algunas injusticias por algún lapso corto de tiempo. Lo primero, entonces, es que los grupos minoritarios y los activistas se reúnan y construyan una agenda política común. Lo segundo es que se percaten que la pobreza es un problema mucho más fundamental: si combatimos la pobreza, combatimos también indirectamente muchos otros problemas de inequidad; a la inversa no sucede lo mismo. La pobreza debe ser el tema prioritario de cualquier agenda política en una sociedad democrática. La pobreza es inaceptable y vergonzosa en una democracia.

[email protected] | /gensollen | @MarioGensollen

 


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