Elecciones, no democracia / Enrique F. Pasillas en LJA - LJA Aguascalientes
22/11/2024

La existencia de elecciones periódicas no implica necesariamente la existencia de una democracia mínimamente consolidada, eficaz o funcional. Pero ya que estamos otra vez en temporada electoral, vale recordar que las elecciones celebradas en México durante los pasados años han sido mucho más competidas que en el pasado, cuando sólo había un incontestado partido de estado que ganaba todos los cargos en todas partes. Sin embargo, ver alternancias políticas y regidores, alcaldes, diputados, senadores o gobernadores de colores diferentes (primero en el norte. en Chihuahua y Baja California, con las famosas “concertacesiones salinistas” y luego en el resto del país) no ha traído mejores gobiernos.

Allí están los resultados acumulados de las décadas recientes: gobiernos sin efectiva división de poderes, sin balances ni contrapesos, opacos y que no rinden cuentas; administraciones ineptas, dispendiosas y corruptas que no miran por el interés general, acompañadas de privados locales y foráneos que hacen literalmente lo que quieren y como quieren. Juntos unos y otros, han dejado a más del 50% de la población hundida en la pobreza; depredan donde pueden el medio ambiente y los recursos naturales, producen centenas de miles de desaparecidos y desplazados, o tienen un pésimo desempeño económico, que se traduce en la expulsión de más de diez millones de migrantes a Estados Unidos o en casi 50 años de devaluaciones ininterrumpidas del peso mexicano. Los peores salarios de la región y del mundo, que incluyen el robo de prestaciones de los trabajadores, unos sistemas de impartición y administración de justicia cooptados, capturados o atrofiados, policías y seguridad pública abandonados, infraestructura defectuosa o inexistente; corrupción en la asignación y ejecución de obras, educación y salud pública rezagadas y rebasadas. En suma, políticas públicas que brillan por su ausencia, políticos que se enriquecen de manera inexplicable y autoridades insensibles y frívolas, en el mejor de los casos.

Al contrario, como bien hemos visto repetidamente en muchos casos y desde luego que también en el de Aguascalientes, las elecciones, entre más competidas, han traído también un encono entre grupos vencedores y vencidos jamás visto antes, así como un afán desmedido de saqueo en un país tan empobrecido por la corrupción. No importa que los vencedores hayan sido lo mismo conocidos empresarios o políticos de la llamada “gente bonita”; pues cuanto más se gastaron en campaña, más saquean las arcas públicas una vez instalados en el cargo que protestaron cumplir constitucionalmente.

Y no es sólo el caso de Moreira, que a estas alturas ya es otro escándalo internacional. Son todos, o casi todos. Y eso es lo más grave. Allí están varios exgobernadores de Sonora investigados por sus negros antecedentes; el panista Padrés el más reciente, o los de “izquierda moderna” de Morelos y Guerrero. Pero podríamos citar también Veracruz, Chihuahua, Nuevo León, Tabasco, Baja California o la Ciudad de México.

Tal constatación cotidiana nos deja en 2016 con el asombro de un partido de estado instalado otra vez en el Gobierno Federal que “controla” políticamente muchos municipios importantes y la mayor parte de los gobiernos estatales. Recordemos también que sólo las elecciones federales pasadas nos costaron a los mexicanos 18 mil 500 millones de pesos, según el INE; cinco mil de los cuales van directamente a las arcas de los partidos y sus nutridas clientelas electorales.

Aun así, por lo general los gobiernos no mejoran, sino todo lo contrario. Ni los locales, ni los estatales, ni tampoco los federales que se han sucedido ante la falta de inversión pública y de un servicio público profesional y de carrera; donde tal parece que cada vez hay mayor corrupción. Así que el resultado de este elevado gasto público es mantener un sistema electoral pervertido, disfuncional o autista, incorregible e incapaz de regenerarse.

Más aún: los saqueadores del país tienen nombre, apellidos y domicilio conocido. Todos o casi todos comen y duermen tranquilos, permanecen impunes y campan a sus anchas. Hacen negocios, se postulan a otros cargos, manejan tras bambalinas partidos, gobiernos y candidatos, postulan a sus esposas, dan clases en Harvard, o entran y salen del país a su antojo hasta que a algún gobierno extranjero se le ocurre investigarlos, detenerlos y procesarlos. De allí las expresiones populares acuñadas, con razón, en otras latitudes con similares problemas: “que se vayan todos”.

Así las cosas, la propia existencia de México como nación soberana en un mundo cada vez más complejo e interdependiente pasa sin duda por una profunda regeneración de la cosa pública a todos los niveles. No hay alternativa posible.
@efpasillas



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