En la mayoría de mis artículos anteriores he detallado las deplorables condiciones económicas que hoy en día afectan a una enorme cantidad de personas en el planeta. Me he propuesto ya no escribir más, sino sólo lo absolutamente necesario, respecto a la crisis económica, con implicaciones sociales, políticas y militares, que se cierne sobre el mundo. Quisiera dedicar la próxima etapa de esta columna a detallar la forma que a mí me parece que podríamos salvar nuestra sociedad cambiándola, rescatando las visiones y estudios de varios investigadores y especialistas de diversas latitudes.
En esta ocasión comparto con nuestros lectores un importante documento, que es devastador para la cultura económica preponderante y contiene un conjunto de propuestas de gran interés y trascendencia. Me refiero al Informe de Oxfam, fechado el 18 de enero de 2016, “Una economía al servicio del 1%”. Oxfam es una confederación internacional de 17 organizaciones que trabajan juntas en más de 90 países, como parte de un movimiento global a favor del cambio, para construir un futuro libre de la injusticia que supone la pobreza.
En dicho documento se afirma que “la desigualdad extrema en el mundo está alcanzando cotas insoportables. Actualmente, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta. El poder y los privilegios se están utilizando para manipular el sistema económico y así ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de millones de personas pobres. (….) Para combatir con éxito la pobreza, es ineludible hacer frente a la crisis de desigualdad.”
El informe de Oxfam constituye un urgente y contundente llamado a corregir el rumbo económico que lleva actualmente al mundo en ruta de inminente colisión. Es un llamado oportuno, toda vez que sale a la luz precisamente en el momento en que varios líderes del mundo se reúnen en el Foro Económico de Davos, Suiza, en la cumbre anual que desde hace casi cuatro décadas define las políticas para salvaguardar el capitalismo global. Es por ello que un llamado como el de Oxfam posiblemente no tenga impacto directo, a menos que la sociedad civil organizada, desde la academia, los foros públicos y los movimientos sociales, genere una importante corriente de opinión que haga evidente la demanda del 99% de la humanidad por el cambio de rumbo.
Los autores del documento de Oxfam demandan acabar con los privilegios y la concentración de poder para frenar la desigualdad extrema. La creciente desigualdad económica, dicen, perjudica a todo el mundo, ya que debilita el crecimiento y la cohesión social. Pero es la población más pobre la que sufre sus peores consecuencias.
“Quienes defienden el statu quo afirman que la preocupación por la desigualdad está impulsada por una ‘política de la envidia’, y suelen mencionar la reducción del número de personas en situación de pobreza extrema como prueba de que la desigualdad no es un problema tan grave. Están equivocados.” Oxfam afirma lo mismo que en esta columna hemos dicho varias veces: el problema de la desigualdad económica no se corrige regalando dinero y bienes a los más pobres. Esto sólo sirve para maquillar cifras y les da cierto poder de consumo para que puedan pagar por lo que les venden los grandes monopolios.
Los grandes beneficiados de la economía mundial, denuncia Oxfam, son quienes más tienen. Nuestro sistema económico está cada vez más distorsionado y orientado a darles ganancias. Lejos de alcanzar a los sectores menos favorecidos, los más ricos están absorbiendo el crecimiento de los ingresos y la riqueza mundial a un ritmo alarmante.
Sin embargo, a los poderosos parece no importarles esto. El 4 de octubre de 2015, los ministros de los 12 países participantes en el Acuerdo de Asociación Trans-Pacífico (TPP por sus siglas en inglés), entre ellos México, anunciaron la conclusión de sus negociaciones. El TPP incluye 30 capítulos que abarcan el comercio y cuestiones relacionados con él, comenzando por el comercio de bienes y continuando con aduanas y la facilitación comercial, destinado a garantizar que el TPP cumpla con su “potencial para el desarrollo”. De esta manera, han acordado desde las cúpulas directivas de los consorcios internacionales que los países Parte del TPP se comprometan a eliminar y reducir las barreras arancelarias y no arancelarias sobre los productos industriales -sus propios productos-, y a eliminar o reducir los aranceles y otras políticas restrictivas sobre los productos agrícolas, refiriéndose obviamente a aquellos organismos genéticamente modificados (OGM) de cuya patente son propietarios.
En lugar de tener una economía que esté al servicio de la prosperidad de todas las personas, de las generaciones futuras y del planeta, afirma Oxfam, hemos creado un modelo económico que beneficia sólo al 1%. Y esto es porque una de las principales tendencias que subyacen tras esta enorme concentración de la riqueza y los ingresos es el aumento del rendimiento del capital frente al trabajo.
Para revertir esta tendencia, Oxfam formula las siguientes recomendaciones:
Pagar a los trabajadores y trabajadoras un salario digno y reducir las brechas con las remuneraciones de los altos directivos.
*Fomentar la igualdad económica y los derechos de las mujeres.
*Mantener bajo control la capacidad de influencia de las élites más poderosas.
*Modificar el sistema mundial de investigación y desarrollo (I+D) de las empresas farmacéuticas y de fijación de los precios de los medicamentos para garantizar el acceso de todas las personas a medicamentos adecuados y asequibles.
*Distribuir el esfuerzo fiscal de forma justa y equitativa.
*Combatir la desigualdad a través de un gasto público progresivo por parte de los gobiernos.
Cada una de estas propuestas, parecidas a las que ya hemos compartido con nuestros lectores de esta columna periodística Ciudadanía Económica, requerirá de un más detallado análisis que haremos próximamente.