El gato persa maulla nuevamente / Taktika - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Isla Farsi, Irán. 12 de enero de 2016. Dos buques estadounidenses desvían su curso e ingresan, por error, a aguas territoriales iraníes. Repentinamente, son cercados por navíos pertenecientes a los Guardianes de la Revolución Islámica quienes, a punta de pistola, desarman a los marineros norteamericanos, los cuales son colocados en posición de cuclillas y con las manos sobre la cabeza. Esta escena es repetida una y otra vez en los noticiarios de la Unión Americana.

Para evitar que la sangre llegue al río y salvar el acuerdo nuclear, los jefes de la diplomacia estadounidense e iraní, John Kerry y Yavad Zarif, conversan cinco veces vía telefónica. Tras 15 horas en cautiverio, los marinos norteamericanos son liberados.

Las escenas arribas descritas sirven como prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar cómo afecta a la geopolítica y al sector energético el levantamiento de las sanciones aplicadas a Irán por llevar a cabo su programa atómico.

Desde el triunfo de la Revolución Islámica en 1979, es raro que haya un periodo de tiempo en que “Irán escape de la atención de los académicos, periodistas, y diplomáticos especializados en el Medio Oriente y el Islam”1, pues Irán, liderado por el ayatolá Ruhollah Jomeini, humilló a los Estados Unidos durante la crisis de los rehenes y la fracasada operación Eagle Claw, la cual tenía por objetivo rescatar a los cautivos en la embajada norteamericana en Teherán.

Irán pagó caro su osadía pues Washington, bajo la égida de Ronald Reagan, azuzó al dictador de Irak, Saddam Hussein, para que atacara a su vecino. El punto de quiebre llegó en el verano de 1988 cuando -los ataques con misiles a las ciudades persas, las horribles bajas en el frente de batalla, la destrucción de la flota iraní por los norteamericanos, y el derribo del Vuelo 655 de Iran Air– convencieron al ayatolá Jomeini de aceptar la resolución 598 del Consejo de Seguridad de la ONU. Es decir, Irán hubo de “beber el cáliz envenenado”2.

A pesar de la derrota, Irán no renunció a su liderazgo en el Golfo Pérsico, y buscó, de manera clandestina, conseguir el arma atómica. En agosto de 2002, un grupo disidente iraní reveló la existencia de dos sitios nucleares bajo construcción. La alarma roja se encendió en los Estados Unidos, el cual consideraba a Irán parte del “eje del mal”.

A fin de evitar otra guerra en Medio Oriente -en ese entonces la Unión Americana y el Reino Unido habían invadido Irak-, Alemania, Francia y Gran Bretaña lanzaron, en octubre de 2003, una iniciativa diplomática para resolver las dudas respecto al programa nuclear persa. Cuando Barack Obama llegó al poder en 2009, implementó un enfoque multilateral en conjunto con Alemania, China, Francia, el Reino Unido y Rusia.

El 14 de julio de 2015, las seis potencias acordaron levantar las sanciones a Irán, siempre y cuando la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) verificara el cumplimiento del acuerdo por parte de los iraníes, cosa que en efecto ocurrió el pasado domingo 17 de enero de 2016.


De golpe y porrazo, Irán, “el único país que abarca las regiones ricas en petróleo del Golfo Pérsico y el mar Caspio… y cuyo litoral abarca el estrecho de Ormuz y el mar Arábigo”3, es cortejado por las potencias emergentes como China, India y Rusia.

Por ejemplo, el presidente de China, Xi Jinping, visitará la República Islámica, pues los chinos son patrocinadores de un gasoducto que pretende llevar el gas de Irán hasta Pakistán, para, posiblemente, extenderlo hasta China.

Mientras tanto, Rusia se frota las manos, pues lucrativos contratos de venta de armamento están a la vuelta de la esquina. Además, los rusos están listos para comprar los productos agroindustriales persas. Asimismo, Rusia instalará uno de sus diez centros comerciales a nivel mundial en Irán. Finalmente, Irán desea unirse a la Organización de Shanghái, organismo que aspira a ser un contrapeso de las iniciativas estadounidenses en Eurasia.

Por su parte, la India desea la pronta conclusión del gasoducto que, tendido en el lecho marino llevará el gas persa hasta Omán para luego transportarlo hasta Porbandar, en la India. Por último, Teherán y Nueva Delhi firmaron un acuerdo de cooperación bilateral, el cual enfatiza el aspecto energético.

Tal vez el amable lector se pregunta ¿Cómo afecta el regreso del gato persa al escenario mundial a México? El escribano cree que -debido a que hay un exceso de petróleo en el mercado global provocado por que Rusia ha alcanzado su tope, Arabia Saudita no ha recortado su producción, y el gas esquisto norteamericano es tenaz-, los precios pudieran bajar hasta menos de 20 dólares estadounidenses por barril.

Esto significa que la demanda global en 2016 mostrará signos de vida, posiblemente en la segunda mitad del año, ayudando a estabilizar el desequilibrio. Cosa que afecta a México, nación que depende, en cierto grado, de los ingresos petroleros.

Todo lo anterior significa que el gato persa, con sus siete vidas intactas, ha sobrevivido el embate norteamericano y, por lo tanto, su regreso afecta los mercados energéticos y a la geopolítica, regional y mundial.

Aide-Mémoire.- Cachetada con guante blanco le propinó el Parlamento británico a ese patán llamado Donald Trump.

 

1.- Hinnebusch, Raymond y Ehteshami, Anoushiravan, The Foreign Policies of Middle East States, Rienner, Boulder, 2002, p. 283

  1. – Fisk, Robert, The Great War for Civilization, Alfred A. Knopf, New York, p. 273
  2. – Kaplan, Robert D., The Revenge of Geography, Random House, New York, p. 267


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