Los egresados de La Sacra se convierten en los maestros de música de las escuelas oficiales, jardines de niños, primarias, secundarias y hasta universidades. Mientras tanto la música se deteriora, el latín se abandona en el ritual sagrado y comienza el caos.
Gustavo Meza Medina. Del libro Ad musica sacra
La Escuela Diocesana de Música Sacra se fundó el 15 de enero de 1942, desde entonces ha funcionado sin interrupción en la formación de músicos que siguen dignificando no sólo el canto sagrado, sino el canto litúrgico, razón de ser de esta distinguida y honorable institución de la Diócesis de Aguascalientes, o bien, simplemente en la formación de músicos versados en la exigente y demandante música académica. No sé cuántos maestros de música de nuestro estado trabajan en el servicio público o en instituciones privadas, miembros de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, integrantes de diferentes coros y ensambles de música de cámara. No sé cuántos directores de coros parroquiales, de músicos que han optado por la ruta de la independencia y que han decidido prescindir de todo apoyo y soporte institucional. No sé cuántos cantantes operísticos. No sé cuántos músicos de rock o de jazz que le dan toda la seriedad a estos lenguajes musicales. En fin, no sé cuántos músicos entusiastas que siguen tocando puertas en instituciones educativas en todos los niveles buscando la oportunidad de formar coros por aquí o por allá, no sólo para ganarse el pan dignamente, sino por el inmenso e incontenible amor por su majestad la música. No sé cuántos de todos ellos se han formado en la Escuela Diocesana de Música Sacra. Son más, muchos más de los que ingenuamente podemos suponer.
Sin embargo, a pesar de todo este esfuerzo de 75 años de trabajo profesional hecho con inconmensurable amor, tanto a la música como a la liturgia, veo con indescriptible tristeza cómo se sigue tratando mal al canto litúrgico. Me resulta insoportable, te lo comento a título personal como católico convencido y enamorado de mi religión, asistir a una celebración eucarística y ver a un coro de guitarras, eso sí, muy entusiastas, cantando el Agnus Dei con la música de I started the joke de los Bee Gees, y conste que esa canción me encanta, pero no en el contexto litúrgico, o ese maravilloso himno de los años 60 compuesto por Bob Dylan: Blowin’ in the wind que es todo un estandarte generacional y que es una de mis canciones favoritas, cantado en misa a la hora del ofertorio, no, simplemente me parece insoportable.
La Iglesia Católica Romana tiene una legislación muy concreta y clara respecto de cómo debe ser el canto litúrgico, no hay duda al respecto, pero el vulgar facilismo hace que estas recomendaciones que dicta la Iglesia de cómo debe ser el canto sagrado se ignoren por completo, por ejemplo, en la constitución sobre la sagrada liturgia Sacrosanctum Concillium del Concilio Vaticano II dice: “En el permitir y en el usar los instrumentos musicales se debe tener en cuenta la índole y las tradiciones de cada pueblo. Sin embargo, los instrumentos que según el juicio y el uso común, son propios de la música profana sean tenidos completamente fuera de toda acción litúrgica y de los ejercicios piadosos”, es decir, les están hablando a esos coritos de guitarras que no tienen la más mínima y remota formación litúrgica.
¿Para qué violentar las formas si se tienen verdaderas joyas en la música sagrada como el gregoriano o el canto polifónico?, lo preocupante es que además se recurre a la música popular con éxitos comerciales de artistas muchas veces desechables cambiándoles la letra para adaptarlos a la liturgia, algo realmente patético y la verdad no entiendo cómo es que algunos sacerdotes permiten semejante catástrofe. Otros, por fortuna, más celosos y cuidadosos de las formas, rechazan este tipo de expresiones dentro del templo, y es que la verdad no entiendo cómo se puede permitir, por ejemplo, un coro de guitarras o, peor aún, un mariachi en la celebración eucarística, es aberrante e indigno, independientemente de la calidad musical de los intérpretes, esto no se debería permitir, simplemente porque su ignorancia respecto a la liturgia es evidente. Te cuento un ejemplo rápidamente, me tocó ser testigo de esto y sentí el impulso de ir a felicitar al sacerdote al terminar la misa pero, bueno, no lo hice. Fui a misa a Catedral un sábado en la noche y coincidió con que había una boda, me desanimó mucho el hecho de que los músicos fueran mariachis, si en cualquier circunstancia me parecen infumables, en la liturgia menos, así que decidí retirarme. Como ya lo mencioné, esto me parece indigno para la liturgia. Ya me iba cuando el mariachi entonó el Gloria, olvidé decirte que era tiempo de cuaresma y que no se canta el Gloria, cualquier músico educado lo sabe, pero ellos no lo sabían. El padre, el padre Ramiro, por cierto, los interrumpió y les dio una rápida catequesis en un par de palabras, eso pasa cuando pones a cantar una misa a músicos de cantina.
Yo pienso que la liturgia no debe descender al nivel de los mortales, eso, a mi entender, sería, es, de hecho, un error; somos nosotros, los mortales, los que debemos ser elevados al nivel de la liturgia, por el bien de la tradición, por el bien del ritual sagrado y, claro, por el bien de su majestad, la música.
Hago votos para que la Escuela Diocesana de Música Sacra siga siendo proveedora de verdaderos cantores y coros comprometidos con las causas de la liturgia y para que todos esos coros parroquiales improvisados sin un conocimiento erudito de la música se preparen para dignificar el canto sagrado.
En total acuerdo. Al que corresponde tomar cartas en el asunto es al Obispo.