Nat Tate / Hombres (y mujeres) que no tuvieron monumento - LJA Aguascalientes
21/11/2024

“El enigma de un artista americano” es como William Boyd subtituló la biografía de Nat Tate del que sólo nos quedan diecinueve cuadros. Contemporáneo de los expresionistas abstractos y alcohólico como ellos, la suya es una de esas vidas de geniales perdedores, de artistas que, en este caso literalmente, arrojaron su vida por la borda, de biografías que se leen como una novela.

“Me tuvo media hora acorralado cantando las excelencias de un genio bárbaro llamado Tate que había exhumado en Long Island: ‘Al fin, un artista con cabeza, gracias dioooooooooos’”.

Nathwell “Nat” Tate nació el siete de marzo de 1928, probablemente en Union Beach, New Jersey. Su padre, al que no conoció, había sido, según el estado de ánimo de su madre, marino mercante, militare, pescador, pero en todas las versiones siempre terminaba ahogado, algo que afectará de un modo insospechado a toda su obra, especialmente a los últimos cuadros. Su madre murió atropellada por un camión cuanto Nat estaba a punto de cumplir dieciocho. La única asignatura en la que destacó en toda su primaria y su secundaria era la pintura y el dibujo. Tate fue adoptado por la familia Barkasian que no tenía hijos. Peter Barkasian, sorprendido por el talento de su hijo adoptivo, lo inscribió en una de las escuela de pintura más importantes de Nueva York y le proporcionaba, a cambio de ser la primera opción en la compra de su obra, un más que generoso estipendio mensual.

“Mi adolescencia fue odiosa: pajas y humillaciones.”

Los tres años, de 1947 a 1950, que pasó en la escuela de verano de Hans Hoffmann, un pintor menor emigrado pero gran docente y defensor de la abstracción, fue depurando su técnica hasta que su calidad y los contactos de su padre adoptivo hicieron que participara en varias colectivas de la exclusiva galería “Aperto”. Poco a poco, en una escena del arte dominada por Pollock y los expresionistas abstractos, fue haciéndose un nombre en el mundo del arte, principalmente entre los propios artistas sin llegar nunca al gran público a pesar de los elogios de sus contemporáneos. Es en esa época, recordando la muerte de su padre y el descubrimiento del poema fundamental de Hart Crane “El Puente” que toda su obra se concentra en la imagen del puente de Brooklyn, tema del que llega a pintar hasta ciento cuarenta y cuatro variaciones.

“Según Janet Fletzer, Nat se sintió infinitamente más cómodo con Braque que con Picasso.”

Financiado en parte por su padre, y también por la venta de su obra, comprada por galeristas y su familia adoptiva, emprende un viaje a Europa en que coincide con Picasso en una velada que deja mala impresión de los artistas para con el otro y con un anciano Braque que corrige su pronunciación de Van Gogh. Es durante ese viaje cuando aparecen sus primeros síntomas de una enfermedad psicótica, agravada por el excesivo consumo de alcohol, que le lleva a replantearse su pintura y el sentido de esta.

“Ni Mountstuart ni Feltzer volvieron a saber nunca más de Nat Tate ni de sus pinturas.”

Al regresar a Estados Unidos y al alcoholismo, característica que tenía en común con la mayoría de sus contemporáneos artistas, su psicotismo toma una forma extraña. Visita a todos y cada uno de los que poseen obra suya y la recompra o la pide prestada para mejorarla. Lo que en realidad hará con toda su obra, excepto con las diecinueve piezas que sobreviven, es juntarlas en el jardín de la mansión de la familia y prenderles fuego. Según los críticos que han intentado, mediante entrevistas con los coleccionistas que habían tenido obra suya, lo quemado era casi la totalidad de su obra, un noventa y nueve por ciento, según algunos, alrededor del noventa, según los más optimistas.


“Si el pobre Nat no había conseguido vivir la vida como un artista, se aseguró al menos de que el simbólico peso de su final fuese certero y debidamente atendido.”

Obsesionado por Hart Crane, no sólo por el puente, motivo central de la obra de ambos, sino también por su vida, el doce de enero de 1960, Nat Tate salta por la borda del ferry que lleva de Nueva York a Staten Island. Los intentos por salvarlo y rescatarlo son inútiles. En 2011, la única de sus obras que ha salido a la venta, mediante subasta, Bridge 114, se vendió en Sotheby’s por más de siete mil libras, unos catorce mil dólares. El dinero fue donado por el vendedor a la Artists’ General Benevolent Institution, una asociación de caridad que apoya a los artistas plásticos con problemas financieros. Ninguna otra obra suya ha aparecido en subastas siendo las otras dieciocho atesoradas por coleccionistas privados. Ningún cuadro de Tate cuelga en ningún museo del mundo.

“El asunto de Nat Tate comenzó el día de los inocentes (April’s Fools Day) de 1998 en una fiesta maravillosa en el estudio en manhattan de Jeff Koons. El anfitrión era David Bowie que estaba celebrando el nacimiento de su nueva editorial, 21. Mi biografía de Nat Tate era la primera de sus publicaciones y, salvo unos cuantos de los presentes, nadie más sabía que Nat era una ficción. Bowie leyó fragmentos del libro y un periodista inglés (uno de los que sabía) paseó por todo el piso preguntando a la gente y, como no querían parecer ignorantes, muchos de los presentes hablaron de Nat Tate y recordaron con cariño aspectos de su vida, exposiciones a las que habían ido y mostrando pena por su prematura muerte” (William Boyd).

 


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