Mi monitor análogo / De imágenes y textos - LJA Aguascalientes
23/04/2025

 

Esto de vivir en el siglo XXI es complicado, recuerda usted cuando era pequeña o pequeño, llegaba a casa después de la escuela, se cambiaba el uniforme e iba a comer ya a la cocina, al antecomedor o al comedor de la casa. Después, el lavado de dientes, la tarea y por fin, media hora, o si era de los afortunados una hora de televisión, antes de salir a sudar detrás de una pelota y raspar rodilla. Después de eso escuchar algo de música, regadera, cenar y a dormir. El grillete de la tecnología no estaba presente en nuestras vidas, ningún dispositivo móvil que nos alejara de nuestra realidad, lo más cercano los “mattel” de bolsillo, ¿los recuerda?

Cuando la televisión por cable sólo era posible en las casas y departamentos ricos, las mejores caricaturas, Starsky y Hutch, Patrulla motorizada y hasta Plaza Sésamo todas de estreno, seis meses antes de poderlas ver en televisión abierta. La media hora o la hora no eran tan atractivas, el “5” para los niños y el “2” para las mamás, el “4” ecléctico y el “9” supuestamente cultural, el “13” del gobierno y el “11” del Poli, qué más podíamos hacer; aguantar media hora de nana electrónica.

Y así transcurrió la infancia de muchas personas ahora mayores de 35 años, soportando sin darnos cuenta las carencias de un sistema de televisión desde entonces manipulado en sus contenidos y limitado por la tecnología. Sin nada más que hacer para pasar la vida vespertina, el recurso lúdico tenía que ver con la imaginación de cada uno de los chiquillos. Pero de pronto, casi como magia o tecnología alienígena, aparatos para acercarnos entretenimiento evolucionaron frente a nosotros, sin piedad y sin pedir permiso para invadir, fuimos víctimas de máquinas que reproducían lo que solamente en los cines se podía ver, sí, señor películas, en la sala, en la recámara, en el cuarto de televisión, en nuestros hogares. Las videograbadoras y reproductoras vinieron a cambiar la forma de consumir imágenes en movimiento; al alcance de su mano un control para poder grabar lo que veía en la aburrida televisión abierta. Mucho que aprender del fenómeno mediático de esa época, la atención se dividió entre la televisión abierta, la naciente señal por cable, los videoclubes y sin duda con las salas de cine.

Mientras los actores tecnológicos de los medios audiovisuales se ponían de acuerdo para no morderse unos a otros, la industria de la informática tomaba nota para próximamente invadir los hogares con equipos de cómputo personales; y qué me dice de las telecomunicaciones, se imagina un teléfono móvil para cada integrante de la familia, se acabarían los pleitos entre hermanos y los corajes mensuales de papá al ver la cuenta del servicio de la omnipotente Telmex.

Computadoras, teléfonos celulares, videograbadoras en formatos de cinta magnética, reproductores de video y audio en formato óptico, videojuegos, relojes, bienvenido a la era digital, llegaba el momento de ser como los Supersónicos (contextualizo para aquellos menores de 35, una serie de dibujos animados producida por los estudios Hanna-Barbera, creadores de los Picapiedra y Don Gato y su Pandilla entre otras caricaturas, que narran las aventuras de una familia del futuro) listos para las videollamadas y las bondades de la era digital.

El destino nos alcanzó y la vida como la conocemos no se acabó en el año 2000 ni en el 2012, sin embargo, seguimos tan vapuleados como siempre y atrasados en eso de la tecnología, ya lo sé, tengo que ser menos pesimista pero así ni cómo encontrar la luz en el camino.

Digo yo, con esto de la digitalización de la señal de televisión ganaremos canales, si, más entretenimiento, más manipulación, claro con mayor calidad en la imagen y un abanico ligeramente más amplio para seleccionar qué ver.

La amenaza, perdón, esto de la televisión digital data de 11 años atrás, cuando en 2004 durante el mandato del mismísimo y excelentísimo don Vicente se publica en el Diario Oficial el Acuerdo de Televisión Digital Terrestre donde claramente decía que el famoso apagón analógico tendría verificativo hasta 2021, pero de pronto, como salido de la nada y seguramente con negras intenciones ocultas (que ya no quiero ser pesimista) el esposo de Margarita dijo que para el 21 no, mejor para el 15, así como en la película de “Volver al futuro” si los gringos tendrían para ese entonces sus patinetas flotantes, nosotros por qué no tener nuestra televisión digital.


Investigando un poco más, descubrí, querido lector, que así como los Beatles tienen su Álbum Blanco, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes tiene su Libro Blanco de la Televisión Digital Terrestre, dentro del cual se apunta la necesidad de terminar con las transmisiones de la televisión analógica y transitar a la digital para que “La audiencia pueda gozar de programación con mayor calidad en cuanto a imagen y sonido, así como una mejor oferta programática, también se busca que el Estado recupere posiciones importantes del espectro radioeléctrico para su asignación a nuevos servicios de televisión o a otras de telecomunicaciones”.

Aún por verse y sin una línea clara con relación a los contenidos que se transmiten actualmente y los que se pretenden difundir.

Falta por revisar cuáles serán las condiciones para la transición a la era digital de las televisoras permisionadas, gubernamentales, indígenas, educativas y todas aquellas que su corte no es comercial y que los recursos económicos no fluyen como en las concesionadas.

No cante victoria, que por estas tierras nos falta un rato para digitalizar nuestra cultura mediática.

 

ericazocar@hotmail.com

@ericazocar

 


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