Los expendables/desechables / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Leer ese otro expendable/desechable. Entraríamos a un juego de hipocresía, si dijésemos que no leemos o leemos un poco. En realidad, aun para el analfabeta real o práctico, la vida moderna le impone una fuerte dosis de lectura de signos, símbolos, logos, letras. Cuyas figuras se convierten en mensajes directos, crudos, sin filtro alguno, intuitivos, y que pueden interpretarlos como un lenguaje de la jungla de acero y cemento. Y en fuerza de ello se les hace inconfundible un anuncio de refresco, contra otro de leche, de cigarrillos, de automóvil, de aceite, de pan y de circo. Al lenguaje escrito, codificado en letras y números, se sobrepone el lenguaje simbólico propiamente dicho, el de imágenes, colores, formas. No necesito leer estrictamente la palabra “hamburguesa” o “taco”, para entender que un establecimiento los ofrece en venta.

Otra cosa muy distinta es leer, para entender la idea a la que se refiere una cadena lingüística. Este sí es un ejercicio estrictamente dicho de codificación, decodificación y entendimiento del concepto que porta como referente. Aquí debe intervenir el acto inteligente de captar el significado que es transmitido por medio de esa voz o palabra escrita, y que finalmente son o forman parte de una convención social. La grafía de “mamá” es distinta de “papá” y sus referentes también lo son, significando a la mujer y el hombre de los que provengo como hijo-a, parido-a y engendrado-a por estos dos seres. Dos enunciaciones perfectamente distinguibles y unívocas al sujeto u objeto que designan. A partir de este ejemplo básico, las cadenas lingüísticas, sus referentes, mensajes y significados se pueden ir haciendo complejos, diferenciados, plurales, multívocos o equívocas al infinito. Es aquí donde se sitúa el verdadero reto de leer.

El autor Alberto Manguel, argentino, apunta: “Y sin embargo, en todos los casos, es el lector quien interpreta el significado, es el lector quien atribuye (o reconoce) en un objeto, un lugar o un acontecimiento cierta posible legibilidad; es el lector quien debe adjudicar sentido a un sistema de signos para luego descifrarlo. Todos nos leemos a nosotros mismos y el mundo que nos rodea para poder vislumbrar qué somos y dónde estamos. No podemos hacer otra cosa que leer. Leer, casi tanto como respirar, es nuestra función primordial” (Una historia de la lectura, traducción de Eduardo Hojman. Ed. Joaquín Mortiz 2005. Original “A History of Reading, 1996. Argentina. La última página. P. 21).  

Entender y apreciar la aportación de nuevas ideas y significados, que incrementan, enriquecen, multiplican y desarrollan nuestra comprensión intelectual, es el auténtico desafío de la lectura inteligente. Extensión respecto a la cantidad de ideas y comprensión respecto de la calidad de sus significados son los parámetros que miden el conocimiento. Nuestro conocimiento se acrecienta y desarrolla gracias a este ejercicio que generalmente es visual, sin que obste la intervención de los otros sentidos corporales. En la práctica, nuestro conocimiento es la abstracción intelectual de la realidad física o material que conforma nuestro entorno sensible y que sometemos diariamente a prueba. Ya lo decía el sabio Aristóteles, en la versión latina de su expresión: “nihil est in intellectu,quin prius fuerit in sensu/nada hay en el entendimiento que no haya estado antes en el sentido. Este dato es crucial para comprender en toda su verdad y también en toda su complejidad, el valor de leer.

“Leer en voz alta, leer en silencio, guardar en la mente bibliotecas íntimas de palabras recordadas, son habilidades asombrosas que adquirimos mediante métodos inciertos. Antes de poder utilizarlas, el lector tiene que aprender la técnica elemental de reconocer los signos comunes que la sociedad ha escogido para comunicarse; en otras palabras, un lector tiene que aprender a leer. (…) Los métodos con los que aprendemos a leer no sólo encarnan las convenciones de nuestra sociedad particular en lo que respecta a la lectura y la escritura -la canalización de información, las jerarquías de conocimiento y de poder-, sino que también determinan y limitan las maneras en que utilizamos esa capacidad de leer” (Alberto Manguel. Opus cit., Aprender a leer. P. 81).

El punto relativo al establecimiento de jerarquías de conocimiento y de poder, a causa del saber leer, es crucial para comprender que nuestras sociedades contemporáneas, provenientes de mil y un ensayos de esquemas societales del pasado remoto y mediato, tiene fundamento en la capacidad de los ciudadanos para interpretar y asimilar el peso, el sentido y el significado que tiene un pronunciamiento político -del gobierno bajo el cual está sujeto- sobre su vida cotidiana, sus intereses patrimoniales, de familia o profesionales, e incluso más importante aún del impacto sobre los propios derechos humanos de los que somos titulares originarios e inalienables. No atinar a entenderlo así, deviene en abusos y extralimitaciones del poder en turno y, por tanto, en la alienación que inicia por nuestra conciencia y concluye con nuestro bienestar o calidad de vida a los que tenemos irrenunciable derecho. En suma, aprender a leer es vital para estar informados, pero es de sobrevivencia para tener la capacidad de reivindicar el sitio y los bienes o satisfactores, naturales y económicos, a los que tenemos derecho simplemente como seres humanos que vivimos en sociedad.

Me parece que al día de hoy, en nuestra vida cotidiana, se introduce un huésped incómodo y nocivo por donde se le vea, que es la cínica retórica política que se agazapa detrás de cadenas lingüísticas supuestamente técnicas, entiéndase tecnocráticas, para imponer sistemas o modalidades de políticas públicas impúdicamente alienantes no tan sólo de las conciencias, sino de las condiciones y posibilidades mismas de desarrollo personal y social. Afrontar esta insidioso daño a nuestra esperanza de mejoramiento, de acceso al perfeccionamiento técnico, científico, cultural y de disfrute de la vida tal como debiera ser, un destino natural o artificial que provienen causalmente los modos de producción y distribución rectamente orientados al beneficio de la población mundial, en general, implica un conocimiento informado, inexcusable de ser rectamente entendido y comprendido por la ciudadanía, en su conjunto. Y éste sólo es posible mediante la lectura de los significantes semánticos que produce el poder en acto.

Leer es poder de emancipación de la sociedad civil. Leer no es un expendable/desechable. El empoderamiento resultante del ciudadano frente a su gobierno, entonces, no es graciosa o gratuita componenda, sino derecho irrestricto de reivindicación, que nace del principio de equidad social y de la justicia distributiva rectamente entendida y aplicada. Los sofismas y las excusas del discurso gubernamental, que evaden su responsabilidad universal de mediación histórica en función, servicio y atención al ciudadano, son inaceptables como lo es una falsa moneda de cambio. No constituyen divisas verdaderas, las discursivas de la eterna posposición de los resultados esperados por una ciudadanía ávida de paz, tranquilidad, bienestar, seguridad pública y eficaz gobernanza. En ello está su posibilidad de sobrevivencia.

Pero, ¡ah! Esta maldita o bendita -conjunción adversativa-, sólo es efectiva bajo condición de que los ciudadanos, sobre todo integrados en organizaciones no gubernamentales, ONG o mejor en OSC, organizaciones de la sociedad civil, aprendan a leer activamente los comunicados de gobierno, entendiendo por ello inclusive los sistemas legislativos, judiciales y ejecutivos al uso. So pena que de no hacerlo, quedemos en la mediocre situación de seres incapaces tutelados. El empoderamiento y la emancipación, dígase libertad para optar y para decidir, nacen del acto soberano de hacer exigibles los derechos fundamentales, sean individuales, sean civiles o simple y llanamente humanos.


A este respecto, la Comisión Nacional de Derechos Humanos y sus repetidoras Comisiones Estatales de Derechos Humanos están tomando tímidamente o con bajo perfil este liderazgo, de formación de opinión reivindicativa, habrá que escuchar más atentamente sus llamados, a fin de irle tomando la palabra al aparato constitucional, de que el derecho al desarrollo integral no sea una quimera o una mera utopía perennemente pospuesta, que es la falacia más endemoniada posible. [email protected]


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