Una bola de cristal es objeto que utilizaban como un instrumento para la clarividencia tribus celtas y sus grupos religiosos, los druidas, practicantes de la religión megalítica, que habitaban la región celta: la Gran Bretaña, la Galia y norte de España desde 2000 años antes de nuestra era. Durante el Medioevo en la Europa Central, videntes, magos, hechiceros, médiums, gitanos, y todos los demás adivinadores también usaron cristales para “ver” el pasado, el presente o el futuro. Así, la bola de cristal pasó a nuestros días como el objeto simbólico que representa la capacidad para predecir el futuro.
Entre proyecciones y predicciones. No se trata aquí de predecir que en el año próximo en el mundo habrá terremotos, inundaciones, cataclismos de diversos tipos, muerte de algún personaje de la política o de la farándula, porque habrá todo eso; todos los años acontecen. Lo que pretendo es proyectar. Esto es, exponer las posibles ocurrencias de eventos en materia social, política y económica, simplemente porque desde ahora son posibles, y conforme acontecen otros eventos que convergen hacia ello, aumenta la probabilidad de que ocurran.
Un evento cualquiera tiene posibilidad de ocurrencia cuando ha habido acontecimientos que lo anteceden, cuando ha habido condiciones que lo inician. Si conforme se va gestando, la atención y expectativas de las personas se centran en tales acontecimientos, éstas -la atención y las expectativas- pueden incidir en aumentar su probabilidad de ocurrencia.
En psicología y pedagogía se llama “efecto Pigmalión” al resultado de la creencia que tiene una persona respecto a otra, que puede influir en el rendimiento de ésta. Se aplica también a la ocurrencia de un suceso a causa de la creencia de alguien en poder conseguirlo. Una “profecía autocumplida”, por su parte, es una expectativa que incita a las personas a actuar en formas que hacen que la expectativa se vuelva cierta.
Si bien lo que acontecerá podría ser resultado de una especie de “efecto Pigmalión” o “profecía autocumplida”, es también posible que sea facilitado, orientado o provocado por el interés de los principales grupos de poder. Los poderes fácticos pueden hacer que algo acontezca; encauzando mediáticamente a que la gente ponga su atención en ciertos resultados esperados y se exalten los ánimos para provocar que tal cosa ocurra.
Existe ya una multiplicidad de eventos que están gestándose, que llevan a proyectar lo que ocurrirá en 2016.
Desde ahora sabemos que el Vaticano participa abiertamente en la creación de un nuevo orden económico y político mundial. Se han sentado las bases para que la política global se centre en la sustentabilidad, como palabra clave fundamental, orientando muchas acciones, legislaciones, acuerdos y tratados hacia ésta. Se han realizado acuerdos internacionales de gran trascendencia que fortalecen la capacidad de los grandes intereses monopólicos privados, incluso por encima de los intereses soberanos de los países, para concentrar aún más la riqueza. Se ha desatado una guerra de divisas con una amplia participación de Rusia y China ante un dólar que aparentemente se fortalece, pero que está herido de muerte, mientras que el euro manifiesta una debilidad que le impide ser considerado como sucesor de la divisa estadounidense en el comercio mundial. Los antagonismos exacerbados por motivos religiosos y el polvorín que representa el Medio Oriente, donde privan oscuros y muy poderosos intereses económicos, no pueden sino ser detonantes de un conflicto bélico cada vez más extenso.
En México, la actividad económica se perfila a estar regida por la caída en los ingresos por la venta de petróleo, por la débil infraestructura industrial autónoma, las desigualdades socioeconómicas y la falta de poder adquisitivo de la mayoría de la población.
Para los economistas, el oráculo es resultado de la proyección.
Habrá una marcada conformación de grupos de países con intereses encontrados. Similar a la división bipolar del mundo que se vivió en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, los antagonismos provocarán escaramuzas, escarceos y agresiones mutuas, pero en un enrarecido ambiente de cooperación internacional en lo que se refiere al comercio y el combate a esa farsa que han llamado “Cambio Climático”. Finalmente quienes con todo ello ganan no son los países, sino los poderes que están por encima de ellos, como son el monopolio financiero bancario global y los enormes consorcios que medran con la guerra, la manipulación de las ideologías y el hambre.
Se dejará caer al dólar y se fortalecerá al yuan. China se consolidará como la gran potencia económica global. En las elecciones que se realizarán en los EUA se privilegiará una contienda entre candidatos presidenciales con una agenda internacional afín a los poderes fácticos, no una agenda doméstica. De esta manera, el señor Trump podría ser removido de la lista del Partido Republicano para ser sustituido por el tercer Bush que aspira la presidencia, quien contendería posiblemente con la doña Hillary, por el Partido Demócrata. El péndulo del poder que manejan los intereses del gobierno en nuestro vecino del norte, posiblemente lleve a entregar la estafeta al republicano después de ocho años de Obama.
Con un dólar débil, al cual se tiene atado un peso debilitado por el aumento de las tasas de interés en los EUA y la caída del precio del petróleo, las exportaciones mexicanas tendrán la gran oportunidad de fortalecerse. Los primeros beneficiados de ello serán las empresas transnacionales ubicadas en el país, pero, si se sabe aprovechar el momento, las exportaciones agropecuarias, algunas manufacturas nacionales y el turismo podrían también beneficiarse. La devaluación del peso, sin embargo, pasará factura política. Aunado esto a la falta de cabal atención a problemas los problemas sociales y de justicia, provocarán serios dolores de cabeza al grupo gobernante y su partido.
Nuestra bola de cristal proyecta, no predice, más eventos que podríamos comentar en otra ocasión.
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