El 8 de diciembre de 2008, hace ya siete años, apareció mi primera colaboración en La Jornada Aguascalientes, precisamente en el primer número de este periódico que entonces nacía. Cada semana, desde entonces, he escrito en esta columna Ciudadanía Económica sobre temas económicos, sus relaciones y connotaciones en lo social y político, con un enfoque que es poco común en los artículos sobre economía en la prensa mexicana, como lo es el enfoque de derechos. Con los datos, información y referencias que me ha sido posible reunir he compartido análisis y diagnósticos sobre cómo se percibe con este enfoque el funcionamiento de las relaciones económicas y financieras en el mundo. Pero ¿para qué sirve la ciencia económica si no es para prever el futuro partiendo metodológicamente de lo conocido? De allí que, con base en esto, siguiendo la metodología con la que la ciencia económica puede realizar proyecciones racionales, me ha sido posible exponer pronósticos y explicar las bases sobre las cuales se construyen éstos.
El futuro se percibe desde ahora con muchos retos y con sucesos graves y problemáticos. En pocas semanas más comenzará el año 2016. Varios especialistas y muchas más personas que no lo son prevén un año difícil. Para prever esta condición no es necesario creer en la existencia de poderes fácticos concentrados en una perversa élite depredadora. Ni creer en que para succionar la riqueza de la población mundial ésta se vale de engaños como la creación de conflictos ideológicos y religiosos, ejecutar acciones de distracción -banderas falsas-, crear ilusiones de procesos revolucionarios, contaminar el medio ambiente, enfermar a la población, inventar soluciones y medicamentos, obstaculizar el conocimiento y el avance tecnológico, provocar guerras y vender armas simultáneamente a los grupos así enfrentados, poner y quitar gobiernos.
Basta con ver que el mundo se encuentra hoy en día enfrascado en una guerra extendida ya en varias regiones del globo involucrando a varios países -suficientes como para que el Consejo General de la ONU la considere guerra mundial-, que hay una abierta lucha por controlar el sistema monetario mundial y que los intereses particulares de importantes corporaciones privadas se imponen sobre los derechos de los pueblos soberanos.
Por todo lo anterior, creo que este espacio de Ciudadanía Económica podría aportar más ofreciendo, con base en el ya conocido enfoque de derechos, ideas, conceptos y soluciones a los problemas que se avecinan para convertirlos en oportunidades.
En primer lugar resulta importante hacer notar que en economía, la actividad superficial tiende a ocultar la tempestad que se gesta y genera en el fondo. En este mes de diciembre, el dinero fluye casi tan alegremente como lo ha hecho en el pasado en esta temporada del año. Nada parece anunciar que pudiera haber dificultades en un futuro inmediato. Por ello, si no parece que haya crisis, mejor resulta creerlo y disfrutar estos momentos. Pero para disfrutarlos mejor, más vale la frugalidad; en el futuro próximo se verá lo útil que habrá resultado esto.
Si de inversiones se trata, es momento de pensar en realizarlas ahora que se puede, incluso considerando la posibilidad de obtener financiamiento por créditos, sobre todo si se enfocan hacia actividades productivas. Si la prioridad está en proteger el patrimonio, la compra de activos financieros habrá de ser sumamente selectiva. Existen riesgos importantes y en aumento en el caso de activos relacionados con las actuales “monedas fuertes” ya que pronto no lo serán tanto. Una importante oportunidad se presenta ante lo que yo tiendo a llamar finanzas fractales. Esto es, instrumentos financieros que no se reproducen a partir de emisión monetaria sin respaldo ni con “activos tóxicos” como fundamento, como lo fueron los instrumentos financieros que se emitieron en el pasado con sustento en bienes raíces sin mercado. Un típico instrumento financiero fractal es el Bitcoin, al cual próximamente dedicaremos algunos artículos. También es preciso que más pronto que tarde la sociedad comience a desarrollar mecanismos de pago e instrumentos financieros descentralizados, lo que significa que no dependan de un garante o emisor único.
Conforme hemos vivido las crisis económicas y sociopolíticas desde el año 2001, la gente ha desarrollado una mayor consciencia respecto a no dejarse llevar por lo que dicen los medios masivos de comunicación. Especialmente a partir de la crisis financiera global del 2008 mucha gente que sufrió las consecuencias de haber confiado en el sistema financiero-monetario global tomó consciencia de la necesidad de no depender de la opinión de los asesores bancarios tradicionales.
En México, los graves eventos ocurridos en relación con la delincuencia organizada, la inseguridad y la corrupción han dado origen a una mayor participación de la sociedad civil en diversas partes del país la cual, sin ser aún un fenómeno común ni ampliamente extendido, comienza a ser reconocido como un acto necesario para la protección común y el fomento de empatía entre moradores de una misma comunidad. Es de hacer notar que existen ya encuentros llamados “conversatorios” que llevan a cabo instancias de concientización como la “Constituyente Ciudadana” o el “Parlamento Ciudadano”. Se han constituido colectivos como la red de Consejos de Participación Ciudadana y el Movimiento para Rescatar a México, que como muchos otros desde la base y de origen espontáneo construyen redes y “células ciudadanas” para la formación, concientización y organización para la información, las compras en común, trueque y trabajo comunitario.
La crisis, como la estamos viendo desde esta orilla del 2015, puede ser detonante para impulsar un cambio para bien en nuestras sociedades, de México y del mundo. Por eso confío en que Ciudadanía Económica pueda ser, desde ahora, un conducto más para aportar a la construcción de un mundo libre de odios ideológicos y raciales, donde sepamos cómo generar bienestar, reproduciéndolo de forma fractal, y compartir la riqueza sin tener que competir por ella.
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