Mariana Torres Ruiz
Para Beto Béjar, por propiciar la argumentación inteligente siempre
Una de las ventajas y desventajas de las redes sociales es que posibilitan el intercambio inmediato de opiniones sobre cualquier tema. El teatro no es la excepción. También me doy cuenta que mucho de lo publicado sale “a bote pronto” o del “ronco pecho” de los autores esperando a que algún interlocutor comente algo o, en el último de los casos, le dé un “me gusta”. Debo confesar que no soy muy afecta a participar de esos “diálogos” en torno a este tema porque siempre he considerado como principio algo que le escuché alguna vez al maestro de Tavira, la palabra es compromiso, y el ejercicio teatral merece todo mi tiempo para generar una opinión al respecto.
Por estos días uno de mis contactos, Julio Montes, un estimado colega actor que espero no me elimine para siempre, escribió un estado en Facebook sobre lo que él considera que es la Muestra Nacional de Teatro que se está realizando en nuestra ciudad; desde su perspectiva, la muestra es un sueño, una ilusión solamente, para lo cual recupera el famoso monólogo de Segismundo. Cito un fragmento de su publicación:
“¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Lamentable pero cierto, del 14 al 21 de Noviembre soñaremos que los teatros son abiertos, que los teatreros los ocupamos, que el instituto está apoyando y que la magia comenzó.
Lástima que seamos parte del frenesí y de la ilusión, que esta sombra sea ficción, que el mayor bien de la muestra sea pequeño, o que la muestra sólo sea un sueño y los sueños…
Sueños son.” (sic)
Muchas personas estuvieron de acuerdo dando su like, yo no.
La Muestra Nacional de Teatro está lejos de ser un sueño. Todo lo contrario. Este acontecimiento es echarnos una realidad bastante cruda en la cara, una realidad que para Aguascalientes es más una pesadilla, porque hay mucho teatro, sí, pero cuánto de ese teatro pasa los rigores de un discurso visual, intelectual, creativo, que sea propositivo, confrontador, bien estructurado, con poéticas claras y bien argumentadas. Al contrario, la Muestra no es ningún sueño, es un suceso tangible que nos va a permitir ampliar nuestras referencias, nuestros horizontes y despertar del sueño de creer que estamos haciendo un “maravilloso” teatro, como muchos adjetivan en sus estados de Facebook a sus propias puestas en escena.
Hace unas semanas Beto Béjar publicó en este mismo periódico un artículo (“Con la muestra que viene o tratando el teatro local”) en el que recuperaba las preguntas que Luz Emilia Aguilar Zinzer hizo a la comunidad teatral el pasado mes de agosto, algunas de éstas eran ¿qué tipo de teatro hacemos?, el teatro qué hacemos ¿de dónde proviene?, ¿cuáles son nuestros referentes?, ¿sistematizamos nuestros procesos creativos?, entre muchas otras.
El estado de Julio me hizo pensar por qué en lugar de ponernos a responder estos y otros cuestionamientos para hacer un serio ejercicio de autocrítica que tanta falta nos hace, seguimos en el discurso de que las instituciones no apoyan, no facilitan los espacios o no dan recursos. A mí más que preocuparme si los teatros nos los prestan o no, me preocupa qué teatro es el que estamos haciendo para llevar a dichos espacios. Para quienes estamos en esta faena, la reflexión tendría que ser si lo que estamos montando sostiene un discurso inteligente, poético, provocador, digo, porque estamos hablando de teatro, no de ejercicios amateurs o del espectáculo de la inmediatez que hacen pasar por teatro. Tenemos que asumir que de nuestras puestas en escena nadie es responsable más que nosotros y que el hecho de no tener acceso a un espacio escénico formal, a una beca, o un apoyo, no es pretexto para no hacer un teatro inteligente y creativo.
Por otra parte, a nadie más que a los hacedores escénicos, en lo individual primero, en lo colectivo después, nos toca decidir cómo asumimos y dimensionamos esta fiesta teatral para nuestro ejercicio artístico. ¿Qué puedo intercambiar de mi propia experiencia en las mesas redondas? ¿Con quién establezco contacto para tejer futuras colaboraciones? ¿Qué modelo de producción podría servirme en mi contexto? ¿Qué montaje me provoca a investigar sobre tal o cual creador? Son sólo algunos de los planteamientos que puedo generar después de esta vorágine teatral.
No peco de ingenua pensando que después de la Muestra el quehacer escénico local va a cambiar, no en lo inmediato. Apuesto más a que surja entre los que participamos un verdadero interés por el ejercicio de reflexión, de crítica y autocrítica, desde al argumento objetivo, pensado, sostenido por el conocimiento, y no desde el arrebato sentimentalista. Sé que muchos estudiantes de las diferentes carreras dedicadas al quehacer escénico van a asistir, en ellos cifro mucho mi esperanza, jóvenes dispuestos a escuchar, a ver, a dejarse conmover y confrontar, jóvenes que serán testigos de un acontecimiento que los mueva a hacer un teatro con discurso propio, un teatro poético, un teatro eficaz, un teatro que conmueva al corazón y al intelecto.
La Muestra Nacional de Teatro es una realidad, habrá que despertar para no seguir dormidos en nuestros laureles y trabajar mucho si queremos tener una presencia viva en la escena del país.