Escenarios de la postmodernidad / Manuel R. Millor Mauri - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Los “posts” siempre han sido sinónimo de inconformidad o reacción ante algún aspecto del orden existente. El post behaviorismo, o postmodernidad, fueron una respuesta a la revolución behaviorista de la década de 1950, que promovía la aplicación del llamado método científico al campo social y la imposición de políticas tecnocráticas.

La  postmodernidad es un movimiento de crítica de las bases de sustentación de la cultura occidental… una búsqueda y renovación de su carácter esencial, y de la transformación de las corrientes renovadoras de la sociedad, la ciencia, la filosofía, la literatura y el arte. Plantea la necesidad de reincorporar una dimensión valorativa al análisis político y disminuir el énfasis excesivo en el método científico. Cuestiona la idea misma del “progreso” como motor central de la civilización, que se trastoca en falacia por sus limitaciones y por su intromisión en el ámbito de los valores e ideologías      

El filósofo francés Jean Francois Lyotard (1924-), en su obra La Condición Post Moderna introdujo el vocablo postmodernidad y criticó la sociedad actual postmoderna por su excesiva dependencia en el dinero y en el poder de compra. En coincidencia, el sociólogo Daniel Bell (1919-2011), en su libro El Fin de la Ideología (1960), postulaba que tanto la ideología como la historia habían sido reducidas hasta la insignificancia, debido al triunfo de las potencias occidentales y el capitalismo, hecho que el politólogo Francis Fukuyama (1952-) vino a ratificar en su libro El fin de la historia y el último hombre (1992), al plantear el fin de la historia como lucha entre las ideologías, con el triunfo de las fuerzas del libre mercado y de la civilización del consumo y el derroche.

En la década de 1950, como arranque de la idea de la postmodernidad, el filósofo británico nacido en Viena Karl Popper (1902-1994) puso en circulación la idea de la “sociedad abierta” con libertades públicas, valores cívicos y corresponsabilidad ciudadana.  Y, en efecto, la postmodernidad  busca una sociedad libre y abierta, opuesta a la teleología el difusionismo, al neoliberalismo, a los centros de poder hegemónico mundial y a su Consenso de Washington de 1989.

En congruencia con lo anterior, el filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas (1929-) postula la defensa de la acción comunicativa y la democracia deliberativa, la preservación de los valores y el pensamiento crítico, y la actuación de los conglomerados sociales en los espacios de acción pública a partir de una multiplicidad de “racionalidades locales.”           

La factibilidad de esta “sociedad abierta” depende, en última instancia de la disminución de la desigualdad y la asimetría en las  expresiones sociales, la búsqueda del bienestar colectivo, y la defensa de valores tales como la tolerancia, la libertad y la crítica, y la promoción del pluralismo político. Esto, en contra del fin exclusivo de lucro desenfrenado que postulan el capitalismo “salvaje” y la globalización, que es hija del mismo.

Los valores e ideologías, en su forma inadulterada, son la manifestación de que una sociedad está viva y es viable, como decía en su obra Amor y Pedagogía (1902), Miguel de Unamuno (1864-1936), que reprobaba al cientificismo, la tecnocracia, y la desvirtuación de la pedagogía, que dejan a un lado e incluso niegan la espontaneidad y el amor. La educación, afirmaba, crea valores, edifica humanamente a la juventud y hace hombres libres.  

Ahora es imperativo para la supervivencia de las sociedades de América Latina, con un papel y un destino comunes, crear sus propias luces. Convertir la crítica de la postmodernidad en un cambio para bien de nuestros pueblos. Tomar su realidad, como punto de partida, para generar su propia visión de la vida, de la filosofía, de la cultura y de la civilización.  


El lado siniestro de la globalización se ubica en la confluencia de tres tendencias incontrovertibles: la desigualdad socioeconómica; la imposición de una democracia prefabricada, siguiendo el patrón anglosajón; y la desavenencia con los valores y las expresiones culturales de cada pueblo. Éstas han generado una “crisis de civilización”.

La desigualdad es un hecho, confirmado por cifras irrefutables y contundentes de organismos internacionales, tanto a nivel mundial como en países tales como Estados Unidos y México.  

En palabras de la escritora francesa Viviane Forrester (1925-2013), en su libro El horror económico (1996), la globalización ha traído consigo  “…algo peor que la explotación de los hombres… el hecho de que ahora millones de seres humanos ya no sirven ni siquiera para ser explotados”.   

En conclusión, la globalización y el modelo neoliberal que le da sustento tienden una cortina de humo que oculta las promesas insatisfechas de un mundo empeñado en la búsqueda del lucro y  la prosperidad por las fuerzas del mercado. Esto no sólo sofoca el progreso económico, sino que se convierte en una verdadera amenaza para la estabilidad social y política y socava las bases para un desarrollo sustentable.  

 


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