Hoy quisiera aprovechar la oportunidad que da este medio de comunicación para reflexionar acerca de la violencia masculina. Sus causas y efectos devastadores. Y cuando hablo de la violencia masculina lo digo fundamentalmente en aquellas actitudes y pensamientos que hacen que un varón tenga constantemente que asegurarse de estar probando su fuerza varonil, su ira y desde luego una y otra vez romper sus propios límites de violencia que siempre tienden a aumentar.
Lamento mucho, al igual que una muy buena parte de la ciudadanía, la muerte del joven Luis Rodolfo Mariscal López, quien fue víctima de la violencia que los dos jugadores del equipo Necaxa, Alejandro Molina Núñez y Luis Antonio Gorocito Resende, cometieron contra su persona llevándolo a un estado muy crítico de salud que culminaría en la muerte.
Triste noticia recibimos la tarde del martes cuando se dio a conocer su fallecimiento porque de alguna manera la gente y desde luego su familia esperaba que su misma juventud le diera la oportunidad y la fuerza para seguir viviendo, pero las cosas no fueron así y Luis Mariscal hoy es una víctima declarada de la violencia machista.
No sólo las mujeres mueren asesinadas por varones iracundos en crímenes perversos, también los hombres mueren así en una noche que deciden salir a divertirse, pero en la jauría social hay quienes constantemente tienen que mostrar que son “verdaderos hombres” y salen a acosar a mujeres. Escuchaba la narración de un reportero que transmitía en vivo desde el Hospital Hidalgo la noticia del fallecimiento de este joven y decía que había muerto por aquel traumatismo severo de cráneo, que pues se había metido con esos dos bravucones quienes con ventaja lo habían golpeado y eso es cierto en una parte, pero hay otra parte necesaria de analizar, él muere como consecuencia de la agresión que los dos futbolistas cometen contra una joven a quien comienzan a acosar, él intenta poner un alto a una actitud profundamente machista y desgraciadamente, común en la sociedad, el acoso callejero que supone que todas las mujeres son para apropiarse, que a todas se les puede abordar de la forma que sea y que ellas deben ser materia dispuesta. La joven Susana Griselda López García es también agredida por los jugadores, ella debió soportar sus insultos y falta de respeto y después mirar cómo golpeaban a los otros dos jóvenes que intentaron defenderla. Luis Antonio muere por una situación extrema de acoso callejero, porque dos machos futbolistas creen que hay que obligar primero a las mujeres a soportar sus insultos y luego someter a otros hombres que no están de acuerdo en ser cómplices del acoso; muere porque la violencia machista castiga a mujeres y a hombres que buscan frenar su conducta, matando a quienes no se rinden mediante la complicidad masculina.
Por esos días de agosto mes en que ocurrieron los hechos de violencia, salía el director técnico del equipo Miguel de Jesús Fuentes a “defender” a los jugadores, diciendo que son los medio de comunicación quienes han sobredimensionado la trifulca que llevó a los futbolistas del Necaxa a la cárcel. ¿Qué pensará ahora Miguel de Jesús Fuentes? Hubo exageración o no por parte de los medios de comunicación, hubo o no exageración en la indignación de la sociedad hidrocálida. Y así es como la complicidad machista funciona. Incluso hay algunos otros varones que en las redes sociales dicen que pues así son las peleas, ese es el riesgo que corres cuando entras en el lenguaje de los puñetazos; sin duda hay una naturalización de la violencia masculina que da terror. Minimizar los hechos o hacerlos naturales realmente está costando muchas vidas.
Por otro lado el club Necaxa, equipo para quienes jugaron los homicidas de Luis Rodolfo Mariscal, no ha apoyado en nada a la familia afectada ni en su momento al joven agredido. Millones cuesta ese equipo, los jugadores la noche de la agresión manejaban un MBW pero de la responsabilidad moral de quienes ostentan ser un ejemplo para la niñez, para una vida saludable lejos de la delincuencia, las adicciones y la violencia, para el equipo deportivo sencillamente no pasó nada, no asume ninguna responsabilidad moral sobre los actos y en sí sobre el asesinato que dos de sus jugadores cometieron.
Sin duda las leyes son una cosa y la justicia otra, lamentable pero cierto, porque lo justo es que el equipo asuma la responsabilidad que le toca por no hacer un trabajo más allá de lo físico y lo técnico futbolístico, porque su discurso de la no violencia, el deporte como estrategia para alejar a los jóvenes de la delincuencia y demás palabrería que se compran hasta hoy no ha respondido a los actos desmedidos que cometieron sus jugadores y la falta absoluta de solidaridad hacia la familia afectada, hacia la afición que, aunque muy poca, aún pisa el estadio donde juegan.
Ese es otro de los signos de complicidad masculina con la violencia, ese desinterés, ese escudarse en las leyes sin asumir la ética que conlleva ser parte voluntaria o involuntaria de un acto trágico y doloroso para una familia y para la sociedad. Hacerse a un lado ante estos hechos no es la mejor respuesta de quienes se dicen comprometidos con el deporte y el desarrollo de la niñez, la juventud y de un país, es ser cómplice de la violencia machista que diariamente cobra vidas de mujeres y hombres que de una forma buscaron gritar su ya basta al acoso callejero.
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