Para los mexicanos el fin de semana pasado fue nuestro Black Friday pitero, cuando hay escenas ridículas en las cajas de los clubes de precios con gente comprando televisiones de panel plano como si fueran el oxígeno necesario para una era inhóspita. Cosa que es una estupidez ya que electrónicos es una categoría donde a menos que sean artículos descontinuados, reensamblados o con falla, nunca tienen una oferta real en los retailers nacionales. Menciono todo eso porque es importante recordar que las marcas no son nuestras amigas, no como un mensaje rojillo, sino porque en verdad no hay nada más falso que un descuento u oferta; se crea una necesidad para algo que no buscabas comprar bajo el supuesto de que posteriormente no existirá dicho artículo en el precio “barato”. Y si hubiera cultura pop que te cambia la vida, aunque sea en algo mínimo, definitivamente tendría que ser Mr. Robot.
Ya en otra ocasión hablamos en general sobre la serie, pero el mensaje que me sigue dando vueltas es su pastiche tipo Fight Club y que más que englobarse en cuando los protagonistas destruyen el sistema económico, lo veo en una triste secuencia donde se aprecia a un compañero de trabajo del protagonista, Elliot, revisando sus deudas en la computadora pero pensando la manera de comprar más cosas [que no necesita] o incluso ganar más dinero por medio de apuestas. Para mí fue desolador, porque hay una edad antes de tener hijos (o conozco gente que también después) en la cual te llenas de plásticos, discos y objetos bonitos que no debiste comprar y no tienen un significado real. ¿Soy de esos chavorucos que dicen gasta en experiencias no en cosas? Tampoco, porque hay cosas útiles donde vale la pena gastar, como unos buenos audífonos o una televisión de calidad (ja, pero no en el Buen Fin) o hasta en cosas obvias, como una buena educación, libros y seguirse preparando. Eso es una cosa, lo otro es coleccionar tenis que nunca te vas a poner y chamarras para el closet porque en tu clima rara vez hace frío pero estaba barato, goey.
En una tienda departamental vi a una señora tratando de encontrar la manera con la cajera en que pudiera sacar unas cosas del Buen Fin aunque fuera hasta fin de mes en la revolvente. Es decir, ya debía al límite de no poder comprar más pero quería comprar más cosas. No estamos hablando de frijoles y arroz, sino la zona de zapatos de Liverpool. Si bien sobran ensayos acerca de cómo las marcas no son nuestras amigas, Mr. Robot lo ejemplifica de gran manera con el pesar de varios personajes por las deudas o lo estúpido que se vuelve el querer más dinero solamente para seguir igual de endeudado pero tener más cosas que quien tiene menos dinero.
Normalmente vemos series como Friends donde los personajes visten bien (para los noventa) y viven en departamentos de ensueño que no podría costear la asistente de Ralph Lauren, una chef, o un maestro de arqueología. En Mr. Robot es como la vida, todos tienen deudas o pesares económicos y es una constante que guía su vida. Algunos deben la tarjeta, otros la carrera universitaria y unos más están al día. Hasta los ricos en dicha serie siempre quieren más y se sienten miserables al compararse con los que están arriba. Al final es un rollo aspiracional hasta el cansancio, teniendo la libertad a la vuelta de la esquina… si no se tienen deudas.
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