Por Jaime Villasana Dávila
En 2006 decidí hacer mi doctorado en el país Vasco porque en ese momento era una de las pocas regiones democráticas donde un movimiento secesionista y regionalista estaba vivo.
Me interesaba experimentar de primera mano ese entorno y compararlo con lo que por esos años sucedía también en México; el incremento del sentimiento regionalista derivado del derrumbe del sistema presidencialista y el empoderamiento de los gobernadores, algunos de ellos ejerciendo un discurso regionalista (Humberto Moreira, Coahuila) o creando instituciones representativas de su región (Natividad González Parás, Nuevo León, y el Museo del Noreste, Monterrey).
Y quién iba decir que ocho años después el país Vasco está más o menos estabilizado (pero sin seguir renunciando a su sueño), mientras que Cataluña ahora está en ebullición y poniendo en duda a la España que conocemos, cuando en ese entonces poseía un nacionalismo dormido.
Esa ebullición no es por obra de magia. Tiene dos componentes. El primero es el histórico. Cualquiera que lea un libro de historia sobre España podrá interpretar que esa nación es un colectivo de naciones (o reinos) que existieron tiempo atrás. Pudo amalgamarse en paz durante buena parte del siglo XIX y luego a partir de la muerte de Franco.
El sentimiento nacionalista en sus naciones nunca murió. Siempre estuvo y ha estado ahí. Por lo tanto el nacionalismo catalán o vasco no es una invención como muchos dicen. Una invención es crear un nacionalismo en Aguascalientes o Coahuila, pues nunca fueron naciones en el pasado.
El segundo componente es político y está en función del momento que se vive, en este caso en España. Si España estaba en crisis entonces el nacionalismo tomaba aire y con ello lo político también. Y así sucedió luego del 2008.
Este es un fenómeno que pasa en cualquier país con características similares o incluso diferente, como en México.
En lo político el conservador presidente Mariano Rajoy ha fallado rotundamente. Todo esto pudo desactivarlo uno-dos años atrás haciendo las reformas constitucionales respectivas. Luego tuvo otra oportunidad cuando los líderes catalanes le pidieron hacer un referéndum conjunto, tal como aconteció en Reino Unido (RU) un año atrás bajo el mandato del también conservador David Cameron.
Hoy existen en España y Cataluña dos bandos no legitimados. Además tóxicos y poco racionales; un Rajoy que polariza y un movimiento secesionista que no cuenta con una mayoría ciudadana para seguir adelante.
Los españoles deben aprender a administrar sus nacionalismos como hacen Canadá o RU y no tratar de eliminarlos, pues esto nunca sucederá aún bajo dictaduras como la de Franco.
Ojalá aprendan esta vez la dolorosa lección. España no lo merece.
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