La ciencia ficción sobre los viajes en el tiempo funciona con base en paradojas, sobretodo relacionadas con las contrariedades que habría entre pasado y presente de alterarse el primero, en este sentido se pronunciaron los primeros cuentos y novelas sobre el género, en especial la maravillosa y parteaguas La Máquina del Tiempo de H.G. Wells, un libro que además de hacer una crítica sobre las clases sociales, fija la regla de que no se puede cambiar el presente viajando al pasado, si esto trae como consecuencia una situación incompatible. En esta clase de interpretación sobre los viajes, las reglas funcionan por sí solas, se imponen de tal suerte que nunca se puede alterar el tiempo, el propio sistema lo evitará. Por ejemplo, de la obra literaria existe una buena readaptación cinematográfica dirigida en el 2002 por el bisnieto de Herbert George, Simon Wells, en ella, ante la muerte de su prometida, el protagonista inventa la máquina del tiempo viajando al pasado para salvarla, enfrentando la paradoja de que si la salva no existiría tal aparato, luego, haga lo que haga siempre morirá la chica.
Otra línea o interpretación de los viajes al pasado considera la posibilidad de alterar el presente con los actos del pasado, de ahí que una de las reglas a las que se enfrentan todos los viajeros es precisamente no alterar nada so riesgo de sufrir sus consecuencia en su regreso, en lo personal en esta tesitura me encanta el cuento de Ray Bradbury El ruido de un trueno, la sobrecogedora novela de Connie Willis sobre un viaje a la época de la peste negra El libro del día del juicio final y por supuesto el clásico de clásicos del cine de viajes en el tiempo, la trilogía del director de culto Robert Zemeckis Volver al Futuro. En todos estos casos la regla está comprometida con el viajero, porque puede alterar su presente generando consecuencias graves, incluso hasta su misma desaparición, por ello la norma no sólo es de carácter físico, hay un sentido ético de no modificar lo que les depara en el futuro, pensemos por ejemplo en la primera parte de la trilogía donde el Dr. Emmett L. Brown del pasado insiste una y otra vez a Marty que no le revele ningún dato del futuro, no sólo para no alterarlo, sino además como una especie de compromiso con su actividad científica.
Zemeckis es también responsable de otros clásicos de nuestra generación, en especial la siempre maravillosa Quién engañó a Roger Rabbit y Forrest Gump, pero estoy seguro que todos nos quedamos en definitiva con la trilogía de los saltos cuánticos, entre comedia y ciencia ficción, la primera aparte nos marcó en definitiva, en especial escuchando esa pegajosa The power of love, enamorados de Jenny y odiando con odio jarocho a Biff; la segunda parte nos sorprendió entre hologramas, patinetas y autos voladores; la tercera y última nos decepcionó un poco, aunque chafita, el homenaje al western vale la pena, sin embargo palidece frente a sus antecesoras. La trilogía es imperdible, los detalles de la historia, en especial la forma de hilar los pequeños y grandes vínculos histórico-temporales de los protagonistas, por supuesto que nos engancha.
Verla hoy en día hace un viaje histórico en un doble sentido bastante interesante: no es sólo ese collage de historias temporales, sino además recordarnos en aquella época, entender lo que considerábamos moderno (la camioneta que sueña Marty) y verlo hoy ya como objetos de bazar, como una lejana época en que vivimos de niños ¡y pensar que Mcfly tendría hoy en día casi 50 años! Pero además quienes amamos a la guitarra eléctrica como ese instrumento fundamental de la música del siglo pasado, no podemos dejar de identificarnos con los rifs de The pinheads y toda la referencia a los grandes, Van Halen o Chuck Berry. A treinta años de su salida a la pantalla grande, los fans nos seguimos maravillando, los afiches pululan: conciertos, Deloreans en escala (yo tengo la versión de Hot Wheels) y por supuesto que nos volvemos locos pensando en poder obtener una botella de la original Pepsi Perfec. En suma, entre reglas intertemporales y principios éticos de la ciencia, Volver al futuro, aun en su perspectiva de blockbuster, es un clásico del cine noventero al que vale la pena recordar.