Hace algunos Banquetes, no recuerdo exactamente cuántos, pero sin pretenderlo entré al tema del periodismo y la literatura en el rock, pero ese no era el menú para aquel Banquete, así que lo dejé a un lado, pero con la espinita ahí, recordándome constantemente que tenía ese pendientito qué atender, así que ahora te pongo a la mesa el tema de las plumas mejor calificadas y más versadas, a los críticos más punzantes en el amplio horizonte del rock hecho en casa, no digo rock nacional, porque eso implica un compromiso mayor, del que, por supuesto, me encantaría ocuparme en alguna otra ocasión, así que dejo este otro pendiente en el tintero y nos ocupamos en esta ocasión de recordar algunas de las plumas más influyentes dentro del periodismo cultural y la literatura, concretamente en el tema del rock.
Cuando todavía no hemos llegado a los 20 años de edad, no tenemos muy claro de qué se trata el asunto, para quienes nos gusta el rock, y más que eso, entendemos el rock como un artículo de fe, esta música es algo así como un carnet de identidad, es como tus signos vitales y es algo tan propio como nuestras huellas dactilares, pero nada más, nos sentimos identificados con este lenguaje musical y ya, no pasa nada, pero el mismo interés en el rock te va llevando hacia diferentes lugares, la necesidad de estar informado, de mantenerte al día, cosa no tan fácil en los primeros años 80, nos lleva, a los que tenemos ese interés, a buscar fuentes de información, y así se van descubriendo, poco a poco, revistas, periódicos, y todo tipo de publicaciones que de alguna manera ayuden a entender mejor lo que escuchamos o nos ubiquen con precisión en el contexto de tal o cual grabación y poco a poco nos vamos enterando que dentro del periodismo y de la literatura, hay verdaderos profesionales y que son una indispensable fuente de información para quienes gustamos del rock.
Allá por 1978 o 79, yo con mis 15 o 16 años, empezaba a adentrarme más en este inagotable mundo del rock, cada vez que escuchaba un nuevo disco o leía algún de tal o cual agrupación, sentía una necesidad inaplicable por conocer más. Compraba la revista Conecte y la leía con una ferocidad ejemplar, leía artículos de grupos que jamás en mi vida había escuchado como Tygers of Phangan y otros que yo no conocía, eran grupos ya consagrados como Jethro Tull, Rush, Cactus, o Allman Brothers Band, pero para mí eran nuevos y los estaba descubriendo. Recuerdo los artículos de José Luis Pluma y sus críticas a algunas bandas locales de aquella época, o sus reseñas de conciertos, algunos comentarios punzantes y fuertes lo que sin duda le ganó algunas enemistades, no sé realmente si su pluma era objetiva o tendenciosa, no lo sé en realidad, pero sí sé que por aquellas críticas, tuve la oportunidad de acercarme a varios grupos legendarios que, sin embargo, para mí, a mis 15 años de edad eran desconocidos.
Digamos que la revista Conecte, conocida sin duda por todos los roqueros de mi generación, fue mi primer acercamiento al periodismo elaborado a partir del rock, después vino la lectura de algunos escritores especializados en la materia, recuerdo haber leído, todavía en la adolescencia, Las Jiras de Federico Arana en un libro editado por la SEP en la serie de Lecturas Mexicanas, una colección extraordinaria y verdaderamente alternativa de la literatura en México, me hice de una buena cantidad de volúmenes de esa misma colección.
En alguna de esas frecuentes visitas a librerías de textos usados que tanto disfrutaba, me encontré con Huaraches de ante azul, también de Federico Arana, una colección de cuatro volúmenes imprescindibles para quien tenga algún interés en el rock mexicano, me los devoré como si de caramelos se tratara.
Un poco después conocí a dos de los que considero más importantes, Víctor Roura y José Agustín, la lectura de los ensayos, novelas y cuentos de estas dos hábiles plumas impactaron fuertemente en mi ánimo, de Roura recuerdo un par de títulos que leí hace más de…,no sé hace cuánto, pero su recuerdo es fresco, de hecho creo que volveré a leer Polvos de la Urbe, inspirado en el roquero Diego Iturrigaray, quien como Rockdrigo, también murió en el terremoto del 85, verdadero periodismo cultural. También de Roura tengo presente aquel libro llamado Y los vecinos tocando.
José Agustín ha sido un referente en mi vida, es llevar el rock a la literatura, obras como La tumba, Final en laguna, El rock de la cárcel, La nueva música clásica, El rey se acerca a su templo, Cerca del fuego, y no sé cuántos títulos más han sido parte de mi vida. Tuve oportunidad de conocerlo y de charlar con él un par de veces, lo vi en un ciclo de conferencias organizado por la UAA allá por 1986 llamado Latín, caldera de idiomas, con sede en el Museo Aguascalientes, él habló sobre el lenguaje coloquial en la literatura, muy apropiado sin duda para su perfil. Después lo entrevisté en una presentación que tuvo en una feria del libro hace ya muchos años en donde se presentó cuentos cortos y poesía libre dentro de un concierto de Real de Catorce.
Finalmente, Juan Villoro me enseñó, me dio cátedra con su libro Tiempo transcurrido, de que era posible hacer literatura a partir del rock.