Sabiamente se ha dicho que “no hay plazo que no llegue ni deuda que no se pague”, y en efecto, nos encontramos inmersos ya en dos procesos electorales; el primero, que habrá de reponer la jornada del 7 de junio en el Distrito 01 y el segundo, que guarda especial interés por los aguascalentenses, porque es en el que se habrán de renovar los poderes Ejecutivo, Legislativo, y las 11 alcaldías.
Una vez más, estarán a prueba la responsabilidad y voluntad ciudadana, el proceder ético y legal de autoridades y quienes están involucrados en la organización de los comicios, y la alta encomienda de los partidos políticos, por convencer con la propuesta positiva y dejar de lado descalificaciones y todo lo relacionado con la guerra sucia.
Comúnmente escuchamos las expresiones desde la propia sociedad, sobre el rechazo a la clase política, el descontento con las formas de gobierno y sus resultados y la poca aceptación a los partidos políticos y sus estrategias.
Es por ello que se vuelve necesario entender ese sentir de los mexicanos para dar paso a un ejercicio de competencia que realmente construya democracia y con ello, constituir una ciudadanía que exija y avale hechos, es decir, que legitime los gobiernos que eligió.
De ninguna manera estoy refiriendo condiciones utópicas o ajenas a esta nación. Por el contrario, se trata de un ejercicio constituido en la ley, que basta aplicarla correctamente para poder transitar también en la gobernabilidad.
Representan además los deseos de todos los mexicanos, de la presente generación como de las pasadas. El escenario democrático ideal ha sido la búsqueda de mujeres y hombres por el que incluso se derramó sangre y entregaron todas sus energías.
Y quiero referirme a un personaje en particular: se cumplen 26 años de la muerte del ilustre inspirador Manuel J. Clouthier, nuestro apreciable -Maquío- como respetuosamente le conocimos, y quien puso sus virtudes al servicio del bien común y fue capaz de mostrar la solidaridad que distingue a los seres humanos sensibles.
En un momento crucial de su ejercicio en busca del mejor desempeño de la nación, dijo con firmeza: “mi lucha no es para que tú creas en mí y en mis sueños, sino para que tú creas en ti y en tus sueños y luches por ellos. Cuando hayas aprendido esto, habrá terminado la misión de Maquío”.
Sin su presencia física, su legado debe seguir siendo referencia para los panistas y en general para los mexicanos de las distintas identidades partidistas, en el propósito de alcanzar el bienestar de la nación.
Con profunda tristeza observo que esa aspiración de Maquío no se ha concretado y peor aún, estará lejos de alcanzarse mientras permanezcamos como una sociedad desunida y atendiendo sólo los propósitos individuales.
Juntos, debemos estar dispuestos a enfrentar los abusos del poder. A respaldar las normas de la convivencia y exigir que, quien gobierne lo haga para todos y no solo para beneficio de él mismo.
La gran diferencia del sueño de Maquío, con lo que hoy vivimos es que se toman decisiones sin importar al país; decisiones que solo van encaminadas al beneficio de unos cuantos, de las burbujas y los personajes en el poder, de las grandes empresas que sólo se constituyen en monopolios y no dejan crecer económicamente a este país.
Padecemos un sistema donde prácticamente todo se acuerda y se consensa a espaldas del pueblo, para dar eternidad a los cotos de poder.
Con toda razón alguna vez dijo: “solo está derrotado aquel que ha dejado de luchar”. Creo que en este momento pareciera que ya dejamos de luchar. Que los problemas del país sólo los abordamos en corto, en reuniones de partido o familiares pero no hacemos algo por organizar a la sociedad y en verdad luchar.
No debemos seguir dispuestos a permitir que los gobiernos irresponsables se salgan con la suya ni tolerar que las instituciones se sigan corrompiendo.
Fue justo en el monumento a Manuel J. Clouthier en Pabellón de Arteaga, el primero que se construyó en su honor en el país, donde tuve la oportunidad de sugerir un reencuentro como sociedad para ese rumbo que históricamente demanda el país.
Hago un paréntesis porque se trata de un monumento que guarda mucha historia, logrado bajo la tensión de la represión, que por cierto no logra erradicarse. Una semana previa a su muerte, estuvo Maquío en Pabellón de Arteaga con mucho éxito en cada colonia y comunidad que visitó.
De la misma población surgió la idea de tener esa imagen, lo cual provocó el rechazo del gobierno en turno. Luego de la donación del terreno por una particular y del constante encarcelamiento de los albañiles pudo concretarse un año después, justo el 1 de octubre de 1990.
La historia de esta significativa obra está escrita y conservada en un envase, el cual forma parte medular su cimiento.
Situaciones así, nos deben llamar para que no sólo sea un sueño el México democrático e incluyente y se convierta en una realidad para todos.