Cierto personaje detestable de los medios en Aguascalientes hace años ganó un premio de periodismo (de esos que cuestan) por un performance llamado Vil Brother, en dónde metió a vivir a políticos locales dentro de una casa de interés social “para que vean como le sufre la gente”. Hasta ese proyecto perverso de arte (el programa diario del mencionado), tiene más valor que Big Brother. Ya sea en 2001 o en 2015. Y las audiencias lo saben.
El reciente revival del Gran Hermano sufre por rating en un año dónde las audiencias tienen más opciones que nunca. Tanto en la competencia de tele abierta, como los dos mil canales de cable, ni hablar de los vloggers y YouTubers o simplemente perderte en el mar de blogs, twitter y sitios de lecturas al alcance de una liga compartida. ¿La única razón del fracaso es que hay demasiada oferta y los mismos ojos? No tanto, las finales de futbol mexicano siguen siendo éxito, así como los estrenos de películas de hace dos años los domingos por la noche. Igualmente las telenovelas o programas de variedad.
¿Estamos notando el patrón? Los espectáculos deportivos en vivo y la televisión con guión no pierden lugar, pero sí la fantasía de ver gente común haciendo nada. Es así como Big Brother VIP fue el éxito que nunca pasó con la versión regular. Mínimo hay morbo viendo a las celebridades en una situación extraña. De hecho esa es la base de los horrendos programas del domingo acerca de actores de quinta bailando, contando chistes o preparando sketches. Los mal llamados artistas, brincando y haciendo el ridículo. Nada es espontáneo, todo es planeado. La casa de petri que intentan hacer en Santa Fe no pertenece a este tiempo, donde si queremos chismosear en vidas ajenas basta ver un Twitter, Periscope o hasta las fotos de Instagram de alguien que ubiquemos. Para ser morbosos no se necesita Sky.
La predicción de Andy Warhol, que en este momento exacto me arriesgo a que sea una de esas frases mal habidas de la red, acerca de los 15 minutos de fama para todos en el futuro ya ha sido real y no por los reality shows. Ya todo es un reality show. Los canales de cable acerca de cultura, viajes y estilos de vida ya más bien son documentales super producidos acerca de profesiones no tan comunes. Que si de la MILF que cuida perros de pelea en un terrenote, que si el repostero más reatudo de New Jersey, que si el experto en bodas, que si la mujer de 30 kilos en su proceso para curarse de la anorexia. Hasta Jersey Shore tiene más intención que Big Brother, el tema es un documental sobre douchebags con menos cerebro que el promedio de la humanidad.
Lo mejor que ha salido de Brother es una serie británica llamada Dead Set, situada en la casa con los concursantes. La trama va de que hubo un holocausto zombi y algunos de los pocos no infectados precisamente se encuentran encerrados en un experimento televisivo. Se dan cuenta que algo anda mal y es así como tienen que combatir ese nuevo mundo. Solamente son cinco episodios y obviamente está realizada a la usanza británica, de larga duración y valores de producción al estilo de Sherlock.
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