Un vistazo al “modelo perdido” - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Por Manuel R. Millor Mauri

 

En su libro México: Transición y Cambio (1993-1997), el distinguido historiador Romeo Flores Caballero menciona que: “Tal como Marcel Proust, en su obra En Busca del Tiempo Perdido, los mexicanos estamos en búsqueda del modelo perdido”. Proust (1871-1922) recurre al poder de evocación de la memoria instintiva que se halla en la confluencia entre el pasado y el presente. Al igual que Proust entonces, México está hoy en día en busca de un modelo de desarrollo que funcionó con efectividad por varias décadas.

En el presente, quizás como nunca antes, sentimos la necesidad de retomar los elementos clave del “Nacionalismo Revolucionario,” de “retornar” a los orígenes, a los preceptos de nuestra Constitución de 1917, porque ahí se fincaron las bases del proceso de desarrollo. De descifrar las causas de la profunda crisis económica que nos ha agobiado por décadas. ¿Dónde erramos el rumbo del proceso de desarrollo? ¿En qué bifurcación del camino pensamos hallar un atajo que resultó contraproducente, para llegar a las metas de la democracia y la justicia social?

Una serie de hechos históricos conformaron el modelo del Nacionalismo Revolucionario:

  • La Constitución de 1917, que encarnaba la doctrina revolucionaria de que el bienestar común tiene precedencia sobre los derechos individuales;
  • La fundación, en 1929, del Partido Nacional Revolucionario (PNR), por Plutarco Elías Calles, que marcó el punto crucial en la vida política de la nación, en sus tres fases:  
  • PNR, entre 1929 y 1938;
  • Partido de la Revolución Mexicana (PRM), entre 1938 y 1946; y,
  • Partido Revolucionario Institucional (PRI), de 1946 al presente.
  • Desde sus inicios fue un partido moderno e incluyente, cuya legitimidad emanaba de la incorporación de las grandes masas de la población al proyecto nacional;  
  • En sus tres fases, el Partido de la Revolución Mexicana aglutinó en forma exitosa a las diversas fuerzas políticas del país y las  integró a una organización  de amplio espectro. Se lograron la estabilidad política y el desarrollo económico, se superaron el caudillismo, el caciquismo y el autoritarismo, se transformaron las estructuras sociales, se abrió una opción civilista para el país y se avanzó en la promoción de la justicia social;
  • El apogeo de las reivindicaciones revolucionarias, durante la presidencia de Lázaro Cárdenas entre 1934 y 1940, que amplió el margen y la capacidad de acción del Estado mexicano;
  • Y la realización del concepto de “economía mixta,” fórmula que surgió de las condiciones operativas propias del país en las décadas de 1930 y 1940, y que tuvo su apogeo en las de 1950 y 1960, con el llamado “desarrollo estabilizador,” o “milagro mexicano” entre 1950 y 1970.

 

Hasta fines la década de 1940, relata Flores Caballero, los gobiernos mexicanos se comprometieron a “…promover el crecimiento económico como prioridad, principalmente a través de la industrialización, como medio fundamental para alcanzar la estabilidad política, el bienestar social y el progreso educativo y cultural… una intervención estatal selectiva, a través de diversos mecanismos de inversión pública y el control de los sectores estratégicos de la economía. Esto permitió sostener índices de 6.2% de crecimiento del PIB y de 9% de crecimiento del sector industrial, hasta 1970… el gobierno mantuvo una participación permanente en el ámbito social, especialmente en los rubros de la educación y la salud”.

Resulta ilustrativo plantear algunas cifras comparativas sobre los gobiernos de la Revolución Mexicana, entre 1934 y 1982, y el Neoliberalismo, entre 1982 y 2012.  

Por un lado, se encuentran los gobiernos de la Revolución Mexicana (GRM), entre las presidencias de: Lázaro Cárdenas (1934-1940) y de José López Portillo (1976-1982).  


Por el otro, los gobiernos de la Contrarrevolución, o “Neoliberales” (GCR), desde el “priista” Miguel de la Madrid (1982-1988), hasta los panistas (y semifascistas)  Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012).  

El análisis comparativo resumido, de 1934 a 2006, entre los gobiernos de la Revolución Mexicana (GRM), y los Gobiernos de la Contrarrevolución (GCR),  es el siguiente:

  • Tasa Promedio de Crecimiento Económico Anual: GRM=6.2%; GCR=2.3%     
  • Incremento del PIB: GRM=15.9 veces, o sea mil 592.7%: GCR=0.78veces, o sea 78.1%.
  • Incremento total en el PIB per cápita en las dos etapas correspondientes: GRM=384%, a una tasa media anual de 3.2%; GCR=18.5%, a una tasa media anual de 2.4%.
  • Inversión fija bruta per cápita: GRM=una tasa media anual de 6%; GCR=0.5% como tasa media anual.
  • Poder adquisitivo de los salarios mínimos: GRM=se incrementó en un 96.9%; GCR=se perdió 70% del poder adquisitivo, hasta un nivel inferior al que se tenía en 1946.

El Nacionalismo Revolucionario promovió la consolidación de las instituciones y la estabilidad política. Con el Neoliberalismo se ha desmantelado el mercado interno… Cuando en la década de los sesenta éramos una economía sustentada en el mercado interno, crecimos al 6% anual; cuando nos convertimos en la economía globalizada de los noventa, apenas promediamos el 2.1% anual.

“De ahí que los mexicanos”, señala Flores Caballero, “nos encontremos en busca del modelo perdido. ¿Será acaso el de la economía mixta?”. Sin duda alguna debemos reencontrar el legado de aquel modelo. Simboliza el recuerdo de lo que los mexicanos somos capaces, de lo que podemos realizar. Y nos impulsa, a los militantes priistas, a ejercer la voluntad para recuperar terreno, rescatar el proyecto nacional y trabajar por las generaciones futuras de mexicanos.


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