- A pesar de ser un joven músico con experiencia, la OSA es su escenario preferido
- Director artístico de la OSA considera que David es un diamante en bruto en proceso
“La música es más que un trabajo, es la única forma de vida que conozco, un estilo de ser un humano y de disfrutar la naturaleza y todo lo que tus sentidos pueden captar”, señaló David Pérez Olmedo, director invitado de este sexto concierto de la tercera temporada de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, el cual tuvo otro joven personaje, Carlos Meza, quien sorprendió al público con su habilidad en el trombón.
Si bien Pérez Olmedo ha tenido la fortuna de presentarse en distintos e importantes escenarios, el concierto de ayer le significó mayor importancia por ser una temporada dedicada a los jóvenes talentos mexicanos: “No cualquier orquesta e Instituto de Cultura permite darle toda una temporada a jovencitos que muchos creyeran que no son lo suficiente para una agrupación profesional”.
Entre sus visitas a Aguascalientes, el poblano ha confirmado que parte de lo característico que tiene la entidad es la apertura que dan a nuevas opciones, tanto de las autoridades como del público, la cálida atención y recibimiento que ofrecen a desconocidos hace que la OSA sea uno de los espacios favoritos de este joven director.
David, como prefiere que le llamen pues no le gustan las formalidades, decidió que dedicaría sus estudios a la música desde muy pequeño, durante sus primeros años de vida se mantuvo cercano a los instrumentos y todo lo referente al mundo musical; para su formación académica decidió entrar a la licenciatura en composición musical, en la Escuela de Artes de la BUAP, y al mismo tiempo cursar en la facultad de música de la Universidad Veracruzana, el taller de dirección orquestal.
Tras sus primeros conocimientos logró ser beneficiario de una beca en el Sistema Nacional de Fomento Musical del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) durante tres años consecutivos gracias al entonces Programa Orquesta Escuela.
“Yo no puedo verme fuera de este mundo, mi mente siempre trabaja mediante la música porque es una forma de vivir, no sólo de trabajar”, en voz del director artístico de la OSA, Román Revueltas Retes: “David es un diamante en bruto, al cual su brillo y valioso talento se pule poco a poco”, es por ello que ha sido invitado en varias ocasiones a esta entidad como director adscrito del Festival de Música de Cámara.
La música está en sus venas, por ejemplo su abuelo materno, Saúl Olmedo Trucios, fue el fundador de la primera academia de música en Puebla, en conjunto con el sistema Yamaha: “Él junto a sus hijos formó varias tiendas de instrumentos musicales y enseñanza musical, llamado Grupo Olmedo”, sin querer sonar pretencioso agradeció contar con una familia en la cual se comparte la pasión por la música. De parte de su padre también cuenta con sangre musical, sus tíos Esteban y Gerardo Molina son considerados los mejores pianistas de Puebla.
Para David, la música es el lenguaje universal que le ha permitido realizarse como un ser humano completo: “Desde lo profesional hasta lo personal al poder servirle a los demás”, sobre todo el poder compartir sus conocimientos para complementar la educación armónica e integral de niños y jóvenes, sector al cual este joven músico busca atender con la finalidad de crear una sociedad más sensible y responsable.
Con 26 años de edad, es el director más joven que ha dirigido la Orquesta Filarmónica de Jalisco (por invitación de Alondra de la Parra) así como de la Orquesta de Cámara de Xalapa. Desde el 2011 fue nombrado director artístico del Centro de Capacitación de Música de Bandas (Cecamba), un programa educativo, cultural y social del sistema Formación Musical de Bandas Sinfónicas infantiles y juveniles del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla.
Al igual que sus familiares, Pérez Olmedo utiliza un método popular de enseñanza, por medio de la cual los niños acompañan a sus padres a festividades de toda índole en las que se tiene contacto con un instrumento sencillo (tambor, triángulo, pandero o platillo) para que al ritmo de la música y conforme pase el tiempo aprendan a tocar un instrumento más complicado por gusto y no por obligación de los padres: “La idea es que el niño al convertirse en joven tenga una referencia al instrumento por la experiencia que tuvo a lo largo de los años más que por indicación de los padres”.
El programa preparado tuvo a La Scala di Seta de Gioacchino Rossini, el concertino para trombón op. 4 de Ferdinand David, La rueca de oro de Antonin Dvorák y un cierre acalorado por los aplausos con La paloma de los bosques de Antonin Dvorák.