Llegó el tercer Informe de Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Un año complicadísimo que ha dejado para este país muchos horrores, dolores y desaciertos. Desde lo más trágico, como las desapariciones forzadas, pasando por la inquietante depreciación del peso o la indignación por la “casa blanca”, hasta la burla instantánea por el pastel, las calcetas o la banda presidencial, al ejecutivo claramente no le han salido las cosas.
Llegaron las ansiadas y presumidas reformas para caer en un marasmo de incertidumbre. ¿Tendrá efectos reales o no la evaluación de los maestros? ¿Se reestructurará la maquinaria fiscal para que tenga sentido la Reforma Hacendaria? ¿Dónde están los beneficios palpables de la Reforma Energética? El presidente dice en su mensaje a la nación: “fue un año muy complicado”, y luego edulcora los desaciertos, minimiza los fallos usando como pretexto la generalidad “hay frustración y pesimismo, desencanto y malestar social en Europa, en Asia y en América, en prácticamente todos los continentes”, nos recuerda el hace poco mencionado “otros están peor”.
En un país futbolero, este deporte es un buen termómetro de nuestro temperamento: como mexicanos de alguna manera aceptamos nuestra realidad en el mundo, sabemos cuál es el nivel que nos toca. No esperamos ganar el mundial, pero tampoco perder contra países de menor desarrollo. Podríamos perdonarle a nuestros delanteros no ser una máquina de hacer goles, pero no que vendieran una derrota. Queremos ratificarnos al menos en el lugar que nos ha tocado por años. De la misma forma, no creo, realmente, que nadie espere que seamos un país primermundista: no aspiramos a ser Suiza o Noruega (no a corto ni a mediano plazo), pero tampoco queremos seguir compitiendo como uno de los países con ciudades ultraviolentas o ser líderes en corrupción mundial. Nadie espera la paridad con el dólar, pero tampoco que el peso se haga agua.
Dice el presidente que el populismo es un peligro y suscribo. Pero tener esto como bandera tras un año tan complicado parece, al menos, populista. No abogo por ninguna idea que satisfaga en automático a la comunidad enardecida, porque no existen formas de solucionar el embrollo de manera automática. Por eso no pienso que la dimisión o la revolución sean soluciones ya no digamos viables, ni siquiera deseables. El presidente debe rendir cuentas conforme a su cargo: fue elegido para ello y es lo que debemos exigir. Pero no con ese bullying casi infantiloide que habita las redes sociales: debemos encontrar, todos, desde nuestro espacio, los mecanismos que hacen que un país funcione -desde sus posibilidades y capacidades- como debe. Elegir bien nuestras batallas y unirnos en trabajo y compromiso. Cuando se anunció su triunfo pensé, ingenuamente, que serían años complicados para Peña Nieto: que habría una exigencia inaudita hacia su desempeño. Movimientos como el #YoSoy132 hacían pensar en un despertar de la juventud, en un compromiso inquebrantable como ciudadanos. Hoy el movimiento está diluido. Se diluyó desde que no se logró ni siquiera acuerdo entre los mismos activistas. Optamos por la crítica de Facebook y el retuit. ¿Cuál será la gota que derramará el vaso? ¿Qué hará que mostremos como sociedad que estamos listos para fortalecer y también cuestionar a un sistema que no nos complace?
Esta semana circuló en redes sociales la terrible foto del niño sirio ahogado en la orilla de la playa. “La foto que cambiará las políticas migratorias”, dicen los más animados. Mientras tanto “artistas” de todo el mundo rinden tributos consiguiendo en el camino muchos likes y algo de notoriedad. ¿Así es como se cambiará la situación? Tal vez las malas elecciones tampoco sean privativas de los mexicanos.
No me malinterpreten. Tampoco escribiendo una columna cambiaré nada. No soy menos culpable que nadie. Pero vivo obsesionado con estas ideas ¿Cuál será la gota que derramará el vaso para que cambiemos la forma de hacer política en México?, ¿qué necesitamos para que en las próximas elecciones veamos más allá de partidos, plataformas, ideas, compromiso? Y si, como muchos creen, el sistema partidista no es la opción ¿cómo llegaremos a un sistema distinto?, ¿qué nos toca hacer desde nuestras trincheras para mejorar nuestra dolida pero amada patria?, ¿qué debemos hacer para garantizar que nuestro presidente corrija el rumbo los próximos años? Y, aunque suene romántico o cursi, ¿qué podemos hacer para ayudarle con esa empresa?
No tengo las respuestas. No convoco a revolución. Pero invito a responderlas. Acaso ese será el primer y necesario paso.
/alexvazquezzuniga