Este fin de semana se cumplieron 30 años de aquel terremoto que prácticamente devastó a la Ciudad de México, cuyas cifras en daños materiales y muertes, según integrantes de algunos organismos de apoyo a damnificados, son muy distintas a las oficiales, hubo quien dijo que para no provocar más alarma en la población que en ese tiempo padeció esta catástrofe, yo creo que con la intención de mostrar al mundo un Gobierno Federal fuerte y atento a las necesidades de los afectados, aunque la realidad fue muy distinta.
Quienes lo vimos desde lejos, lamentábamos la respuesta lenta de parte de las autoridades para el rescate de aquellos que se encontraban bajo los escombros. Fue la participación de los ciudadanos la que trascendió y dejó huella; gente común y corriente, que se solidarizó ante la desgracia de miles de familias, quienes colaboraron en jornadas extenuantes a quienes hoy se les sigue reconociendo por salvar miles de vidas.
Esta tragedia que no sólo cimbró la tierra, sino a toda una nación, me hace reflexionar sobre qué tan preparados estamos para enfrentar los desastres de la naturaleza. Expertos aseguran que por lo menos los edificios de la Ciudad de México a partir de este sismo serían reforzados en su estructura para evitar su desplome, muchos complejos de gran altura además se construyeron fuera del centro de la ciudad, algunos organismos se desconcentraron de la capital buscando sedes en otras ciudades, como ocurrió aquí con el INEGI.
Leía yo esta semana que después de cambios de reglas, los edificios toleran más movimientos de la tierra lo que ayuda a salvaguardar la integridad física de las personas, además ahora existen programas contra desastres naturales y las sedes gubernamentales cuentan con seguros que protegen el patrimonio nacional.
Se le cuestionaba en un diario nacional al investigador del Centro de Geo-Ciencia de la UNAM, Ramón Zúñiga Dávila-Madrid, si la Ciudad de México estaría lista para soportar un sismo mayor que el del 85 “Justo es algo de lo que no podemos hacer una aseveración hacia un sentido u otro, porque implica muchas cosas, pero lo que sí puedo responder es que la ciudad está preparada para un sismo de 8.1 (grados) en la costa del Pacífico a las mismas distancias”, consideró.
Pero qué pasa en las ciudades como es el caso de la nuestra, Aguascalientes. ¿De verdad estaremos en posibilidad de reaccionar ante un fenómeno de este tipo? ¿Nuestras construcciones soportarían un movimiento de regular intensidad que pudiera darse a consecuencia de las fallas geológicas que tenemos en prácticamente todo el territorio y cada vez con mayor profundidad?
De acuerdo a la información del Programa Sectorial del Gobierno del Estado 2010-2016, la sobreexplotación de los acuíferos supera por mucho su capacidad de recarga, lo que ha generado la profundización de las fallas geológicas, las cuales se estima alcanzan una longitud de más de 300 kilómetros, lo que provoca serios efectos en la infraestructura de la capital pero también de municipios como Jesús María, Pabellón de Arteaga y San José de Gracia, ¿qué se ha hecho para revertir estas afectaciones?
Otra pregunta es: ¿las construcciones, no digamos los edificios, sino las mismas viviendas son edificadas con materiales de buena calidad? Creo que la respuesta no sería necesario que la contestara un experto, lo vivimos a diario, sobre todo en aquellos fraccionamientos de nueva creación en los que las propias constructoras enfrentan demandas y demandas por los desperfectos que desde los primeros días de habitadas aparecen.
Será necesaria una tragedia para que nuestras autoridades exijan el cumplimiento de las medidas de seguridad y calidad en los materiales de la infraestructura, esperemos que no, aunque dicen muerto el niño se tapa el pozo.
Finalmente, quiero unirme al reconocimiento para todos aquellos que hace 30 años apoyaron en las labores de rescate de los damnificados en el terremoto de la Ciudad de México, no cabe duda que a pesar de los problemas que enfrentamos todos los días, en los momentos decisivos sacamos la fuerza y la humanidad de la que estamos hechos los mexicanos.