- El escritor de novelas negras aspiraba a ser un creador de ciencia ficción
- Se considera un autor lentísimo, pues se tarda de dos a tres años en cada obra nueva
Pantalón de vestir color café, camisa blanca y saco gris, una tarima alfombrada con sillones blancos y un cubo de mesa; Élmer Mendoza, el primer narrador que recoge el efecto de la cultura del narcotráfico y la corrupción de México, y autor de una aguda exploración lingüística de los bajos fondos mexicanos (según la Academia Mexicana de la Lengua), abrió el ciclo de conferencias de la 47 Feria del Libro Aguascalientes con Realidad y ficción en la vida y formación de un escritor.
Para este escritor amante de la imaginación, hay una relación entre realidad y ficción que a veces se convierte en un conflicto entre los lectores y autores. Charló sobre algunos puntos en los que la literatura muestra la historia de la realidad del país detrás de relatos épicos o fantasiosos.
Desde su perspectiva, la visión de la realidad en México desde las novelas es un ejercicio muy interesante de analizar, pues son hechos de la realidad que hasta han enriquecido el lenguaje literario y común (como Ayotzinapa, Cocula, Tlatlaya), de ahí que decidiera asistir a la Feria con una conferencia relativa al tema.
Tras casi una hora de charla, Élmer Mendoza puntualizó que El Conde de Montecristo era su novela favorita a pesar de que en México la prohibieron por ser una novela de venganza: “Es una historia donde hay problema de prisión basada en la corrupción, trampa y violación a la ley; después de una escapatoria especular nos deja la formación de una farsa de personaje cuyo objetivo es vengarse de quien lo engañó”, en todo el relato se muestran situaciones que tienen que ver con las manifestaciones humanas reales.
Antes de subir al escenario, Mendoza reconoció que nunca creyó que terminaría como escritor de la novela negra ni de realidades, en un principio aspiraba a ser un escritor de ciencia ficción, pero a pesar de miles de intentos nunca encontró la manera de hacerlo funcionar: “Uno debe ser sincero y destruir lo que no funcione”, de ahí fue percatándose poco a poco de ciertas situaciones que le ayudaban a hacer la construcción de sus textos, como por ejemplo las guerrillas de los años 70: “Me sentí más cómodo, intenté escribir novelas con eso pero no lo conseguí”, tras cuatro intentos decidió destruirlas porque no tenían remedio, según el autor. Sin embargo ese trabajo le funcionó para plantearse algunas preguntas sobre qué era lo que buscaba, por qué creía que no eran buenas, qué debía conseguir para que sus novelas le satisficieran.
“Un día descubrí el tono en uno de los ejercicios por la manera en como sonaban mis líneas, me gustó muchísimo y encontré justo el tono que yo quería, un tono muy particular”, el cual surgía de la mezcla del lenguaje popular con el lenguaje estándar, lo que le hizo sentirse mucho más seguro y sin miedo. Su descubrimiento -dice- fue algo que tenía que ver con la forma de hacer los diálogos, de conseguir los ritmos narrativos a través del uso de la puntuación nacida de la oralidad de su estado natal, Sinaloa; como el experimento funcionó ahora sus textos son reconocidos en todo el país y el mundo académico, incluso fue nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
“La verdad es que yo nunca veo las cosas por la complicación sino por satisfacer mi idea y de compartirla con otros”, dijo que cuando escribió la novela de Asesino Solitario hubo una gran crítica por considerarla una novela del narcotráfico, pero cuando llegó El amante de Janis Joplin se tuvo una visión más amplia del tema, pues conservó lo que él llama “su voluntad de estilo” o una “literatura personal”, la cual es muy propia pero que puede compartir con los otros sin perder la intención de sorprenderlos: “Al final la sorpresa fue que yo estaba contando un país y su realidad; eso me costó entenderlo”
La imaginación sobre la investigación
Al ser un autor de realidades y ficciones se podría pensar que hace un largo trabajo de investigación, sin embargo confesó que su fuerte es observar para imaginar: “Hay una manera en que me embarco en una idea por mucho tiempo en mi cabeza, la sueño y hago notas para que al final salga como historia”. Con la obra que sí batalló y que además de esfuerzo le costó mucho tiempo fue Efecto tequila, sonriente señaló que para ésta sí tuvo que investigar algunas horas, pues no lograba conseguir el tono y ritmo que él deseaba. Al ser una novela donde las tres cuartas partes de la historia ocurre en Buenos Aires, Argentina; tuvo que viajar y registrar todo lo que le funcionara: fotografías, comidas, convivencias, conversaciones con todo tipo de personas, acercarse a todo lo que le permitiera hacerse de un concepto a través de la realidad. Agregó ser un escritor muy tardado para entregar nuevas obras, generalmente su promedio está entre dos años y medio y tres años y medio: “Soy lentísimo pero me gustan los resultados”.
¿Si usted volviera a nacer, haría lo mismo?
“Claro que no, sería torero para vivir en Aguascalientes (se suelta a carcajadas). Hay tantas cosas que me gustaría ser pero todas son muy elevadas, por ejemplos quisiera ser beisbolista de las grandes ligas, científico de los que descubren cosas o astronauta que va a misiones a Marte, en fin, quisiera ser no una sino muchas cosas.”