La diferencia más importante entre una computadora y un cerebro humano, es que la computadora nunca será perezosa, ni emotiva
La historia nos dice que las computadoras tal como las conocemos ahora comenzaron a tomar forma en 1943 con el trabajo del británico Alan Turing, quien construyó la Colossus, una máquina para descifrar los mensajes de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Aquí a nivel local, en Aguascalientes, las computadoras hicieron su triunfal aparición en la década de los 80, hace apenas 35 años, lo cual significa que una buena cantidad de estudiantes desde primaria a universidad ya nacieron en la era cibernética. Para ellos, pantallas, teclados y mouses son instrumentos cotidianos. Desde aquellos años, cuando visitamos el primer local dedicado a la venta de computadoras que estaba localizado en avenida López Mateos, me llamó la atención que el vendedor decía “la máquina está pensando” cuando, después de solicitarle una función, se tardaba unos segundos en dar una respuesta. Como suele suceder con cualquier innovación tecnológica que aparece en nuestras vidas, no faltaron personas que se escandalizaran asegurando que eran aparatos diabólicos (ni modo, Agüitas siempre ha sido así), que las pantallas dañaban la vista, que las ondas electromagnéticas producían cáncer y que las manos y muñecas tendrían lesiones irreversibles por el teclado plano y el imposible ratón. Curiosamente a nadie se le ocurrió predecir la adicción al internet, el aumento en el sedentarismo y la dependencia informativa. Lo que sí se proclamaba con gran entusiasmo es que las computadoras eran los nuevos encéfalos electrónicos. Ahora ya no tendríamos que esforzarnos en pensar, la máquina lo haría por nosotros. La carrera iniciada logró metas insospechadas. El desarrollo es sorprendente, las operaciones matemáticas, los cálculos para los vuelos espaciales, la planeación de las empresas, el diagnóstico en Medicina y otras ciencias de la salud, crecieron a alturas inimaginables y ello nos permitió suponer que aquella original afirmación era verdad, la computadora sustituye al cerebro. Y este dictamen adquirió fuerza cuando en la comparación de función a función la máquina llevaba enorme ventaja. La computadora nunca se cansa, puede trabajar continuamente durante días o meses, no protesta ni reclama, no rechaza un encargo, siempre lo cumple. Nunca tiene flojera, enojo ni aburrimiento. No tiene que dormir, no se incapacita, no pide días económicos, festivos o vacaciones. Es el empleado ideal. Realiza operaciones que muchas personas no pueden efectuar o las hacen mal. Hasta aquí, todo parece indicar que efectivamente la computadora es mejor que el cerebro. Sólo que en estos juicios ligeros, algunas personas olvidan que son las inteligencias humanas las que diseñan, construyen y operan las inteligencias cibernéticas. Que es precisamente la capacidad cerebral de generar emociones lo que hace que los seres humanos seamos sobresalientes. La imaginación, creatividad y fantasía nos han convertido en los personajes que hacemos el mundo habitable y disfrutable. La poesía, la pintura, la música y lo sueños, asimismo como la neurosis, la desesperación, la impaciencia, el hastío y el sentido del humos son las esencias de la humanidad. Aquella poderosísima computadora HAL 9000 que decide pensar por su cuenta y matar a los seres humanos en la película 2001 Odisea del Espacio, fue una interesante idea que sirvió para una cinta de ficción y terror. Quince años después, ninguna lo ha logrado. Esa fatal profecía tecnológica no se ha cumplido ni se cumplirá.