Vidal Sassoon / Hombres (y mujeres) que no tuvieron monumento - LJA Aguascalientes
01/07/2024

Al igual que en el cine, nadie, pocos, se acuerdan del editor de sonido o del montador, nadie, pocos, menos aún se acuerdan de quién hay detrás del cabello de alguien. ¿Quién consiguió que el cabello de Peter O’Toole en Lawrence de Arabia fuera al mismo tiempo impresionantemente perfecto en su suciedad del desierto? ¿Quién consiguió que la fragilidad y paranoia de Mia Farrow en La semilla del diablo se sintieran en un solo golpe de vista con ese pelo corto, corto, cortísimo? Dos palabras: Vidal Sassoon.

Googlear Vidal Sassoon es sumergirse en una catarata cibernética de miles y miles de ofertas de productos para cabello o manuales para conseguir determinados cortes. Pero tras ese nombre, conocido más por los productos que por la persona, estaba, está, un hombre condecorado con la más alta condecoración posible en Gran Bretaña, la Excelentísima Orden del Imperio Británico. Vidal Sassoon, que aunque lo parezca no es un pseudónimo, es el hombre que, al igual que Chanel había hecho con la moda, hizo del cabello una manera de expresión y una obra de arte, una obra de arte que hace que la mayoría, los pocos que sobre él escriben, se refieran siempre a sus cortes más famosos, el “wedge bob” y “el corte de las cinco puntas”, como “inspirados en la Bauhaus”.

¿De dónde salió el peluquero más famoso de la historia, el del lema “si tú no te ves bien es que nosotros no nos hemos visto bien”? De una familia de inmigrantes Betty Bellin, de ascendencia española, y Jack Sassoon, griego, que abandonaría a la familia cuando Vidal tenía tres años. A raíz de ese abandono paterno, la madre que no podía sostener a la familia mandó a Vidal y a su hermano a un orfanato para judíos del que sólo saldrían cuando su madre se volvió a casar. Tras ser evacuado de Londres, como muchos niños durante la Segunda Guerra Mundial, al regresar comenzó a trabajar como mensajero y entró como aprendiz en una peluquería.

Durante un tiempo, en una las facetas más olvidadas de su vida, compaginó la peluquería, todavía como aprendiz, y la lucha, no sólo intelectual sino también violenta, a favor de los judíos. Desde los diecisiete años en los que se convirtió en el miembro más joven del Grupo 43, una organización de veteranos judíos de guerra ingleses, hasta los veinte años en que se unió la Fuerzas Israelíes de Defensa, con las que incluso llegó a participar en combate en 1948 pasando por los combates callejeros en Londres para sabotear los mítines profascistas de Osmon Mosley.

“Él fue el que me enseñó realmente a cortar el pelo. Yo jamás lo hubiera logrado sin él”, dijo Vidal de aquel al que reconoció como su verdadero maestro; Raymond Bessone, y con el que estaría de aprendiz hasta que abrió su primer salón en Londres, en el cual su vecina, la actriz y cantante Georgia Brown, tuvo el privilegio de ser la primera clienta. Una vecina a la que, a juzgar el orgullo con que lo llevaba lo de ser la privilegiada, parece que no le molestaban tanto las fiestas que organizaban el peluquero y sus compañeros de departamento, los actores Terence Stamp y Michael Caine, que dijo de Vidal que “mientras me cortaba el pelo estaba rodeado de actrices y modelos y cantantes”.

“Me concedí cinco años. Si no podía cambiar nada, lo dejaría” o “si iba a ser en el estilismo, yo quería cambiar las cosas. Quería eliminar lo superfluo y volver a los básico: el corte y la forma”. Fue precisamente una de esas jóvenes prometedoras y vanguardistas del swimming London el que le lanzaría al estrellato, al reconocimiento total. El pelo de las mujeres, como había hecho Chanel con el sweater liberando el cuerpo de la mujer, se liberó de los cardados y las lacas tan características de los cincuenta.

Simple y elegante son las dos palabras con las que estarán asociadas por siempre los cortes de Sassoon. 1963 fue el año de su gloria cuando en las revistas, no sólo de moda o especializadas, sino como uno de los primeros fenómenos globales, se le saludó, gracias al corte Bob y al de cinco puntas se le reconoció como el fundador del estilismo contemporáneo. Lo que aportó, además de la liberación fue el corte geométrico y al mismo tiempo orgánico que, por si fuera poco, otorgaba libertad y facilidad de conservación frente a los recargados y complicados de mantener peinados anteriores a él. El pelo había sustituyendo a la omnipresente y siempre necesaria laca, ganado un aliado, su propia caída, fuerza y brillo.

Su creciente fama no podía escapar del mercantilismo usamericano que hizo que en 1965 abriera un salón en Nueva York que pronto se convertiría en el lugar predilecto de la vanguardia y la clase alta, casi siempre de la mano, neoyorquina. Dividiendo su tiempo entre ambas ciudades, Londres y Nueva York, se mantuvo siempre trabajando para la clienta de más alto standing o fama, aunque sin descuidar a las anónimas con suerte (como la desconocida, aunque hermosa, Paula Mercedes K.) hasta que tras declarar en 1971 que “veinticinco años detrás de una silla de estilismo son ya suficientes”, encomendó a Roger Thompson, su mano derecha, el puesto de director.

En 1973, ya retirado y haciendo vida social en Nueva York, coincidió con el auge de su fama, aún en el retiro, cuando, al fin, tras peticiones y ofertas millonarias, decidió lanzarse a la creación de productos para el cabello, tener un programa propio de televisión y lograr que el mismísimo Andy Warhol actuara en un anuncio de laca para hombres. En 1982, interesado no sólo en los negocios sino el mismo sionismo de su juventud, fundó el Centro Internacional Vidal Sassoon para el Estudio del Antisemitismo.


La directora de Vogue lo resumió perfectamente cuando dijo que “cambió el modo en el que miramos el cabello. Antes de Sassoon todo era peinado y laca. Todo era alto y artificial. Y, de repente, una podía pasarse los dedos por el pelo. Él no creó un peinado para mí, lo creó en mí”.

 


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