Miguel Ángel Valencia García
Tanuc, A.C.
El jueves 30 de julio se dio a conocer la noticia por periódicos locales y uno nacional, que el sábado 25 de julio, a un día de que se cumpliera un año de la desaparición de Cristal Acevedo, las autoridades informaron a sus familiares de la detención de cuatro individuos que podían ser sus presuntos asesinos. Habían sido detectados por las autoridades debido a la indiscreción de uno de ellos.
Dejando de lado la desconfianza que puede generar la cuidadosa eliminación de rastros materiales realizada por los presuntos asesinos de Cristal Acevedo según han confesado por ellos mismos, el desarrollo, investigación y manejo del crimen nos deja numerosas lecciones.
La primera de ellas es, por supuesto, que habiéndose tratado de un crimen de oportunidad, el peor de los escenarios posibles para que una investigación criminalística arroje los resultados deseados, se está resolviendo por la confluencia de varios factores que no siempre trabajaron en consonancia: por un lado y en primerísimo lugar la perseverancia y reacción oportuna del personal de la Fiscalía General del Estado ante la nueva pista, por las cuales debiera felicitársele; por otro lado el empecinamiento de familiares y activistas que, con ayuda de los medios de comunicación, impidió el olvido y promovió la relevancia del caso por todo un año; y, finalmente, el clima de reprobación de este tipo de actos creado por la población que propició la denuncia de los inculpados.
La segunda es que a pesar de no haberse hecho de la mejor manera posible, la labor de los activistas crea conciencia social de lo repudiable de estos actos, moviliza la fuerza del estado en su contra y, con ello, acota la libertad de criminales y aspirantes a serlo. Lo que los revela como aliados valiosos para las autoridades y no como un estorbo o un enemigo a vencer; lo cual es válido también a la inversa.
La siguiente es que las empresas deben preocuparse por la seguridad de su personal y no sólo de sus bienes, siquiera porque el trabajo de aquel es el que les genera ingresos que las sostienen y hacen crecer. Esto quiere decir redefinir directivas y políticas que llevan a empresas como Coppel a mantener cámaras y personal de vigilancia a su interior para el robo de bienes, pero ninguna para vigilar el entorno en que se mueven sus empleados al abandonar el trabajo y mucho menos apoyo de transporte para los que abandonan tarde sus labores.
Las autoridades municipales, que durante todo el proceso de búsqueda e investigación de lo ocurrido con Cristal Acevedo han “nadado de muertito”, no han reconocido su responsabilidad por la falta de seguridad ciudadana que podría mejorar no tan sólo con patrullajes más eficaces, sino también reglamentando la utilización de las cámaras de seguridad de los establecimientos económicos y sus tomas, entre otras medidas.
Las policías deben reconocer que la falta de atención pronta, expedita y eficaz de delitos del fuero común en apariencia menores, crea un clima de impunidad que se vuelve caldo de cultivo de delitos más graves. No atender un robo en casa habitación, de un robo a transeúnte, un asalto en vía pública o no resolver las pocas denuncias que se presentan crea el clima propicio para que depredadores sociales como los ahora acusados del asesinato de Cristal Acevedo se mantengan en activo y prosperen, además de que inhiben la denuncia de delitos de que tanto se quejan las autoridades policiacas.
Los legisladores que han dado largas a la elaboración de una ley contra la desaparición, siendo este un delito que por sí mismo constituye una de las taras más graves de nuestra convivencia civilizada actualmente y que viene a multiplicar el sufrimiento personal, familiar y social de otros delitos como el asesinato, por lo que debería fungir como agravante al juzgarlos.
La sociedad, por supuesto, tiene la lección más importante de todas, la seguridad de sus integrantes no puede confiarse en exclusiva a las autoridades ya que es de su responsabilidad y debe comenzar a crearla en su entorno inmediato, su propio hogar, colonia y centros de reunión por medio de la multiplicación y fortalecimiento de los lazos de unión y confianza. La otra lección es que quien tolera o deja sin denunciar un delito está contribuyendo al deterioro de la seguridad social, lo cual se le puede regresar como bumerang y golpearlo al quedar solo e inerme frente a los depredadores sociales.
Muchas otras autoridades, instituciones e individuos debieran sacar sus propias lecciones de lo que al parecer le ha sucedido a Cristal Acevedo, ya que seguramente algo han de poder hacer los sacerdotes, educadores, universitarios, sindicalizados, profesionistas, políticos, periodistas, tanto en lo personal como con ayuda de sus respectivas agrupaciones, para incrementar la seguridad ciudadana y evitar que se repitan casos como el de Cristal Acevedo y Andrea Nohemí, así como los pendientes de resolución de Sergio de Lara Quezada y Paola Álvarez.