Los papás de los adolescentes nunca dejan de tener tribulaciones. En los años sesenta se desesperaban porque a sus hijos les gustaba el meneador de caderas Elvis Presley. Para los setenta ya estaba el hipismo, The Beatles, The Doors, los Rolling y la droga. Y desde entonces no han tenido descanso, tal pareciera que el mundo no tuviera otra ocupación que andar inventando perversiones para confundir a los buenos muchachos. Hasta que apareció el demonio del fin de siglo XX y principios del XXI, el internet. Verbos nuevos como chatear, watsapear, navegar en la red y también vocablos inéditos como módem, exbox, lap top, compu, aipod, aipad y aifon vinieron a confundir aún más el ya de por sí atormentado esquema familiar. A los médicos los padres nos llegan acongojados preguntando: ¿Doctor, no será que el mentado internet está dañando el cerebro de mi hijo? Y si están en presencia del chamaco entonces la pregunta-afirmación es ¿Doctor, verdad que tanto celular y tanta maldita compu destruyen las neuronas? Entonces nosotros tenemos la disyuntiva de: Estar de acuerdo con los padres para buscar un acuerdo o de plano decirles la verdad. Afortunadamente las neurociencias están de moda (porque hasta en las ciencias existen las modas) y todo conocimiento nuevo es examinado bajo el microscopio electrónico. La verdad es que el internet ha venido a cambiar radicalmente el cerebro humano. No solamente el de los niños y adolescentes, sino el de toda persona que utilice una computadora sin importar la edad. Expliquémonos: Los que aprendimos a leer libros acostumbramos a nuestro cerebro a usar tres o cuatro áreas cerebrales, el área occipital encargada de la visión, el área de lenguaje en el lóbulo parietal y el área frontal del conocimiento y aprendizaje. Y pare usted de contar. Pero si usted mismo que en la prepa leyó las novelas de Cervantes, algo de la Divina Comedia y un poquitín de El Quijote, ahora ya no lo hace ni lo hará. Si abre la página de cualquiera de estos libros, encontrará resúmenes, comentarios, aportaciones, imágenes tales como fotos de paisajes de La Mancha, datos biográficos del Manco de Lepanto, las ilustraciones de Gustave Doré, música medieval, la canción Sueño imposible del musical y miles de vínculos, blogs y conexiones que harán del El Quijote una experiencia multisensorial. Esto hará que su cerebro ponga en acción prácticamente todo el encéfalo, con una gran cantidad de interconexiones que activarán millones de neuronas. O sea, queridos padres de familia que el internet no solamente no mata las neuronas, sino que las activa, las estimula y despierta a las dormidas. Nuestros hijos y nietos que ya nacieron usando la computadora y las redes sociales como nosotros aprendimos el uso del lápiz y la pluma, ya no harán lo que nosotros hicimos, no sumarán ni harán divisiones con la cantinela de 4 y llevamos dos. Lo harán utilizando su hipermente y tendrán más claro el concepto de las matemáticas como una ciencia abstracta. No faltará quien diga que la compu acabará con la imaginación, puesto que ya no tiene que formar su idea del antártico cuando en la pantalla podrán ver miles de fotos del casco polar. Y lo mismo pasará con los animales exóticos de Australia, los retratos de los personajes históricos y hasta los de fantasía. Ninguna persona tiene ya que imaginar cómo será el Dr. Zhivago, abres la página y ahí está, en cualquiera de las tres películas que se hicieron sobre el tema, las cuales puedes ver en YouTube y ello te evita leer la novela de Boris Pasternak que es un mamotreto infumable. Y desde luego habrá quien diga, es que yo disfruto mucho el placer de leer a la antigüita, en silencio y pasando mis páginas. Es un asunto conceptual porque ¿Quién le dice a usted que el chico no está disfrutando placenteramente el expandir su cerebro a tantos estímulos? Además, imagine (ahora sí aproveche su capacidad creativa) usted a su hijo o nieto en el futuro, cuando sea adulto y esté viviendo dentro de treinta años. Ahora imagínelo sin celular, computadora y siendo ignorante en el manejo del internet ¿Qué será de él? De manera que no se mortifique, acepte y disfrute lo inevitable. El internet está entre nosotros y no se irá, en todo caso se convertirá en algo mejor. Y nuestro cerebro también.