Cuando el cine utiliza la distopía principalmente en el cine de ciencia ficción, hila dos elementos que son fundamentales para la trama: un gobierno dictatorial y una ley injusta al servicio del poder corrupto. Esto lo vemos lo mismo en clásicos como Metropolis, Mad Max o cintas de manufactura más reciente, como The Matrix o V de Vendetta. La lista de cintas distópicas es larga, pero en todos los casos el argumento es más o menos el mismo, la lucha por un derecho que es excluido por quienes dominan al mundo.
En todos los casos, vemos dos tipos de normas, por un lado la ley al servicio del gobierno y de otro una ley o derecho que defienden los opositores. Es decir, se considera que hay una norma que es justa, que aunque no sea dictada por los órganos constitucionalmente dotados de facultades, es válida y precisamente con base en ella los rebeldes se oponen al régimen, bajo la concepción de que la justicia está de su lado, es decir, no se trata de una simple rebeldía sin causa, sino que ostenta un principio de legitimidad, de equidad, esta diferencia es para muchos filósofos la separación entre derecho y ley.
Así pues, la lucha tiene como fondo el sentido de derecho como lo justo, esa naturaleza que nos da a todos una serie de prerrogativas que nadie ni nada nos debe de quitar, la lucha es contra una ley humana impuesta por el dictador, injusta, utilizada como un mecanismo de opresión. En La madre Máximo Gorki sintetizaba a la perfección esta idea que compartían los socialistas “Se hacen leyes malvadas: se pone guardia al pueblo con gentes armadas de palos, diciéndoles: ‘Haced respetar nuestras leyes; son cómodas y nos permiten chuparle la sangre a los hombres’”.
La distopía fue llevada a un punto álgido, crítico y sumamente divertido, en una interesante propuesta del siempre heterodoxo Banksy: Dismaland. Un parque de diversiones corrompido, la parte negativa de Disneyland, una obra montada sobre unas instalaciones abandonadas que nos muestra (según se puede observar en fotos y videos que ya circulan por la red) por ejemplo, una Cenicienta que, por las prisas de que a las 12 se acabara el hechizo o asediada por paparazis, termina volcada y muerta en su carroza, una Sirenita distorsionada (glitcheada) por un error informático; en fin, una gran cantidad de obra mordaz de diversos artistas del mundo que transforman aquel mundo de fantasía y diversión de nuestra niñez, en una terrorífica forma de ver los principales problemas que aquejan al mundo en la actualidad.
Obviamente que los signos del poder están a la orden del día: un punto de estricta revisión (como de aeropuerto) para los que ingresan al parque; una tanqueta de policía de la cual sale una resbaladilla; llama sumamente la atención un pequeño estanque que simula a un océano, en él vemos dos precarias embarcaciones llenas de lo que pensamos son inmigrantes ilegales, perseguidos por una embarcación militar y observados por una torre de vigilancia, nada más actual en la vida diaria de Europa que ha sido sacudida en los últimos años por las tragedias en los mares que la dividen del continente africano.
Banksy una vez más nos vuelve a sorprender; su crítica en contra del poder y a favor de los derechos humanos es y ha sido patente. Nos demuestra que el arte es mejor cuando tiene un compromiso social, por ello nunca dejan de ser admirables su grafiti en el muro de Gaza, la maravillosa intervención en los Simpson que convierte el gag del sillón de la introducción en una fuerte crítica a toda la mercadotecnia detrás de la serie, o uno de sus últimos videos donde unos terroristas palestinos derriban a Dumbo.
Su forma de crear hace una doble crítica al arte contemporáneo: por su falsedad o lo efímero del mismo y por su falta de compromiso social, tal vez por ello invita a su parque temático a artistas tan cuestionados como Damien Hirst (que parece contribuye con uno de sus clásicos animales en formol). Luego, su rompimiento no sólo es con el arte tradicional, sino incluso con el contemporáneo. En el fondo Banksy no sólo reflejan un conocimiento estético, originalidad y ruptura, sino que su obra se transforma en un vehículo de crítica a favor del ser humano, interviniendo muros, burlándose de las estructuras del poder, exhibiendo a los grandes corporativos transnacionales que hacen todo por dinero, alza desde la anonimidad su lucha por el derecho y en contra de la ley.