Crisis migratoria en Calais / Taktika - LJA Aguascalientes
23/11/2024

 

Calais, Francia. 30 de julio de 2015. Espoleados por el hambre y las privaciones, cientos de inmigrantes provenientes de África y el Medio Oriente tratan de introducirse a la terminal del Euro-túnel que conecta a la precitada ciudad g0ala con Dover, Inglaterra. La temida CRS (Las Compañías Repúblicas de Seguridad) y la gendarmería nacional impiden a la mayoría de los inmigrados su ansiado objetivo: pisar suelo inglés.

Los actos que parecieran sacados de la obra maestra de Alfonso Cuarón, Niños del hombre, motivan la siguiente declaración del primer ministro británico, David Cameron: “Tienes un enjambre de personas llegando por el Mediterráneo, que buscan una vida mejor, que quieren llegar a Inglaterra porque ahí hay empleos, una economía pujante y es un lugar increíble para vivir”.

Las escenas arriba descritas sirven como prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar la crisis migratoria en Calais desde una perspectiva geográfica, histórica, diplomática y geopolítica.

Si la biología es destino, entonces la geografía también lo es. La principal fuerza que ha moldeado la idiosincrasia inglesa ha sido el hecho de que Inglaterra es una isla separada del continente europeo por el canal de la Mancha. Ese “mar de plata que le sirve de muro o de foso de defensa alrededor de un castillo contra la envidia de naciones menos venturosas” (William Shakespeare dixit).

La última ocasión que los pies de un invasor hollaron suelo inglés fue en el año 1066. Desde entonces, Felipe II de España, Napoleón Bonaparte de Francia y, más recientemente, Adolf Hitler fracasaron en su intento de domeñar a los isleños.

En el contexto histórico, Calais -ubicado a 35 kilómetros de Dover, Inglaterra- ha figurado prominentemente en las relaciones anglo-francesas: durante la Guerra de los Cien Años (1337-1453), el rey Eduardo III de Inglaterra sitió la ciudad y- para evitar ser pasados a cuchillo, seis burgueses  -vestidos en camisón y con una soga atada a sus cuellos- se ofrecieron sacrificarse por sus conciudadanos y, de esta manera, aplacar la cólera del monarca inglés.

Asimismo, en mayo de 1940, el brigadier Claude Nicholson, al mando de una fuerza franco-británica, defendió Calais de los nazis y con su heroísmo contribuyó a la evacuación de más de 340 mil soldados aliados de las playas de la vecina Dunkerque.

En 1957 se rubricó el Tratado de Roma mediante el cual se creaba la Comunidad Económica Europea. El Reino Unido se adhirió a este acuerdo comercial hasta 1973 y, en 1975, hubo un referéndum respecto a la membresía británica en Europa.


En junio de 1985 se firmó el Acuerdo de Schengen, mediante el cual se permitía la libre circulación de toda persona que hubiera entrado legalmente por una frontera o residiera en unos de los países signatarios del convenio. Gran Bretaña rehusó adherirse a esta iniciativa.

El escepticismo británico ante ésta -y otras políticas públicas europeas- fue encarnado por Margaret Thatcher. El 20 de septiembre de 1988, la Dama de Hierro lanzó una filípica en la ciudad de Brujas, Bélgica, cuando afirmó que “es una cuestión de sentido común que no podemos abolir totalmente los controles fronterizos si vamos a proteger a nuestros ciudadanos del crimen y detener el movimiento de drogas, de terroristas y de inmigrantes ilegales”.

La actual crisis migratoria ha sido engendrada por el abuso del Acuerdo de Schengen y la situación geopolítica en Medio Oriente y África del Norte: la guerra civil en Siria ha desplazado allende sus fronteras a más de tres millones de personas; la caída del régimen de Muamar el Gadafi en Libia ha provocado una anarquía, la cual ha sido aprovechada por millares de personas provenientes del África subsahariana, quienes intentan llegar a Europa.

Por ello, los franceses sienten que los británicos debieran lidiar con el problema: la alcaldesa de Calais, Natacha Bouchart, culpó a “la economía del mercado negro” inglesa y al “sistema de generosos beneficios para los inmigrantes” aplicado en el Reino Unido. Además, dijo que “la frontera británica debiera moverse de Calais al lago inglés del canal de la Mancha”.

La prensa gala ha criticado a Gran Bretaña por no adherirse al Acuerdo de Schengen. Los periodistas franceses se preguntan: “¿Cuándo se convirtió Francia en el policía de Inglaterra?”.

Al otro lado del canal de la Mancha, los tabloides londinenses inflaman los sentimientos aislacionistas y xenofóbicos rememorando titulares tales como: “Niebla sobre el canal. El continente aislado” y “Los bárbaros comienzan en Calais”.

Dentro de toda esta histeria, una de las pocas voces sensatas ha sido la del ministro de inmigración, James Brokenshire, quien, dijo, citando a la Biblia, que los inmigrantes no debieran creer que Gran Bretaña es una “tierra que mana leche y miel” (Ex 3,8).

Mientras los señores François Hollande  y David Cameron no se pongan de acuerdo, millares de personas, atrapadas en un limbo geográfico y jurídico, llevarán una existencia escuálida en el puerto de Calais en su intento por alcanzar Inglaterra.

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