Por primera vez desde que comencé esta columna abordaré un tema que me involucra directamente en mi papel como funcionario público, concretamente como director general del Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura, no pude resistirlo porque el fenómeno rebasa las atribuciones misma de mi persona e incluso del instituto en cuestión.
Hace 30 años, en medio de la dictadura chilena, cuando el teatro popular estaba prácticamente proscrito, pues se veía como una peligrosa arma social, un grupo llamado “La Carreta” generaba resistencia ideológica a través de obras de teatro que no requerían grandes escenarios o producción, y que podían llevar a pequeñas comunidades y con ello hacer una crítica sobre la situación del país, sobre la injusticia, la inequidad económica, los problemas propios de un pueblo segregado, controlado, perseguido (de las más diversas maneras, ya que, como reza el texto de una de obra de teatro comunitario “el hambre es la forma más sutil de persecución política”).
Uno de los iniciadores de esta iniciativa es David Musa –y el único de los iniciadores en pie, después de tres décadas-, quien hace unos días estuvo aquí con motivo del segundo Encuentro de Teatro Popular Latinoamericano (Entepola) celebrado en Aguascalientes. El Entepola en Chile ha tenido diversas sedes, hace ya más de una década se estableció de manera ininterrumpida en una comuna conurbada con Santiago llamada Pudahuel. La gente de esta comunidad espera el Encuentro por el teatro mismo y los alcances que se han desarrollado de manera orgánica alrededor de él, por ejemplo, una feria comercial de alimentos y juegos producidos y operados por la propia comunidad. Cuatro mil personas, en promedio, se sientan cada noche a ver teatro popular, y posterior al encuentro, los artistas toman un par de autobuses y se internan en la provincia, llevando a otros diez mil beneficiarios teatro, talleres y conferencias de manera gratuita.
Una de las características del Entepola es que reúne artistas de otros países que deben gestionar los costos de sus pasajes, y son recibidos con hospedaje y alimentación como pago de sus actividades. Artistas de toda América Latina conjuntando esfuerzos y voluntades para llegar a esta comuna en Santiago para regalar su experiencia y magia artística a la comunidad. Por otro lado Entepola se compromete no sólo durante esa época con la comunidad, sino que mantienen la Escuela Latinoamericana de Teatro Popular, Elatep, donde cerca de un centenar de niños son educados de manera gratuita en competencias artísticas. Hace un par de años de este entrenamiento surgió un intercambio a Suiza, con lo que casi una veintena de niños tuvieron la oportunidad de salir por primera vez de su comunidad, ya no digamos de su país, para tener un intercambio artístico en Europa. Estos niños vienen de comunidades hundidas en pobreza y marginación, algunos de ellos habían estado bajo tutela judicial.
Todo esto comienza a tener su eco en Aguascalientes. En días pasados más de 50 artistas de Uruguay, Argentina, Colombia, Chile y Perú estuvieron compartiendo escenario y espacios de trabajo con otro tanto de actores provenientes de varias ciudades de nuestro país y emergidos de la comunidad local de teatro. El énfasis de comunidad comenzó a notarse, claramente fortalecido en relación con el año anterior, debido a que desde el Instituto no supimos contagiar, en aquella primera edición, la emoción de este esfuerzo. La comunidad local, magnánima, entendió nuestro error, corregimos la lejanía y los tuvimos este año, como participantes o espectadores y a muchos de ellos, como espontáneos colaboradores para fortalecer nuestra actividad.
Niños emergidos de nuestras Unidades de Exploración Artística inauguraron el festival con una pequeña obra de teatro que demostró el empoderamiento que el arte da en quien lo practica. Los niños convivieron -como pares- con sus colegas sudamericanos y dan el primer paso hacia soñados intercambios a otras latitudes. Padres de familia, vecinos del Solidaridad IV y otras colonias abarrotaron día a día la Casa de Animación Cultural Oriente y tuvieron una buena afluencia en las sedes de la delegación Morelos y la Plaza Fundadores.
Gracias a este esfuerzo he tenido la dicha de convivir con David Musa y otros agentes culturales, escritores, artistas, gestores, pero sobretodo seres humanos que han entregado su vida a la difusión del arte en las comunidades que por su condición social normalmente no tienen contacto con actividades de este tipo. Hoy en Aguascalientes hemos puesto –la comunidad misma- las primeras semillas para que sigamos luchando por combatir la marginación informática, educativa y cultural –que son los aspectos que con nuestras competencias podemos combatir-. Aunque advertí ya que el tema me involucra como funcionario, escribo esto como miembro de una comunidad que ha descubierto su fortaleza en la unión y que ahora se siente segura de que si bien el Imac y la Presidencia Municipal de Aguascalientes seguirán promoviendo esto, no debe atenerse a las contingencias administrativas, demostrando que como ciudadanos somos capaces de exigir condiciones de desarrollo artístico, pero también de colaborar permanentemente con nuestros gobiernos -justamente porque son nuestros– para combatir, en común, las injusticias, la marginación, la desigualdad, los males que tanto nos afectan.