–¿Y la libertad? ¿Dónde te dejas la libertad, tía?
–¿Qué libertad? Mira, Amelia, aquí si no hablas de política no te pasa nada, de manera que lo más inteligente es no decir ni pío.
Dime quién soy de Julia Navarro
Siempre será ocasión propicia para recordar que la censura es una de las limitaciones a las libertades más usadas por las tiranías, por los regímenes totalitarios, que hondas huellas han dejado a la humanidad.
En días pasados se puso al descubierto un hecho de censura. reprobable desde cualquier punto de vista, dado que la ejerce el propio Gobierno del Estado en contra de sus trabajadores.
Las amenazas vertidas en contra de trabajadores de gobierno, por verter opiniones personales mediante redes sociales en horas de trabajo, es todo un tema que deberá ser revisado y atendido por la sociedad dado que, a decir del secretario general de Gobierno, se instruyó a todas las áreas de la administración pública estatal a que eviten usar las redes sociales para criticar a los gobiernos estatales y federal, así como a sus titulares. Del municipal no dijeron nada.
Los argumentos vertidos por la autoridad han intentado confundir a la sociedad diciendo que se trata de un asunto estrictamente laboral, el no permitir que los trabajadores critiquen al gobierno. Esta argumentación cae por su propio peso, porque el tema es evidentemente de censura, no laboral.
Hablamos de derechos y libertades y también de responsabilidades. Mientras que los trabajadores de gobierno, sea cual sea su responsabilidad, no desatiendan sus obligaciones, las personas somos libres de expresar lo que nos venga en gana, ahí radica el verdadero valor de la libertad de expresión.
El tema, de por sí delicado, no ha recibido el tratamiento que debiera, por ejemplo de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, cuyo titular debió de haber abierto una queja por oficio para indagar y llegar hasta sus últimas consecuencias respecto a tan controvertida y espinosa decisión de poder gubernamental.
En reciente conferencia de prensa expuse, a manera de pregunta, si el Gobierno del Estado habría reaccionado de la misma forma si los comentarios que hacen los trabajadores de gobierno se refirieran en positivo a exaltar logros de las administraciones estatal y federal. Desde luego que no habría sido la misma respuesta.
Ello demuestra que la disposición adoptada por quienes en sus manos está la administración estatal, obedece más a un acto claro de censura que a una preocupación por evitar que se distraigan de sus labores. Porque se está castigando el sentido de la opinión, no tanto el uso de las redes.
Resulta inexplicable la incongruencia de que, por un lado el gobierno de Carlos Lozano se caracterice por una amplia mercadotecnia en redes sociales, pero por el otro, censuran las opiniones de sus trabajadores.
Este tema, como muchos otros, no ha tenido muchas voces en contra y rápido deja de ser mediático, en donde líderes sociales han dejado por la paz este grave hecho que, por el bien de la sociedad, debe esclarecerse, dar marcha atrás a esta retrógrada medida y garantizar a todos nuestro derecho universal a expresarnos libremente sin ser objeto de ningún tipo de reproche a causa de nuestras opiniones. So pena de que esta administración estatal pase a la historia como una gestión gubernamental retrógrada, absolutista, dictatorial, tiránica, autoritaria, prepotente, perseguidora, arbitraria, abusiva, injusta e intolerante.