Vuelta a la página / Ciudadanía económica - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Como si fuera parte de una tenebrosa obra literaria de terror y suspenso, muchos predicen que para el próximo mes de septiembre, como sucede cada siete años por las mismas fechas, un colapso económico-financiero se cernirá sobre el mundo. Dicen los que así opinan que, como sucedió en 2001 y 2008, quienes tienen el control sobre las finanzas globales se las arreglarán para no perder, dejando caer una nueva y gran crisis financiera sobre la economía global.

Ya sea por la cabalística profecía de los ciclos de siete años -que muchos en Wall Street la toman en serio- o porque la enorme y creciente cantidad de dólares norteamericanos, que no tiene respaldo alguno, repercuta en una caída en la cotización de dicha divisa, en septiembre es muy probable se produzca una crisis financiera que generaría un efecto dominó en el tablero económico mundial. Desde que el presidente Richard Nixon despojó al billete verde de su respaldo en oro, la Reserva Federal de los Estados Unidos -el organismo propiedad de los bancos privados que emite los dólares-, se ha puesto a imprimir una gigantesca cantidad de papel moneda a petición del US Treasury, la entidad gubernamental que los gasta.

Como los dólares que circulan por el mundo se depositan en los bancos de casi todos los países, y por el modo como opera la banca, éstos se multiplican, ya no como billetes, sino como asientos contables. Cosa que no sucede con otras divisas en la misma proporción.

Esto es, cada vez que cien dólares originalmente se depositan en una cuenta bancaria, el banco presta una parte de éstos, digamos 80 dólares. El prestamista vuelve a depositar esta cantidad en el sistema bancario, de manera que el banco mantiene los 100 dólares originales y tiene registrados otros 80 que alguien le debe. Así, el sistema bancario contabiliza 180 dólares que sirven de nuevo como base para prestar una parte de ellos y se repite el proceso de multiplicación.

El caso es que hoy existe en el mundo una enorme cantidad de dólares, entre billetes, monedas y asientos contables, cuyo valor en conjunto, con base en la cotización actual, podrían comprar todo el territorio estadounidense, con todos los bienes que sobre él existen, y aún sobraría mucho dinero. En otras palabras, los dólares ya no valen lo que se dice que valen.

China es el país que cuenta con la mayor cantidad de reservas internacionales cotizadas en dólares, de tal manera que si el precio del dólar se viene abajo, los chinos serán los primeros en enojarse. Pero, como ya sospechaban que esto podía pasar, desde hace tiempo se han puesto a comprar -con dólares, mientras éstos tienen algún valor- todo el oro que han podido, así como otros productos con los cuales podrían ponerse muy pesados con los países que no quieran cooperar comprándoles lo hecho en China.

Quienes aún tienen cierto grado de decisión en las empresas del mundo occidental, en septiembre, apenas regresen de vacaciones, van a encontrarse con un escenario sumamente feo que les hará buscar la manera de pasar el problema a quienes nada tenemos que ver con sus enredos. Igual como sucede siempre, y como sucedió dramáticamente en 2001 y 2008.

En esta ocasión, por estar ya toda la economía del mundo inmersa en la lógica del capitalismo salvaje, el colapso económico será mucho mayor que los anteriores. Y eso es porque se ha concentrado la riqueza en muy pocas manos, condicionado a una enorme cantidad de consumidores a anhelar los mismos productos, por lo que casi todos los países dependen del comercio internacional y con ello de los dólares y del petróleo, y a dejar de aprovechar responsablemente sus recursos naturales.

Por lo anterior, considero indispensable retomar los temas que permitan a los lectores de esta columna conocer otras formas de organización económica que permita sortear la crisis que viene y a construir un modelo socioeconómico que ya no prive a la humanidad del bienestar por el que a diario lucha, cada vez que a los dueños del dinero se les descomponen los mercados financieros.


La economía social y solidaria (ESS), afirma Marcos de Castro Sanz, es una forma de crear empleo, generar riqueza y hacer empresas colectivas, empresas creadas por grupos de personas que desean otra manera de emprender u otro sistema económico. Es también una opción para quienes desean desarrollar su propia solución frente a amenazas o mecanismos del sistema causantes de crisis financieras recurrentes y exclusión social. Reconocido como experto en el mundo cooperativo, expresidente de la Confederación Empresarial Española de la Economía Social (Cepes) y consejero del Consejo Económico y Social (CES) de España, Marcos es uno de los miles de especialistas en diversos campos de la economía que construyen formas de producción y consumo libres de los vaivenes de la vorágine financiera y voracidad de sus agentes operadores.

El 4 de julio pasado se celebró el día internacional de las cooperativas. Lo suele convocar la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) el primer sábado de julio. El lema de este año fue “Elija Cooperativo, Elija Equidad”, porque la inequidad es una enfermedad social que nos ha invadido y desgarra la cohesión social (http://ica.coop/en/node/11576). La distancia entre ricos y pobres es un dato social no siempre recordado en el discurso político y, menos, en el social. Los ricos lo son cada vez más y los pobres se extienden y diluyen la llamada “clase media” haciéndola desaparecer.

La ESS es una forma de organización económica que permite superar el capitalismo depredador que ahora enfrenta su crisis final. Es una opción que nos permitirá dar vuelta a la página a una forma de organización económica que ya dio lo que tenía que dar.

 

[email protected] Twitter: @jlgutierrez

 


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