Es común, de hecho un cliché, describir la muerte de una persona importante como “el fin de una era”. La era de Jacobo Zabludovsky, sin embargo, terminó en 1998, cuando se canceló su programa 24 Horas y el maestro mexicano de la desinformación salió de la pantalla chica.
De hecho la era empezó a terminar un año antes, con la muerte de su jefe durante un cuarto de siglo, Emilio Azcárraga Milmo. El mismo 1997 atestiguó la muerte de Fidel Velázquez, la pérdida del Congreso federal por el PRI, y la elección de Cuauhtémoc Cárdenas como regente del DF. Lo que se estaba acabando fue la “dictablanda” del PRI y Jacobo ya era una antigualla.
La era que terminó esta mañana, con la muerte de Zabludovsky, fue otra y de mucha menor importancia: la de una poco creíble autorreinvención como voz crítica de la izquierda. Hay quienes dicen que Jacobo ejerció bien su papel en Radio Red. A mí parecer, fue un intento de Fausto por salvar su alma periodística.
En 1997, Claudia Fernández y yo lo fuimos a visitar para pedir su colaboración para nuestro libro El Tigre: Emilio Azcárraga y su imperio Televisa. Se rehusó diciendo “Estoy elaborando mi propias memorias. No quiero quemar mi material”. Esas memorias nunca salieron. ¿Sería porque, por más que intentaba, no pudo encontrar las palabras adecuadas para justificar lo injustificable?
Como los mexicanos tienden a ser muy corteses, los medios sociales llevan muchos comentarios sobre “don Jacobo, periodista”: el que narró con gran atino el temblor del 85, el que entrevistó a todos los grandes estadistas, el que siempre mostró un amor para el Centro Histórico del DF, un hombre culto con un manejo muy fino del castellano. No niego que tuvo sus aciertos.
Pero hay que evitar caer en la amnesia. Refresquemos nuestra memoria con algunos de Jacobo’s greatest hits:
- Tras la noche de Tlatelolco en octubre de 1968, Jacobo siguió línea oficialista en su programa matutino Su diario Nescafé: culpó la violencia a “extranjeros, agitadores profesionales” y calificó los estudiantes “pandilleros” y hasta “terroristas”.
- En 1976, cuando Echeverría preparó su golpe contra el Excélsior de Julio Scherer, Jacobo allanó el camino por una campaña de desprestigio hacia el periódico que duró más de un mes.
- Durante la campaña presidencial de 1988, su marginación a las fuertes candidaturas de Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier llegó al extremo de que circuló ampliamente la calcomanía: “Este hogar es católico. Aquí no vemos 24 Horas”.
- En 1991, como ya era su costumbre, minimizó tanto el voto para candidatos opositores como la protesta de sus partidarios tras elecciones robadas. Unos manifestantes de Michoacán viajaron al DF y montaron otra protesta, esta vez afuera de Televisa Chapultepec, gritando: “¡No éramos veinte, ni éramos cien! ¡Pinche Jacobo, cuéntanos bien!”
- En 1996, cuando Rubén Figueroa, gobernador de Guerrero, tuvo que renunciar tras la revelación de la masacre de Aguas Blancas -revelación hecha en Televisa por Ricardo Rocha- Jacobo optó iniciar su noticiero con… ¡el éxito de la telenovela El Premio Mayor!… ¡¡en Perú!!
La muerte de un gran personaje ofrece un momento para la reflexión. ¿Qué se puede aprender de esta vida ya extinguida?
En respuesta, diría que el periodismo es, o debe ser, un malabarismo. Los periodistas se dedican a contar la verdad, pero a veces se tienen que aguantar este impulso. Los que cubren el narco o las guerras lo tienen que hacer por cuestión de seguridad personal. Los demás, la mayoría, lo tienen que hacer por la necesidad de proteger o conservar sus fuentes, o de respetar los deseos de sus jefes.
Este balance implica un proceso constante de reevaluación. Puede ser que llegue un momento en que las presiones para aguantar deben ser resistidos porque el costo ético es demasiado alto. En ese momento el periodista tiene dos opciones: o tomar el riesgo de contar la verdad, o renunciar.
La falta de esta reevaluación fue el gran defecto de Jacobo. ¿Hubo un momento cuando -por un acto de desafío, por dejar de ir por el camino oficialista- se quedó, aún brevemente, fuera del aire? Nunca. Por casi 30 años, o casi 50 si contamos su trayectoria entera en el imperio de los Azcárraga, sólo siguió órdenes.
Afortunadamente, la historia del periodismo en México nos ofrece ejemplos más alentadores de periodistas y medios que se atrevieron a contar la verdad, o por lo menos una versión no oficialista: la revista Política en los 60; Excélsior bajo Scherer; Siglo XXI bajo Zepeda Patterson; Proceso y La Jornada y Reforma; y en la radio José Gutiérrez Vivó y Carmen Aristegui.
Aun en la televisión había atrevidos: Jorge Saldaña, Guillermo Ochoa, y en una época posterior, Ricardo Rocha. Por otro lado, han abundado los que constituyeron por décadas la prensa vendida, contentos con sus sueldos cómodos, su chayote, sus amistades con los poderosos y su fama.
Deshonor a quien deshonor merece.
@APaxman