- Luis Pineda nos cuenta sobre la travesía de estos personajes que encontrarán al final su destino en medio de tropelías, aventuras, guerras intestinas y crueles
- La esclavitud es un tema soslayado en muchos sentidos dentro de la historia oficial de toda América Latina
El género de la novela histórica es una fuente inagotable en la industria en nuestro país. Pero hay que decirlo, la mayoría de los libros que se publican del género responden a fechas o efemérides nacionales muy bien identificadas como el aniversario de la Revolución, la Independencia, o a biografías más o menos noveladas, sobre nuestros héroes o traidores patrios. México es un gran consumidor de historia, pero de su propia historia parece ser. Porque pocos escritores se atreven a contarnos historias que no provengan de nuestro santuario histórico. Pocos se atreven más allá de nuestras fronteras. No es raro, en un país que ha crecido más centrado en sus problemas y en sus bellezas, un país poco atento a lo que pasa más allá del río Bravo o del Suchiate.
Justo ésta es una de las razones por las cuales la novela del escritor Luis Pineda, Marea negra (Editorial Terracota, 2014) resalta de entre las muchas novelas históricas que se publican año con año en nuestro país. Ambientada en el siglo XVI, la obra de Pineda nos cuenta las vicisitudes de un barco negrero de la Compañía de Guinea, la oscura y poderosa compañía comercial portuguesa que durante años se dedicó a transportar esclavos cazados en el interior del continente africano por reyezuelos que traicionaron a sus propios pueblos por pingues ganancias, hacia las costas del Brasil, en donde los colonos blancos necesitaban mano de obra urgente ante la reticencia de los pueblos indígenas a dejarse doblegar por la cruz y la espada.
Tres personas sobresalen en esta obra oscura, intensa, cruel y amena que nos dibuja la geopolítica del mundo en ese aciago y aventurero siglo XVI: D’Costa, el capitán del barco, Daga, su cruel ayudante y mano derecha y La Mamba, una esclava africana de sensual y peligroso cuerpo, que logrará vencer todos los obstáculos propios de su género y origen hasta trastocar el mundo con su sed de venganza: Tres personajes de distinto origen que se unirán en una aventura siniestra y extraña. Tres personajes que representan de alguna manera la búsqueda de la sobrevivencia en un mundo hostil y peligroso. Un mundo en el que D’Costa puede sorprender a los lectores, pues en su pasado se encuentra una cercanía como discípulo del gran Miguel Ángel pero que terminará ahogado en las mieles del alcohol, en donde tendrá como ayudante al tenebroso Daga, bereber de religión musulmana, que sin embargo logre hacerse pasar por cristiano para embarcarse en un barco lleno de esclavos negros. Un tipo oscuro y peligroso, un hombre de su época: un aventurero, más corsario que comerciante, ventajoso, cruel, retorcido pero fiel a D’Costa.
La Mamba, por su parte, cierra el trío de sobrevivientes, esclavizada por un hombre cruel y vicioso, que la vende como una mercancía más, logra sobrevivir a la travesía y acercarse a D’Costa para ganar su libertad. Peligrosa y calculadora, La Mamba es a fin de cuentas, la búsqueda de la sobrevivencia en un mundo que se ensancha y cambia de reglas.
Novela de aventuras que tiene al mar como su eje central, nos contará la travesía de estos personajes que encontrarán al final su destino en medio de tropelías, aventuras, guerras intestinas y crueles que la pluma de Pineda ha logrado retratar de manera eficaz en esta novela, que originalmente era un cuento, como nos dice el escritor avecindado en Veracruz: “Marea Negra fue originalmente un cuento, cuyo texto original, de acaso unas cinco cuartillas, es el que se refiere al naufragio del Empyreo, nos dice el escritor en entrevista vía correo electrónico sobre el origen de Marea Negra, su primer novela publicada.
Javier Moro Hernández (JMH): Una de las preguntas que me hacía al leer tu novela es la importancia del tema que abordas: la esclavitud, que al final es una migración obligada de cientos de personas de África hacia América, que dio origen a este mestizaje intenso que es responsable de esto que ahora conocemos como América. Tu novela se centra en el proceso de colonización de Brasil y sin embargo el tema de la esclavitud de las poblaciones negras ha sido poco abordado a partir de la literatura mexicana, por lo que quería preguntarte cuál fue tu acercamiento al tema, qué te atrajo de este periodo histórico.
Luis Pineda (LP): Al estar escribiendo supe que el tema del tráfico de personas tenía muchas posibilidades y una vez en el taller, los compañeros me cuestionaron sobre los negreros, su origen, las rutas náuticas, la colonización de Brasil, etc. Me puse a investigar acerca del asunto y encontré que, como tú bien lo señalas, hay muy poco escrito sobre el tema, tanto en investigación histórica (no ficción) y mucho menos en ficción. La investigación me llevó dos años, especialmente me fueron útiles la biblioteca del Colmex y la de la embajada de Brasil en México. Tuve que encargar libros y rastrear, con mucha desconfianza, la información en internet. Al hablar sobre el tema con algunos brasileños noté que el asunto de los negros y su participación histórica en el origen del Brasil, en general, no les era muy agradable: los consideran elementos del folklore y en algunos casos los ven como algo vergonzoso. Esto me hizo sentir que estaba en el camino correcto, el de incomodar conciencias.
JMH: La esclavitud es un tema soslayado en muchos sentidos dentro de la historia oficial de toda América Latina, sin embargo, el pensar en las miles de personas que cruzaron el mar hacinados en barcos, como lo describes en tu novela, es pensar en una historia de pesadumbre y dolor humanos terribles ¿Cómo fue el proceso de documentarte para contarnos esta historia?
LP: Viajé a Brasil y visité con detalle el nordeste y con algo de temor me metí a barrios (favelas) en Salvador Bahía. Recorrí el Pelourinho, un barrio histórico patrimonio de la humanidad, en el que el contraste del esplendor de las iglesias y las construcciones palaciegas del siglo XVII y del XVIII con la miseria de las calles que lo rodean genera misterio y fascinación, ahí sentí que el “otro” era yo; la gente (principalmente de piel oscura) se me quedaba mirando extrañada y comentaban entre sí, tuve miedo, pero nada malo pasó, los días siguientes seguí sintiendo miradas, aunque el miedo fue cediendo. Pude estar en un terreiro o templo candomblé (santería afrobrasileña) y admirar algunos de sus ritos. También estuve en la biblioteca-casa de Jorge Amado, quien me mostró, a través de su narrativa, el punto de vista y amor a los pobladores de esa parte del Brasil, de su idiosincrasia y de su historia riquísima y poco difundida. En Porto Seguro (sitio del naufragio) me di cuenta de que no era exactamente como lo había descrito e hice algunos cambios que enriquecieron el texto y me dieron confianza narrativa. Al estilo flaneur caminé por las calles observando la gente las casas, la vegetación, los olores de la calle, de la gente, de los restaurantes, el perfil costero, el de las montañas, entre al mar por una playa popular y de alguna forma absorbí y sudé las esencias de esa tierra. En Trancoso estuve una semana y me llené de historias de este mítico lugar, visité las comunidades de indios Pataxó (sobrevivientes por su docilidad y trato afable) al exterminio de la esclavitud, la pobreza, la marginación y las enfermedades. Son relacionados étnicamente a los Tupí o Tupinambá, de los que se cree sólo quedan vestigios en el alto Amazonas en donde se refugiaron para evitar su exterminio. La biblioteca de Trancoso fue una fuente de textos históricos y material gráfico, invaluables. También visité reservas territoriales de la llamada Mata atlántica en dónde se cuida, además de la peculiar fauna, el árbol Pau brasa en riesgo de extinción y que menciono, como objeto de importante comercio, en el texto. Un texto (novela) que tengo casi terminada se gestó ahí mismo, trata del redescubrimiento de Trancoso por los jóvenes que huían, entre otras cosas, de la dictadura de los años 60 y 70; sí, ya lo adivinas los hippies brasileños y el movimiento Tropicalia, Caetano Veloso, Gal Costa. El tema de la esclavitud, por otro lado, nos parece algo histórico, sin embargo, el humano depredador es cosa actual, de todos los días: naufragios de migrantes en el Mediterráneo, asesinato y secuestro de centroamericanos y mexicanos migrantes. Por eso la denuncia de los crímenes del siglo XVI me parece que es una invitación a la reflexión sobre lo poco que hemos cambiado, pues resalta el lado siniestro del humano. Por otro lado en la literatura mexicana hay poco escrito sobre estos temas lo cual también alentó la escritura de Marea negra.
JMH: La recreación histórica de los escenarios y las vicisitudes a las cuales se tienen que enfrentar los personajes son importantísimas cuando de una novela histórica se trata, ¿cómo se trabaja esos periodos, qué tanto hay de información y qué tanto de recreación?
LP: La parte histórica fue el marco referencial en el que tuvo que ceñirse la narración, por ejemplo: D’Costa tuve que ponerlo como alumno de Miguel Ángel para que hubiera la coincidencia de edad del personaje y los sucesos que se relatan, me hubiera gustado más poner al Greco, pero su tiempo histórico es posterior. Otro caso: la Inquisición llego a mencionarla, pero la ubico en Portugal, porque a Brasil llegó a finales del siglo XVI y así mismo los jesuitas y los capitanes generales son, al menos en sus nombres, personajes con presencia histórica en el período que narro que está ubicado entre 1550 a 1555. Creo que Marea negra es una novela (ficción) 90% que se apoya en el otro 10% histórico.
JMH: Otro de los personajes importantes de esta novela, creo yo, es el mar, la vida de los marineros, sus alegrías, sus sufrimientos. ¿Qué te interesa de la vida en alta mar?
LP: Del mar, ¡ah! del mar, es una fuente constante de atractivo en todos sentidos para mí: paso más de la mitad de mi tiempo cerca de él, especialmente en el Golfo de México, por eso es que soy veracruzano por decisión no por nacimiento. La navegación es una actividad que practico constantemente, tengo mi “pasavante” (licencia) que me acredita como “patrón de yate” expedido por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, división Marina mercante. Navego a bordo y al mando de cuanta embarcación me lo permite. También soy lector rabioso de narrativa y poesía con tema del mar, los barcos y la navegación, de ellos lo que me interesa es el reto de penetrar, sobrevivir, disfrutar, respetar y mezclarse con el inmenso espacio natural abierto que ofrecen las aguas oceánicas.