Esta cabeza de columna suena tan pretenciosa como imposible para ser desarrollada en el breve espacio de un texto de opinión. Sin embargo, pienso que el sistema político mexicano, su concomitante esfera económica y su inseparable esfera cultural, no vistos ya como ámbitos estáticos, separados y cerrados en sí mismos, se formaron al calor de una fragua tan activa, dinámica y en ebullición constante que va siendo aglutinada en el tiempo bajo el control cimero de una ideología de poder.
Este jueves 2 el anuncio de la muerte de Jacobo Zabludovsky (nacido el 24 de mayo de 1928, en México, DF) resonó en todos los medios de comunicación masiva y está produciendo quizá por un tiempo en compás muy abierto, profusos mensajes de su trayectoria de vida y carrera. Y no es para menos, de acuerdo con una expresión suya emitida en una entrevista por el Canal 22, dijo: “Cuando inició la televisión, yo ya estaba allí”, sin duda jugando con una velada alusión al renombrado cuento de Augusto Monterroso, El dinosaurio: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Una pincelada, un brochazo o, como gustaba él de hacer referencia a la fiesta brava, un trazo con el capote que señala sin equívocos el papel protagónico que jugó en la formación de uno de los medios de comunicación de mayor cobertura de audiencias y más fuerte influencia en el tejer social de una ideología.
Suponiendo que ésta fuese mi hipótesis de trabajo, tendría que especificar la metodología que hiciera posible su demostración. La cual no sería otra que establecer factualmente la vinculación de dos grandes procesos sociales que ocurren durante la segunda mitad del siglo XX y la década y media del XXI que transcurre. El primero, la consolidación del Estado mexicano, que fue emergente de la guerra de Independencia, acrisolado en las guerras de Reforma, y reeditado en la Revolución mexicana que institucionalizó con su naciente figura de gobierno, la formación del PNR callista. Al decir de Plutarco Elías Calles, se terminaba el gobierno de “los hombres necesarios” y daba comienzo “el gobierno de las instituciones”; curiosamente corría el año 1928, año en que nace Jacobo. La duración de este proceso moderno cubre 70 años de historia nacional.
Y la segunda gran vertiente es precisamente la del diseño y modelización de los medios electrónicos de comunicación masiva del país. Que sin duda corren a la par de la arquitectura y construcción de las instituciones gubernamentales. Ambos procesos colaboradores activos de la definición progresiva y pulimentada de la forma de Estado mexicano actual, que yo sepa esta labor conjunta no es posible realizarla sin la amalgama de una ideología, que por su característica de ser protagónica fundamental es calificada como dominante.
Es precisamente esta ideología en construcción dentro de la formación social mexicana, a la que abona en buena medida nuestro actante de referencia, Jacobo Zabludovsky. Y no necesariamente porque fuese o actuase como vocero oficial del gobierno o del presidente en turno, sino porque resultó ser una mediación práctica y funcional al modelo de ejercicio del poder instalado y puesto en marcha. Me explico, independientemente de que los señores Emilio Azcárraga Vidaurreta y Azcárraga Milmo, sobre todo este último, se viesen como “soldados” del PRI, su empresa televisiva y radiofónica, Telesistema Mexicano (1951) y luego Televisa (1973) se consolidó como un monopolio en las telecomunicaciones de México, al igual que Teléfonos de México, conformaron empresas hoy llamadas, graciosamente, preponderantes en sus respectivos ramos.
La construcción de una ideología es tarea conjunta de las tres esferas antedichas: la política, la económica y la cultural. Si queremos una descripción sucinta de cada una tenemos que la primera es la esfera del poder en cuanto que tal, la segunda es la generadora de los medios de producción y reproducción de una sociedad, y la tercera es la que maneja el poder de los símbolos emanados de las fuentes y actantes del poder. Si hubo un partido único, dominante en el proceso de la construcción democrática del México contemporáneo, hay que decir que también hubo un sistema único o “preponderante” de las telecomunicaciones del país, y en ese gran aparato estuvo como conductor visible, activo y permanente, el licenciado Jacobo.
Es totalmente cierto que la construcción ideológica no es ni tarea ni efecto de un solo hombre, un superhombre del pensamiento y expresión comunicativa dominante, ya está dicho arriba que es un metafenómeno social que emana de la interacción de las tres esferas, vivitas y coleantes, que dan razón y sentido a la estructura y a la dinámica de una sociedad, para el caso, mexicana. Pero un personaje tan visible y actuante en la generación comunicativa de imágenes, palabras, mensajes, frases y lenguajes para transmitir la visión del mundo que dice referencia intrínseca y directa a las antedichas esferas del poder, es sin duda cogestor del entramado de la ideología resultante, en grado de dominante o “preponderante”, si usted así graciosamente le quiere llamar.
A los panegíricos o detracciones que se producen hoy en torno a su figura, yo solamente emito mi opinión acerca de su papel protagónico en la formación ideológica del México actual. Retomo la ya consabida analogía expresada por Carlos Fuentes y referida a su autor el pensador renacentista Giovanni Pico della Mirandola (Ferrara, Italia, 24 de febrero de 1463-Florencia, 17 de noviembre de 1494), ilustrado humanista y viajero incansable.
Parafraseo diciendo: –El hombre que se siente a gusto en todas partes es un hombre imperfecto; el hombre que se siente a gusto sólo en algunas partes es un hombre en vías de perfeccionamiento; y el hombre que se siente a disgusto en todas partes es un hombre que ha llegado a la perfección.
Aplicándolo al caso de Jacobo Zabludovsky, mi percepción es que su larga etapa de conductor de noticieros (1951-1999) cae en el símil del hombre que se sentía a gusto en todas partes, era parte del banquete de triunfo, del éxito avasallante en los medios de comunicación, su figura era omnipresente ante reyes, poderosos y famosos del país y del mundo, de los que fue su cronista incansable. A partir del 2000, su inesperada salida de Televisa, “hoy termina 24 Horas. Gracias”, marca su ingreso al segundo término de comparación, en que pasa a ocupar una posición en Grupo Radio Centro, ya se sentía a gusto sólo en algunas partes, sobrellevando una carga emotiva fuerte desde el terremoto del 85 en la Ciudad de México y teniendo además que luchar contra el cáncer. En esta situación su estilo se hizo más versátil, más caluroso, más abierto a los intereses de la comunidad -invitaba a los taxistas: “llámeme, yo sí contesto”. También se volcó a la filantropía por la preservación y rescate del Centro Histórico. Y creo yo que así comenzó a caminar hacia el tercer punto de la analogía, saberse un ciudadano del mundo, cuya hambre de saber y de transformar comienza a provocar la inquietud de no estar a gusto en ninguna parte. No sé qué tanto camino avanzó en este sentido, pero sí creo que al final intentó avanzar por allí. Refiriéndose a su muerte, el Excélsior publicó una serie de frases suyas más memorables, de las que entresaco: “Yo no soy de izquierda ni de derecha, no tengo amigos por partidos políticos o por ideologías. Me llevo bien con Dios y con el diablo. Si hay cariño y confianza recíprocos, la gente lo percibe”. El ideólogo que se desideologiza, invocando el amor, en grado de amistad. Y, usted, ¿qué opina? [email protected]