Homo caducus / A lomo de palabra - LJA Aguascalientes
24/11/2024

Extinction is the rule.

Survival is the exception.

Carl Sagan

Hace medio millón de años aparecieron los primeros ejemplares de una especie humana portentosa, los neandertales. A lo largo de más de 400 mil años no sólo lograron sobrevivir, se extendieron por la mayor parte de Europa y el Oriente Próximo, e incluso desarrollaron un complejo de soluciones tecnológicas que, quizá por puro prejuicio, aún no nos animamos a denominar cultura, el Musteriense. Como otros homínidos incluso más arcaicos, los neandertales no sólo sabían fabricar puntas de piedra y organizarse entre sí para cazar grandes presas, además usaban el fuego de cotidianamente, algunos enterraban a sus muertos y fueron capaces de realizar dibujos que representaban abstracciones mentales -en junio de 2012 se localizó en el sitio arqueológico de Gorham’s Cave, en el peñón de Gibraltar, una serie de líneas entrecruzadas labradas intencionalmente en piedra-. Hoy, de aquellos humanos no queda vivo ni uno: como los leones y las hienas cavernarios (Panthera leo spelaea y Crocuta crocuta spelaea), el rinoceronte lanudo de Merck (Dihoplus kirchbergensis), el mamut de la tundra (Mammuthus primigenius), los hipopótamos enanos de Creta (Hippopotamus creutzburgi) o las ratas gigantes de las Canarias (Canariomys), por citar sólo algunos de los animales que convivieron con ellos, se extinguieron. Pero la desaparición de Homo neanderthalensis no ocurrió hace mucho… Todavía hace 50 mil años, el occidente de Euroasia era suyo, un territorio apenas pringado por alguna que otra tropilla de sapiens. Los humanos de esa otra especie eran inmigrantes; muy poco tiempo antes habían llegado provenientes de África, y eran notoriamente menos fuertes y tenían menos cerebro: la capacidad craneal del neandertal era de 1,600 centímetros cúbicos, 200 más que la nuestra. Y sin embargo, únicamente tuvieron que transcurrir unos diez mil años para que todos ellos desaparecieran, y el Homo sapiens comenzara a apropiarse de todo el planeta.

El año pasado, en agosto, la revista Nature publicó los resultados a los que llegó un grupo extenso de investigadores de varias partes del mundo en su intento de datar con mayor certeza la extinción de los neandertales (Tom Higham et al., The timing and spatiotemporal patterning of Neanderthal disappearance). Usando la técnica de espectrometría de masas aceleradas desarrollada en el laboratorio de investigaciones arqueológicas de la Universidad de Oxford, elaboraron cronologías robustas para 40 sitios arqueológicos musterienses clave, dispersos por toda Europa, desde Rusia hasta España, a partir de lo cual lograron determinar con un 95.4% de probabilidad que todas esas comunidades estaban ya muertas entre 41,030 y 39,260 años antes del presente. Lo anterior no quiere decir que hace 40 mil años todos los miembros de aquella especie humana que vivió en Euroasia durante más de 400 mil años hayan muerto; significa más bien que a partir de entonces fueron perdiendo la hegemonía frente a los sapiens, para dejar de existir hace unos 30 mil años. Del mismo estudio se decanta que nuestra coexistencia con los neandertales se prolongó durante un período que va de 2,600 a 5,400 años. ¿Poco tiempo? Bueno, toda la era cristiana tiene 2015 años, y la revolución agrícola llegó al antiguo Egipto en el 5,500 antes de Cristo. Desde la perspectiva que ofrecen comparaciones como las anteriores, resulta obligado cuestionarse por las implicaciones que pudo tener la convivencia entre ambas especies. “Un mosaico de poblaciones en Europa durante la transición al Paleolítico Superior Medio sugiere que hubo tiempo suficiente para la transmisión de comportamientos culturales y simbólicos, así como los posibles intercambios genéticos, entre ambos grupos”.

Lo que les sucedió a nuestros hermanos neandertales no le pasó solamente a ellos. El Homo sapiens apareció hace 200 mil años, y durante la mitad de su existencia compartió la Tierra con al menos otras seis especies distintas de humanos. En su libro De animales a dioses, Yuval Noah Harari resume: “Tengan de ello la culpa los sapiens o no, tan pronto como llegaban a una nueva localidad, la población nativa se extinguía. Los últimos restos de Homo solensis datan de hace unos 50 mil años. Homo denisova desapareció poco después. Los neandertales hicieron lo propio hace unos 30 mil años. Los últimos humanos enanos desaparecieron de la isla de Flores hace aproximadamente 12 mil años. Dejaron algunos huesos, utensilios líticos, unos pocos genes en nuestro ADN y un montón de preguntas sin respuesta. También nos dejaron a nosotros, Homo sapiens, la última especie humana”.

El juego de selección natural de la especies se gana reproduciéndose con el objetivo de perpetuarse. En cuanto a la reproducción, el éxito de los sapiens es incuestionable: hoy por hoy andamos por el mundo más de 7.3 mil millones de ejemplares para demostrarlo. Pero en lo que se refiere a la perduración, los 200 mil años que llevamos por estos lares son aún muy poca cosa, sobre todo si los comparamos con la amplísima existencia que lograron otros homínidos. El Homo erectus es un modelito de ser humano que se mantuvo vigente a lo largo de casi dos millones de años -vivió entre 1.9 millones y 70 mil años antes del presente-. “Es improbable que este récord sea batido incluso por nuestra propia especie. Es dudoso que Homo sapiens esté aquí todavía dentro de mil años, de manera que dos millones de años quedan realmente fuera de nuestras posibilidades”, escribe Yuval Noah Harari. Al terminar de leer su fascinante libro uno entiende que su parecer no tiene nada de pesimista; de hecho, apunta exactamente en el sentido opuesto…


 

@gcastroibarra

 


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