Informe Coneval: Fracaso de la política social
Gilberto Carlos Ornelas
La presentación de los resultados de la más reciente Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en los Hogares (Enigh), realizada por el INEGI, y el informe reciente del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), acerca de la medición de pobreza, han arrojado datos reveladores que obligan a la reflexión y nos llevan a graves conclusiones. En términos generales, el Estado mexicano, a poco más de un mes de que se presente el tercer Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto, debe reconocer que sus políticas sociales han sido un estrepitoso fracaso en los últimos 25 años y, por supuesto, en los primeros tres de la presente administración.
Según el Coneval, la pobreza creció en nuestro país: de 53.3 millones de personas que en 2012 sobrevivían mensualmente con menos de dos mil 542 pesos en zonas urbanas y mil 614 pesos en zonas rurales, y sufrían al menos una carencia en 2014, se incrementó a 55.3 millones; pasó del 45.5% al 46.2 de la población en 2014. Se registró una reducción marginal y simbólica de la población en extrema pobreza, que pasó de 11.5 a 11.4% de la población, lo cual significa que 86 mil personas dejaron de vivir con menos de mil 246 pesos en las ciudades u 868 pesos en las zonas rurales, sufriendo tres carencias o más. Otro resultado lapidario: la llamada clase media se ha reducido cuando pasó del 8.14 de 2012 a 6.78 en 2014.
Por otra parte, un estudio realizado por los investigadores del Colegio de México, Julio Boltvinik, Araceli Damián y Alejandro Marín, revela que la pobreza extrema, pobreza y pobreza moderada avanzó del 83.0% de la población en 2012 a 84.3% en 2014, lo que significó que de 97.4 millones de personas pobres en 2012, pasamos a más de cien millones en 2014.
Apenas hace un año se anunció el cambio de nombre de la joya de la corona de los programas sociales federales: Oportunidades pasó a ser Prospera, y se le hicieron algunas modificaciones. Pero eso se ha venido haciendo desde que Carlos Salinas inauguró el Programa Nacional de Solidaridad y luego Ernesto Zedillo lo reestructuró para que fuera Progresa y se convirtiera en el Oportunidades de los gobiernos panistas, hasta que el año pasado Peña Nieto decidió que Prospera fuera junto con su Cruzada contra el Hambre la punta de lanza de sus políticas sociales.
Del informe del Coneval surge el dato de que las mayoría de entidades de la República registran una disminución de pobres, aunque ninguna de esas cifras amerita lanzar campanas al vuelo, sino apenas librarse de la vergüenza de los gobiernos de los estados que como Coahuila, Veracruz, Oaxaca, Hidalgo, Baja California Sur, Estado de México, Chiapas, Chihuahua, Morelos, vieron incrementado ese dato que revela ineficiencias y errores estructurales desde el enfoque y diseño de los programas compensatorios de nuestro país.
Sería lamentable que se desestime el informe de Coneval y de la Enigh con el pretexto de que Prospera tiene apenas un año funcionando y que esos instrumentos aún no reflejan los resultados del último año. Peor aún sería que se diga que la tendencia que domina es positiva porque hay un sector que “supera” la pobreza extrema, cuando lo alarmante radica en el crecimiento de la pobreza porque se mantiene la desigualdad en el ingreso. Difícilmente los cambios introducidos el año pasado modificarán la inercia, pues la ampliación sólo incluyó apoyo en salud reproductiva y becas para formación de técnicos y profesionistas a los empadronados en el programa social insignia enfocado a la extrema pobreza, dejando al margen las políticas para una mejor distribución del ingreso como lo reveló la Enigh 2014.
Cuando una política pública es reeditada y sigue dando resultados insatisfactorios, un gobierno responsable debiera cambiarla, porque mantenerla resulta riesgoso y tal vez hasta cínico si lo ven sólo por los dividendos políticos y no por las necesidades de la población. Desde hace años muchos estudiosos del fenómeno de la pobreza, como Sánchez Almanza, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, han aseverado que “sólo sin manipulación política podrían verse las bondades de los programas de asistencia social; pero la experiencia indica que a ello están supeditados”.
Otros analistas afirman que el error principal está no sólo en la manipulación política y clientelar, sino desde el propio diseño, ya que “el escaso crecimiento económico ha deteriorado al poder adquisitivo de los trabajadores sin que haya por el momento expectativas de aceleración”, de lo que se deriva que el problema de la pobreza es mucho más complejo por derivarse de la distribución del ingreso, y se demuestra cuando al incremento de pobres se le agrega la disminución de la clase media y el crecimiento de la desigualdad en el ingreso, como lo reveló el estudio de la OCDE que ubicó a México como el país de mayor desigualdad en el ingreso en los 34 integrantes de ese bloque.
Si esto es así, nuestro país enfrenta una tormenta perfecta en materia de política social: un modelo de crecimiento económico que no se plantea revertir los problemas de la distribución del ingreso, sino que al contrario, los ha agudizado; políticas públicas que atienden el problema de pobreza de manera sesgada y aislada y programas asistenciales que tienen un fuerte componente de manipulación política.
No hay de otra, si en las políticas de seguridad pública ha sido un error persistir en la estrategia equivocada, y si en materia política el regreso del autoritarismo ha creado una crisis de credibilidad y confianza, la insistencia en la misma política económica y de desarrollo social nos acercará a una profunda crisis general.
Ya se ha visto que al actual gobierno no se le da mucho la capacidad de rectificación; así ha acumulado una larga agenda de pendientes, pero más allá de la terquedad, filias, fobias y lealtades personales, está claro que el país reclama cambios profundos y virajes efectivos.
Por no dejar: Nos dice el Coneval que en Aguascalientes hasta 2014, habían disminuido en 24 mil el número de pobres pero que aún nos quedan 443 mil personas debajo de la línea de pobreza y casi 27 mil en extrema pobreza. Cifras preocupantes por donde quiera que se les vea.
@gilbertocarloso
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Informe Coneval: ¿Por qué doblan las campanas?
Jesús Medina Olivares
Aceptar nuestra vulnerabilidad en lugar de tratar de ocultarla es la mejor manera de adaptarse a la realidad: David Viscott
La tesis principal y las reflexiones que nos propone Gilberto Carlos Ornelas en su colaboración para Esfera Pública: Informe Coneval: Fracaso de la política social, estimula la reflexión y propicia el debate sobre un tema trascendental para nuestro país.
El discurso oficial, en voz de Rosario Robles, destaca como una de los principales logros de la política social haber conseguido disminuir el nivel de pobreza extrema de 11.5 millones a 11.4 millones en el periodo de 2012 a 2014, conforme a los resultados recientes de la medición de la pobreza del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval).
La mayoría de los instrumentos de la política social disminuyeron en 24 estados, la precariedad, la pobreza extrema o ambas: “Los resultados presentados por el Coneval todavía no reflejan las reformas estructurales ni expresan el rediseño de oportunidades en Prospera, pues las cifras tomaron en cuenta los datos del 2014”.
Sin embargo, a partir del análisis de las mismas estadísticas, surgen algunos cuestionamientos. ¿Existen en realidad razones, de contenido económico, que le dé sustento a lo que se exalta? ¿Estas cifras, en verdad, justifican echar a vuelo las campanas?, y ¿qué se está discutiendo exactamente?
Expresa la cita de Ramón Campoamor: “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Recojo este pensamiento para desarrollar mi perspectiva y de cómo se puede percibir de forma diferente una misma realidad.
La realidad es que las cifras de la pobreza en el país, como bien lo sustenta Ornelas, derrumban las optimistas visiones de la versión oficialista.
Respecto a la primera pregunta. Nuestro país enfrenta un grave problema estructural. Existe la persistencia de un modelo de económico que no ha tenido la eficacia para revertir los problemas de fondo que generan la pobreza en país, antes bien han aumentado el cúmulo de sus padecimientos y dolores.
La reducida tasa de crecimiento de la economía y la desigual distribución de los ingresos son detonantes fundamentales.
En el caso de nuestro país, es históricamente reconocido como una sociedad sumamente desigual con profundas asimetrías. Confluyen en una marcada iniquidad entre las clases opulentas y las que están hundidas en el atraso lo que reproduce y transmite el rezago de generación en generación.
Más aún prevalece la pérdida constante del poder adquisitivo, el afianzamiento del fenómeno de la informalidad laboral y el estado de vulnerabilidad para los sectores asalariados.
Según estudios, de 1987 a la fecha, los salarios perdieron el 79.14 por ciento de su valor. En tanto que los salarios mínimos solamente aumentaron 3.4 por ciento, en comparación con las alzas en gasolinas, gas doméstico, tarifas eléctricas, alimentos y al transporte público, que alcanzaron entre un 15 y 30 por ciento.
El déficit de empleo en México supera los 34 millones de plazas. Frente a este panorama, la economía informal ha crecido hasta constituir hoy el 60% de la población ocupada. Personas que se encuentran sin seguridad laboral, horarios establecidos o garantía de pago y ocho millones buscan trabajo sin encontrarlo; la mayoría jóvenes con formación técnica o universitaria.
Por otra parte, es un hecho que no se ha invertido en infraestructura social que ha repercutido en que las instituciones públicas no provean bienes y servicios básicos de calidad -en educación, salud, agua y electricidad- que ayuden a ampliar las oportunidades económicas, elevar la movilidad económica y proteger a la población pobre y vulnerable.
Respecto al segundo planteamiento; la disminución de la pobreza extrema, sin demérito, pero es pírrica, tomando en cuenta la enorme cantidad de programas y los montos asignados presupuestalmente al combate a la pobreza.
Se estima que en los últimos 42 años, el gasto en programas de combate a la pobreza a nivel federal, de los gobiernos estatales y municipales aumentó en términos absolutos 96 por ciento para soportar los cerca de cinco mil 904 programas, que en total operan estos órdenes de gobierno.
Lo anterior da cuenta fehaciente de los escasos resultados que se han alcanzado con la política social del Gobierno Federal y que de que el costo económico ha sido, con mucho, inferior al beneficio social.
Dos datos sumamente preocupantes: de acuerdo al mismo informe, se registra un aumento del número de personas en situación de precariedad en el país, pasado de 53.5 millones de habitantes a 55.3 en el mismo periodo y la reducción de la clase media pasó del 8.14 de 2012 a 6.78 en 2014.
No podría ser de otra manera. Los estándares de la Organización de Naciones Unidas y del Fondo Monetario Internacional indican que, para considerar a un ciudadano parte de este estrato socioeconómico, debe tener un ingreso que cubra el 80 por ciento de sus necesidades. En México, sólo 14.6 por ciento de la población cubre este perfil.
Tan solo 60 por ciento de la población se encuentra en el sector informal y no puede ser considerado de clase media.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en su informe Diagnóstico de desarrollo territorial de México, señala que la pobreza procede en gran parte del amplio sector informal de trabajos de bajos salarios con una reducida productividad, la falta de acceso a la formación y las limitaciones de las redes de seguridad social.
Por ello el cuestionamiento, ¿de qué se está hablando exactamente?. A pesar del gran alboroto o revolución, que se reproduce también en algunos estados, al final no hay ningún resultado real ni positivo.
En consecuencia, las conclusiones más importantes serían: la reducción de la personas en pobreza extrema para nada es significativa: En contraste, aumentó en dos millones el número de mexicanos que viven en pobreza en el país. Personas de la clase media que pasaron a engrosar la franja de la pobreza.
Situación que revela el fracaso no sólo de la política social, sino también la económica del Estado mexicano.
En el México que vivimos, de la contradicción permanente, se hace mucho ruido y en última instancia no se resuelve nada de fondo, todo es artificio.
Debemos, pues, preguntarnos: ¿Por qué doblan las campanas?