En realidad mi vida en los medios de comunicación inició en 1984, el 23 de julio de ese año, creo que era lunes, sí, casi estoy seguro, fue la primera vez que me senté ante un micrófono, no era una cabina, era la oficina del señor José Dávila, en ese momento director de Radio Instituto Cultural de Aguascalientes, antes se llamaba Radio Casa de la Cultura y estaba instalada en el segundo piso del primer patio de la Casa de la Cultura, de ahí su nombre. Justamente en ese año, estamos hablando de 1984, se mudaron a lo que antes era la Casa de las Artesanías, en la avenida López Mateos, en lo que hoy es Expo Plaza. Las instalaciones de lo que más tarde se convirtió en RyTA permanecieron en ese lugar hasta 2007, año en que se mudaron (o nos mudamos, en ese momento yo era director del área de radio) a la calle 26 de agosto, en el Barrio de la Estación.
El asunto es que quiero compartir contigo mis años de formación en los medios de comunicación y eso me obliga a retomar un poco la historia de Radio y Televisión de Aguascalientes, porque mi historia laboral está inevitablemente ligada a la de este organismo público descentralizado que oficialmente nació en 1987. Fue justamente en ese año, después de tres de estar colaborando por amor al arte, que finalmente se dio la oportunidad de poder entrar a la nómina, desde ese momento y hasta el 31 de julio de 2011, fui trabajador de este organismo; lógicamente, en todo ese tiempo, hablamos de 24 años, en realidad 27 si contamos los tres que colaboré sólo por mi pasión por la radio y amor a la música, viví diferentes etapas, algunas, la mayoría, muy buenas, otras, las menos, verdaderamente malas, sobre todo cuando se trataba de lidiar con los directores, esos que toman las decisiones con el único y valiente criterio de saberse y sentirse los jefes, los mandamás. Recuerdo uno que me dio una indicación verdaderamente absurda, injustificada, hacer cortes cada diez minutos; fue en el periodo en el que yo fui director de radio, pero evidentemente sujeto a las órdenes, yo mejor diría caprichos de mi superior. Me tomé el atrevimiento de cuestionar su indicación y, seguramente molesto por mi insolencia, me dijo con una furia graciosamente dibujada en el rostro: “porque soy el director general”.
Recuerdo otro que estaba demasiado molesto porque tuve la feliz ocurrencia de presentar en mi programa de radio, llamado Fonoteca rock 92.7, la canción de Led Zeppelin llamada “Moby Dick”, supongo que a este feliz parroquiano no le gustaban los solos de batería o le caía mal John Bonham, o yo no sé qué frustraciones padecía, la cosa es que mandó al director de radio de aquel entonces a que me dijera que quitara esa canción. Yo creo que no me lo dijo directamente a mí porque ya anteriormente me había reprochado el haber puesto “Light my fire” de The Doors, recuerdo que me dijo, palabras más, palabras menos, pero estoy seguro que lo recuerdo literalmente: “y esa canción qué”, yo le dije, insisto, lo recuerdo literalmente: “de qué licenciado, no entiendo”, “sí, esa canción, quién la toca o qué”. Debo aclarar que siempre mantuvo un acento imperativo y mandón. Yo le contesté con un tono de “pobre ignorante” que yo creo que me delató: “son los Doors licenciado, uno de los grupos de rock más conocidos”, me imagino que mi respuesta no le impresionó porque categóricamente me dijo: “pues yo no los conozco, quítala”. Desde entonces entendí la amplitud de su criterio, después supe que a este señor que trabajaba como jefe consideraba a Ray Coniff y Franck Pourcel como las manifestaciones más revolucionarias en la música, ni cómo ayudarle. A otro de los directores de RyTA le dio por meter todo el día smooth jazz, claro, en realidad no estaba mal, el problema era que le molestaba que yo pusiera en mis espacios de música clásica a Mahler, a Bruckner o hasta Berlioz, se molestó mucho un día que puse la Sinfonía Fantástica, él quería que todo se redujera a Mozart, Bach o cualquiera de las sinfonías nones de Beethoven.
En fin, más allá de señalar acusadoramente los criterios de quienes han sido algunos de mis jefes, a otros los respeto y admiro como a Jorge Saavedra, Jorge Luis Papadimitriou y, por supuesto, José Dávila, lo que pretendo es señalar que lo que me ha mantenido neceando en los medios durante 30 años es el poder abrir espacios a la música que es ignorada por los medios comerciales, como el jazz, el rock, el blues, la música académica o clásica. Los formatos de la radio cultural o permisionada lo hacen posible, la comercial hace cortes cada dos canciones más o menos, lo que haría imposible la difusión de Thick as a Brick de Jethro Tull , del disco Tales from topographic oceans de Yes, o el inconmensurable Bitches Brew de Miles Davis, por eso me parece una aberración que las estaciones permisionadas copien descaradamente los formatos de la radio concesionada, ¿qué caso tiene?, su compromiso, sus objetivos y su público deberían ser otros. Por eso, por salud mental, pero sobre todo por dignidad, renuncié, responsable y libremente a Radio y Televisión de Aguascalientes y prefiero seguir neceando en mi pretensión por difundir la buena música en otros lares, es decir, me llevo mi música a otro lado.