Inicia el proceso de relevo de autoridades en la estructura de gobierno local. Aunque se definirá en 2016, es justo el tiempo en que los distintos cuadros partidarios empiezan a hacer públicas sus aspiraciones.
Si intentamos hacer un ejercicio de prospectiva política, el referente más cercano es la elección intermedia de 2015 para renovar la Cámara de Diputados. Los resultados fueron poco favorables al PRI, aun ganando de manera apretada un distrito, el resultado fue adverso ya que en otras épocas ganaban dos y hasta los tres distritos federales.
Aunque las razones de estos resultados pueden ser producto de múltiples factores que seguramente el PRI va a identificar en el balance que realice en sus órganos partidarios, una razón visible es la forma de seleccionar candidaturas.
La crítica y hartazgo de la ciudadanía de cómo los partidos toman las decisiones de quien nos represente fue muy evidente, no se remite sólo al PRI, es a todo el sistema de partidos que compitieron en el proceso electoral. El vigoroso reclamo de los ciudadanos se tiene que asumir como una gran lección de reformular las decisiones y la vida interna de todos los partidos.
Postular liderazgos con identidad al partido y sus bases deben ser los criterios principales si se quieren ganar elecciones, o incluso abrir los partidos para postular ciudadanos no militantes, que promuevan y representen causas ciudadanas.
Por lo tanto una buena parte del triunfo electoral del PAN en los dos distritos federales obedece más a razones exógenas que a las cualidades de los candidatos postulados. No fueron sus atributos, ni los liderazgos que representan, ni las propuestas, ni sus proyectos políticos. Es ante todo el ejercicio del voto del castigo al PRI y al gobierno, por elegir candidatos alejados de sus estructuras.
Las decisiones de postular candidaturas está determinada por una razón fundamental; si pertenece al grupo que dirige el partido, sin importar si es un mal perfil, o no es conocido en las estructuras partidistas. Lo que importa es que no sea miembro de una corriente distinta, y aunque sea la mejor propuesta simplemente se descarta porque no es parte del grupo político que ostenta la dirección del partido.
En el caso del PAN a pesar de que hoy cuenta con una relativa ventaja, consolidar su posición electoral, depende mucho de cómo se decidan y elijan las candidaturas.
A diferencia de otras épocas, el PAN hoy cuenta con cuadros políticos con experiencia y cierta capacidad, además de cuadros jóvenes que han invertido tiempo y esfuerzo para ocupar un lugar en la estructura partidaria y representativa.
La forma en que decidan estos procesos va a determinar sus resultados electorales. Si no hay una revisión profunda de quiénes son los mejores perfiles dentro y fuera del partido, es muy posible que se pierda la ventaja electoral que obtuvo en 2015.
El proceso de selección interna en los partidos políticos es tal vez la etapa más compleja y ríspida del proceso. Se pone en juego muchos intereses particulares e intervienen grupos de presión que tratan de sacar ventaja personal del momento.
En esta competencia feroz por determinar quiénes se quedan con las posiciones, lo que generalmente se estila es la guerra sucia en donde los oponentes tratan de aniquilar a costa de lo que sea a su contrincante.
Es en esta etapa se hurga en la vida personal de los aspirantes, surgen versiones inverosímiles de los personajes que aspiran a una candidatura, aderezadas con anécdotas reales o ficticias de su vida personal. Lo que se pretende es desprestigiar a mi oponente “porque así tengo mayores posibilidades de obtener la candidatura”.
Esto al final tiene un costo para el candidato ganador y para el partido que lo postula. Ensucia la competencia, la militancia y la política, porque nuestra joven y frágil democracia no ha encontrado un método más racional y civilizado de elegir los mejores liderazgos. Mi twitter: @normaglzz