Moscú, Rusia. 6 de junio de 2015. En un tono jocoso, casi sardónico, el presidente Vladimir Putin responde a las preguntas del periódico Il Corriere della Sera –el rotativo de mayor difusión en Italia. El líder ruso dice: “Creo que sólo una persona demente y sólo en un sueño puede imaginarse que Rusia atacaría súbitamente a la OTAN”.
Krün, Alemania. 8 de junio de 2015. Prematuramente encanecido y con el rostro ajado, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se refiere a su contraparte rusa, Vladimir Putin, en los siguientes términos: “Él tiene que decidirse… ¿Quiere continuar el aislamiento de Rusia en la búsqueda de un deseo equivocado por recrear las glorias del Imperio soviético?”.
Las escenas arriba descritas sirven como introducción al presente artículo, el cual muestra por qué organismos internacionales tales como el G-7, los BRIC y la Organización de Cooperación de Shanghái tienen visiones antagónicas del orden mundial.
El Grupo de los Siete (o G-7) fue fundado en los años 70 gracias a la iniciativa del secretario de Tesoro norteamericano, George Schultz. Sin embargo, fue el mandatario galo, Valery Giscard d’Estaing, quien invitó en 1975 a los ministros de finanzas y gobernadores de los bancos centrales de Alemania Occidental, Francia, Estados Unidos, Italia, Japón y el Reino Unido a una reunión informal en el castillo de Rambouillet. La idea de Giscard d’Estaing era “discutir los asuntos del mundo en un modo franco e informal”. Al año siguiente, Canadá se convirtió en el séptimo miembro del exclusivo club.
¿Por qué la Unión Americana decidió compartir la toma de decisiones? Creo que fueron tres cosas: el resurgimiento económico de Alemania Occidental y Japón; la derrota militar en Vietnam y la crisis petrolera de 1973-1974.
El G-7 se concentró en asuntos meramente económicos y financieros, pero al final de la Guerra Fría decidió abarcar asuntos de seguridad. En 1997, a petición del primer ministro británico Tony Blair, Rusia fue invitada a pertenecer al G-7. Tras lograr el visto bueno del entonces mandatario norteamericano, Bill Clinton, los rusos ingresaron en 1998. Sin embargo, este reparto del poder mundial no satisfacía del todo a las llamadas “naciones emergentes”.
En 1996, China, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán formaron la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), un organismo regional cuyo objetivo es crear una estructura de seguridad para el Asia Central y el Cáucaso.
Por su parte, el economista británico Jim O’Neill, quien trabajaba para el banco de inversiones Goldman Sachs, acuñó el término BRIC (Brasil, Rusia, India y China) para “resaltar la contribución del grupo al Producto Interno Bruto mundial y mayores índices de crecimientos en comparación a grupos económicos establecidos como el G-7” (Rickards, The Death of Money, Portfolio/Penguin, 2014, pp. 139).
En junio de 2009, los líderes BRIC se reunieron en Ekaterimburgo, Rusia, para formalizar su alianza. Al año siguiente, invitaron a Sudáfrica a unirse al grupo. Hecho que se cristalizó en la reunión cumbre en Sanya, China. Desde entonces, los BRIC pueden ser considerados como una fuerza económica y política en el ámbito global.
Por ello, y en preparación a la avalancha de críticas que recibiría por parte de los líderes del G-7, Rusia se curó en salud: el 3 de junio, durante la reunión de los ministros de Asuntos Exteriores de la OCS, Vladimir Putin dijo que “la Ruta de la Seda y la Unión Económica Euroasiática estaban en los intereses de sus miembros”.
Asimismo, el vocero presidencial, Dmitri Peskov, dijo que Putin prefiere participar en “formatos más eficientes que reflejen el estado real de las cosas en el espacio económico global” (TASS 08/06/2015).
En diplomacia no existen las coincidencias: la reunión de los líderes de los BRIC, la OCS y la Unión Económica Euroasiática tendrá lugar en la ciudad rusa de Ufa, del 8 al 9 de julio del presente año.
Por su parte, el G-7, incluso antes de suspender a Rusia en el año 2014, dista mucho de representar a los verdaderos tomadores de decisiones a nivel mundial: el Producto Interno Bruto (PIB) del Canadá apenas está por encima de España y por debajo de países como Indonesia o México. Además, el Reino Unido ve mermada su presencia global debido a su postura antieuropea, el separatismo escocés y los recortes a su presupuesto militar.
El empecinamiento estadounidense en negar la nueva realidad mundial ha motivado a varios estudiosos como, por ejemplo, el doctor Richard Wellings, subdirector editorial del Instituto de Asuntos Económicos, ubicado en Londres, Inglaterra, a declarar en su cuenta de Twitter que “un G-7 basado en el PIB ajustado por poder de paridad de compra incluiría a: China, los Estados Unidos, India, Japón, Rusia, Alemania y Brasil -pero no al Reino Unido”.
Esta versión del G-7 representaría al 53 por ciento del PIB mundial y a las tres principales potencias militares globales. Sin embargo, el G-7 cada vez parece la versión estadounidense del club de Tobby: “puros cuates”.
Los Estados Unidos, China y Rusia, a través de sus organismos afines promueven sus intereses en el juego de tronos global.
Aide-Mémoire.- El voto nulo y las victorias de El Bronco, Cuauhtémoc Blanco, Pedro Kumamoto y Morena marcan un parteaguas en la historia electoral del país y son un llamado de atención para nuestra clase política.
Colegio Aguascalentense de Estudios Estratégicos Internacionales, A.C.
Excelente el papa Francisco, dispuesto a oír a todos Ramiro Helmeyer Quevedo.