José Vasconcelos concretó la idea del mestizaje en México con su ensayo La Raza Cósmica durante la época del nacionalismo a mediados del siglo XX. Se declaró contra el racismo pero también redujo la visibilización de los problemas nacionales que estriban en los imaginarios sobre la “raza”, los cuales persisten a pesar de que se ha desmentido este concepto para la especie humana desde hace pocos años. Es así que la “quinta raza” del sincretismo en el México moderno continuó con su desarrollo industrial y urbano, mientras que los indígenas quedaron en el aislamiento político hasta que resurgieron en lo público con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, y únicamente los que habían conservado sus costumbres y comunidades, porque la mayoría han migrado a zonas urbanas y se han despojado de elementos identitarios para lograr insertarse en el mercado laboral. Es así, que reflexionar sobre estas problemáticas es fundamental para entender sucesos actuales, como las insurgencias en el sureste del país, así como las disparidades de desarrollo del centro-norte frente al sur.
Durante la época colonial se generó un sistema tributario, retomado de costumbres de la organización social prehispánica, para implementar el trabajo obligatorio de los pobladores originarios -los indígenas- en las haciendas de los españoles, lo cual perduró hasta mucho después de la Independencia de México. A pesar de la abolición de la esclavitud en 1551, continuó la explotación laboral por mecanismos coercitivos de endeudamiento e impidieron el desarrollo económico de las personas en las zonas rurales. Poco a poco se fue desdibujando la idea de lo indígena ante un nuevo país mestizo, y los problemas raciales se transformaron en problemas de agro mexicano.
Las zonas rurales en México continuaron con poca presencia de escuelas, mientras que la iglesia parecía ser la única institución al pendiente de sus habitantes. Con el partido liberal en el poder, en el siglo XIX, se buscó el desarrollo económico sustentado en el crecimiento industrial y comercial, por el que se incrementó la “clase media” criolla -los mestizos-, y en su búsqueda por consolidar un Estado laico, al gobierno reformista le salió el tiro por la culata, pues con la Ley de Desamortización de Bienes de Corporaciones Civiles y Eclesiásticas de 1856 los indígenas perdieron sus tierras en 1857, pues éstas comunidades eran consideradas corporaciones civiles, afectando a cerca del 50% de la población. Ni el laureado Benemérito de la Américas, Benito Juárez, quien procedía de familia indígena, consideró el exilio al que sometió a los indígenas: los campesinos, la población originaria del país.
Con la Revolución Mexicana por fin se posicionó la problemática del Agro mexicano como un tema primordial, con sus diferencias. Mientras que Francisco Villa presentó su propuesta en la que los gobiernos estatales regularían las extensiones y redistribución de las tierras, en espera de un desarrollo urbano e industrial, los zapatistas deseaban la expropiación total y la devolución de las tierras a sus comunidades, sin considerar algún proyecto para incrementar la competitividad de sus poblaciones ante la modernidad y el despeje industrial por el que atravesó el país durante el Porfiriato.
Las zonas rurales y sus pobladores, que no se habían atrevido a mudarse, ya estaban en un rezago educativo, tecnológico y de competitividad de más de 400 años, que se buscó subsanar con la reforma agraria de Lázaro Cárdenas que además implementaba un sistema educativo para la formación de profesionistas técnicos para desarrollar al campo mexicano, pero ¿cómo alcanzar la industrialización, mecanización y tecnificación de otros países, y la brecha con los sectores urbanos que lideraban los mecanismos de comercialización? Finalmente, en 1992 se dio una nueva reforma por Carlos Salinas de Gortari, con la privatización de la tierra y una rotunda negativa a más repartición de tierras, lo cual sólo benefició a los grandes terratenientes al no considerar acciones y estrategias de acompañamiento.
De esta forma, las problemáticas en las zonas rurales se robustecieron ante el desarrollo industrial, económico y sociocultural de los centros urbanos y el avance capitalista de las naciones. Aunque se han instalado escuelas, hospitales y otros servicios, como de comunicaciones y transportes, la factura para la nación es importante, pues el sector agrícola está por debajo del agroindustrial, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) posiciona a México en un bajo índice de seguridad alimentaria, y aunque ésta manifiesta la urgencia por incrementar la producción interna agrícola, México continúa importando grandes cantidades.
Estos elementos ofrecen un panorama para entender las insurrecciones en el sureste y la desigualdad de desarrollo frente al centro-norte del país: movilizaciones sociales, autodefensas, asentamientos del crimen organizado, autogobiernos, por mencionar algunos fenómenos, lo cual sólo muestra la falla del Estado para ofrecer seguridad y oportunidades de desarrollo. Ante un aislamiento político, una clase política y social dirigente, gran parte de la población se enfrenta a la pobreza, incluso pobreza extrema, como algunas comunidades de Chiapas, Guerrero y Oaxaca. Ante ello se presenta un gran problema, al cual Enrique Peña Nieto aseguró atender a través de una Reforma Agraria. Sin embargo, será necesario advertir que para dar una solución no sólo bastará con programas de préstamos -financiamientos, disculpe usted-, sino que se necesita todo un sistema burocrático, gubernamental e interinstitucional para atender al gran problema rural que olvidó México por alcanzar los rascacielos y las grandes maquinarias que sólo han redituado a los criollos, a la “raza cósmica”, mientras que los pobladores originarios continúan en la penumbra o se han travestido para insertarse en las ciudades, olvidando su procedencia para sobrevivir. En la oportunidad que tenga, compre lo local, a los pequeños productores, obtendrá lo que busca y además piense que está dando honor a quienes fundaron primigeniamente esta nación con tantos recursos… capital muerto por una desigualdad que ha sido lastre para México.
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