La prensa gringa me ha lavado el cerebro respecto al tema del emprendimiento. Sinceramente me ha hecho ruido la idea de que no eres alguien si no fundas, crecer, generas y eres parte de algo. Tenemos que ser emprendedores, fundadores, creativos, ayudar a cambiar el mundo. En caso contrario, simplemente eres un fracaso. Debes ser Zuck. ¿O te parece poca cosa ser parte del invento que forma parte de la vida diaria de millones de personas en el mundo? ¿Qué somos si no creamos algo así?
El culto a los emprendedores me parece lógico y válido. Son nuestros nuevos héroes. Claro, esto deriva en caricaturas como el startupero promedio que vemos en los coworking space de DF o en las reuniones en locales de mariscos sobrevaluados al norte de Aguascalientes. En un paréntesis mega local, por eso me agradan (a pesar de que son las personas más troll de nuestra comunidad) los chicos de The Inventor’s House, no son el cliché de los niños ricos, de saco, papa en la boca y que piden dinero a los amigos de sus padres para crear algo totalmente inútil para que finalmente agarren un hueso de su amigo político en la silla. De hecho por ahí hay unos que más bien emprendieron vendiéndole el acceso a sus “mega contactos”. Que no es más que un lobbying curro con sus amigos en dependencias que apoyan al empresario. Ja. Déjenme acabar de reír.
Total, afilando más, el culto es al emprendedor de hoodie, sin tantas conexiones y que convenció al venture capitalist de que su idea vale algo. Claro, 1 de cada mil empresas se vuelve Facebook, 1 de 10 sobrevive no tan decorosamente para ser adquirida (piensa en Foursquare, está a punto) y la gran mayoría falla. No sé si sean ideas aplicables en México, porque los casos usualmente se ubican en extremos demenciales. O puede ser la historia de la agencia boutique que fue adquirida por Terán TBWA o Y&R para manejar un tema de especialidad. O algo de megahueva como que tu empresa de robots o algoritmo para lockers inteligentes ya es parte de Ge. En esta narrativa se nos olvida que el panadero que se volvió grande o las chavas que hacen más revenue que empresas concretas, vendiendo manualidad en Kichink también son casos de éxito.
La película que define esta era es The Social Network. Especialmente es de mis favoritas de Fincher (a veces la más). No es una historia acerca de Facebook, es acerca de la creatividad, el ímpetu y lo gacho que te vuelves para triunfar. Para fundar. Para lograr algo de trascendencia. Es un bromance que se pierde en búsqueda de la grandeza. ¿Quién no busca ser grande? Y se sigue alimentando el culto al fundador, que si al final Zuck acaba solo recargando la solicitud de amistad [en la vida real está casado] ¿Y? Su mente está en Menlo Park creando grandes cosas. Wow. Y sí, toda una generación nos estamos tomando demasiado literal el guión. Una obsesión personal es que antes de los 30 debo de al menos ser parte de algo si no es que fundar para ser holgado y de ahí, empezar a soñar.
Al aire hay dos caras de la misma moneda. Pueden seguir Halt and Catch: Fire, una serie situada en Texas en los ochenta que básicamente trata de soñar hacer un cambio ya sea siendo empleado e iniciado una revolución o empezando algo con poco dinero o bien estando podrido en dinero y sin saber que fundar. Por otro lado, Silicon Valley se mofa del culto al emprendedor y las absurdas valuaciones de compañías que no hacen dinero (Twitter, por ejemplo), así como la estupidez de los nuevos ricos que saben programar en Swift.
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