La fuerza y el poder del PRI (El arreglo interno) / Isidoro Armendáriz - LJA Aguascalientes
25/11/2024

Los resultados electorales del 7 de junio reafirman la preeminencia del PRI y del PAN sobre los demás partidos. Estos resultados lo mismo confirman la percepción ciudadana de un régimen de partidos gaseoso y etéreo, por lo que un sinnúmero de ciudadanos forman parte del ejército de los independientes, desobedientes, abstinentes, disidentes y dimitentes del voto, haciendo con ello un enorme daño a la democracia, pero que al fin significa el voto de rebeldía contra el estado sólido y el sistema crítico de partidos.

El saldo electoral es aceptable para el PRI, aunque el resultado pudo ser mucho mejor: falló el oráculo de Delfos, fallaron los apoyos y las redes, la comunicación y los entendidos, la cohesión de intereses y la unidad en la acción. Hay quienes toman este saldo como una derrota prolongada, sobre todo en los pasillos intrincados del morbo político.

El diagnóstico y el pronóstico nos dicen que hay que pensar en un candidato(a) que pueda vencer a las oposiciones y represente, con dignidad y decoro, no sólo al priismo, sino a importantes sectores ciudadanizados que exigen un nuevo mensaje y estilo de gobernar.

Bienvenida sea la aspiración de Miguel Romo a la candidatura del Gobierno del Estado, es parte de los vaticinios de la política, todos tenemos derecho al futurismo y a participar en los juegos de poder con equidad y reglas claras y limpias.

Como él, existen otros destacados priistas que tienen méritos, trayectoria, estima pública y todo un promisorio futuro por delante, que harán lo propio de conformidad con los tiempos, la forma y el fondo establecidos por los cánones institucionales.

Más allá de las apuestas y predicciones sobre quién será la abanderada(o) del PRI en la justa electoral 2016, es importantísimo hermanar al priismo y procurar, por anticipado, la candidatura de unidad mediante un sistema de comunicación franca, directa y transparente, así como poner en marcha un esquema de pactos, amarres y acomodos que garanticen al partido jugar con quien sea el más fuerte y más competitivo ante los adversarios. Los priistas queremos gobernantes, no sólo candidatos.

La fuerza y el poder del PRI radican en su gran capacidad de permanencia, las victorias como las derrotas no son para siempre, son de ida y vuelta. Finalmente el destino de partidos y candidatos corre en la dirección que traza sabiamente el conglomerado electoral.

No es que las aspiraciones de ínclitos personajes y demás divinidades dejen de ser importantes, sino que los priistas tenemos que generar un gran impulso y hacer conciencia de la necesidad de arribar a una plataforma mental superior que nos permita visualizar y construir victorias. Nunca debemos permitir la derrota del pensamiento como secuestro, ni la sicología de la depresión como reacción a la creación de nuevas realidades electorales.

Si realmente deseamos ganar en el 2016, pensemos en cómo y con qué vacunarnos en contra de la contaminación, simulación y prostitución política. De otra manera todos, sin darnos cuenta, seremos como aquel moribundo ciego que no sabe que está llegando a las puertas de la muerte.


Durante más de 12 años guerreamos sin tregua para reconquistar el poder y lo vamos perdiendo gradualmente. En este largo camino tuvimos bajas impresionantes: algunos compañeros de lucha murieron, otros sacrificaron a sus esposas e hijos y hubo a quienes el cansancio los derrotó. Por ello, llegó la hora de preguntarnos con toda honestidad y objetividad ¿por qué hemos perdido elecciones consecutivas? Es cierto que las victorias tienen dueño y que las derrotas son huérfanas, pero no nos equivoquemos ya que en el PRI los dueños de las derrotas y de las victorias somos todos, porque todos somos dueños del PRI, todos somos accionistas y copropietarios y todos tenemos pérdidas y utilidades.

Que se haga un acto de contrición en la voluntad de los líderes, que no se satanice la conciencia crítica, que se haga sentir el peso del entusiasmo, que se demuestre la fuerza y el alcance del priismo y que no se repitan errores de cálculo y de percepción. Recordemos que aún en el centro de nuestra mente retumba el poderoso llanto de las derrotas electorales desde 1995 hasta 2010.

Quien deba tomar la iniciativa de armonizar la vida política del PRI, debe hacerlo cuanto antes y construir los puentes necesarios para que los liderazgos priístas transiten, acuerden y aproximen lazos solidarios.

La exclusión abrupta entre compañeros de partido sólo ocasiona enfriamiento, alejamiento y enfrentamientos innecesarios. La inclusión y la integración indistinta son prendas de buena fe, confianza y espíritu de equipo.

Todos tenemos que ayudar a que el PRI salga de su proceso crítico, deje de perder elecciones y se prepare para iniciar precampañas y campañas exitosas.

Algunos aspirantes del PRI a la gubernatura han pasado el Rubicón, para ellos la suerte está echada; sin embargo, nada está resuelto, ni para nadie, porque aún no comienza el proceso electoral de 2016. En esta lógica la escrupulosa imparcialidad del partido debe ponerse a prueba, las cargas disparejas, a la brevedad, deben ser balanceadas y el liderazgo local debe convocar al Consejo Político Estatal para discutir mandos, estructura y equipos rumbo al 2016.

Si alguien en lo personal me preguntara sobre la conveniencia, o no, del cambio de dirigencia del PRI local, seguramente respondería: es potestad del Consejo Político Estatal y del Comité Ejecutivo Nacional. Empero, esa medida por sí sola no soluciona el futuro exitoso de la Institución.

Insisto, el priismo no ha explotado las bondades del buen gobierno.

Con un abrazo fraternal y mi reconocimiento para el doctor Ríos, La China Aguilera, Goyo Zamarripa y Denisse Ibarra.

Consejero político estatal del PRI

 


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