Verdaderamente me causa asombro el nivel que hemos alcanzado como sociedad hidrocálida, a pesar de nuestra seguridad, de que vivimos dentro de un Estado de Derecho aceptable, una democracia que ha demostrado que pueden coexistir las ideologías en la alternancia, que tiene empleo, un nivel de vida bastante aceptable que hace que todo el que llega de otras ciudades (principalmente nuestros amigos chilangos que creen que llegaron a inventar el pastor) se quieran quedar; a pesar de todo esto, hay aún el germen de la venganza, ese espíritu retrograda del ojo por ojo, esta idea de que hay que castigar y no regenerar.
Dos ejemplos de adolescentes inmiscuidos en hechos ilícitos en las últimas semanas han provocado en redes sociales una andanada de memes y comentarios que evocan la ley del talión. Sí, tal vez no nos debemos de preocupar por los activistas de face que dicen más de lo que hacen, pero al final de cuentas reflejan una parte de la sociedad que reclama respuestas violentas para problemas violentos. Distancias enormes entre los dos delitos cometidos, ética como jurídicamente, pero con una respuesta mediática y social igual: linchamiento. El problema es cuando la autoridad se deja llevar por estas ideas de venganza, violentando normas y permitiendo ideas de vendetta.
La actuación de la autoridad tampoco es sencilla, en especial cuando implica decisiones políticas que tienen que buscar dar una respuesta rápida a problemas que pueden generar inestabilidad social; tampoco es sencilla cuando los medios están presionando, ejerciendo un juicio mediático. Es como si dos posturas le susurraran al oído, una le dice fuerte véngate, sacia la sed que tiene la sociedad por desquitar su cólera, la otra, una vocecita que nace desde cientos de años de evolución de los derechos humanos y que se cristaliza en la Constitución, le dice aplica la ley. En el capítulo 2 de la quinta temporada de esa excelente serie de Game of Thrones, vemos exactamente este ejemplo llevado a ese mundo medieval alternativo, cuando Daenerys se ve en la decisión de juzgar o desquitarse, dos son sus consejeros, de un lado un político con tintes de jurista, Ser Barristan, que le recomienda templanza, que tenga un juicio justo: “muéstreles a los ciudadanos… que usted es mejor que quienes quieren derrocarla”; del otro, un esclavo liberado, que no ve que los antiguos amos merezcan un juicio: “Debe matarlo: es una amenaza, ellos no entienden ‘piedad’ ‘juicio justo’; no significa nada para ellos”.
La Madre de los dragones opta por la postura del Estado de Derecho. Aún no sabemos hasta dónde le va a llevar esta decisión, porque en el último capítulo la rebelión provocada por su decisión de aplicar la ley le seguía haciendo estragos, la guerra intestina que enfrenta a los amos (los hijos de la arpía) y los esclavos liberados llevaba varios muertos e incluso habría provocado que Drogon quemara a varios de aquellos que querían dañar a su madre, de hecho la reina terminará huyendo en el lomo del reptil alado.
La gran evolución de nuestras sociedades implicó que el gobernante en el pasado diera venganza a las masas; sin embargo años de lucha, de estudio, de decisiones políticas complicadas, han ido eliminado esa clase de injusticias, nos han permitido transitar a un sistema penal que hoy llamamos garantista, ante todo buscamos respetar los derechos humanos del presunto responsable, partimos de la idea de que el procesado podría ser yo y en ese sentido ante todo queremos un juicio justo para todos, hasta para el más miserable de los criminales. Que si falla, pues sí, claro que falla, a veces más de lo que quisiéramos, pero al final de cuentas es lo más cercano que tenemos para castigar sin abusar.
Yo también cuando escucho de crímenes execrables, en especial contra niños, deseo con ferviente pasión que exista la pena de muerte; pero luego me acuerdo que como humanidad tenemos más de 400 años de evolución en los derechos humanos y se me pasa. Como sociedad hidrocálida, perdón de nueva cuenta mi chauvinismo, como la tierra de la gente buena es importante que abandonemos estas ideas de vendetta, pues de otra forma nos puede pasar como al rey loco que “les daba a sus enemigos la justicia que creían que merecían. Y siempre lo hacía sentir poderoso y que estaba en lo correcto”.